La disyuntiva-trampa de Rubalcaba fracasó

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UICIO POR EL «CASO BATERAGUNE»
El ministro Rubalcaba le tomó gusto a las disyuntivas. Quiso plantear a la izquierda abertzale un dilema con el que, en realidad, sólo pretendía escenificar el acorralamiento del independentismo vasco. Le instó a elegir entre bombas o votos, y le advirtió de que sus únicas alternativas eran romper con ETA o convencerla para que lo dejara. La izquierda abertzale ha salido de la trampa sin fracturarse y desnudando al Estado. Y, lo que aún puede ser más importante para su proyecto, liberando las condiciones para el cambio político.
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Iñaki ALTUNA I

De lo sucedido estos años y de las explicaciones dadas en el juicio del «caso Bateragune», sólo cabe colegir que la izquierda abertzale ha elegido votos (más de 315.000 ha logrado Bildu) y ha convencido a ETA para abordar el final del ciclo de la confrontación armada. La declaración de alto el fuego permanente y general -que asume la exigencia del Acuerdo de Gernika para convertirlo en definitivo-, la aceptación de su verificación internacional pese a la negativa española a que se realice oficialmente o el reconocimiento, a través de su revista «Zutabe», de que la apuesta de la izquierda abertzale ha sido acertada no indican otra cosa.
Cualquier observador imparcial podría extraer la conclusión de que ETA se encuentra en disposición de abordar una hoja de ruta para un cierre definitivo de las consecuencias del conflicto, para lo que también hace falta un gobierno competente que sepa gestionar ese escenario.
Sin embargo, la resolución de las disyuntivas lanzadas por Alfredo Pérez Rubalcaba no ha satisfecho las expectativas del Estado, pues no ha traído consigo la ansiada escisión en la izquierda abertzale, ni se le han provocado signos de debilidad o de derrota. Más bien, se ha producido el efecto contrario. Lo ha dicho el propio ministro esta misma semana: «Después de estar ganando la guerra, lo que no podemos consentir es que nos ganen la paz».

Así se explica el nuevo zarpazo que la Fiscalía ha dado a los encausados en el «caso Bateragune». Una embestida que, de confirmarse en sentencia, se constituiría en un castigo expreso a aquellos que tomaron la iniciativa y propiciaron el debate estratégico que ha abierto la puerta a la esperanza en Euskal Herria.

Este debate fue iniciado, justamente, para solventar el verdadero dilema en el que se encontraba el MLNV a comienzos del curso 2008-2009, entre una posición que, tras el final fallido del último proceso de negociación, auguraba un ciclo largo de confrontación y la que, sobre las condiciones políticas y sociales gestadas desde Lizarra-Garazi, apostaba por provocar el cambio de ciclo. Esta última entendía que la tarea a desarrollar no era otra que articular el proceso democrático que condujera a un nuevo marco, donde hacer realizable cualquier proyecto, con la acumulación de fuerzas independentistas y soberanistas como eje tractor. De ahí nació el debate estratégico impulsado por los ahora juzgados.

Los primeros textos base de la reflexión abierta entre diciembre de 2008 y enero de 2009 hacían un balance de la trayectoria de la izquierda abertzale, así como una evaluación de la situación del momento, sobre las condiciones políticas y sociales para poder abordar un nuevo tiempo.

En aquella época, la discusión se produjo en estructuras y círculos concretos de la izquierda abertzale. Por ejemplo, varias decenas de ex presos establecieron un marco para profundizar en las cuestiones planteadas. Así se entiende también que los pronunciamientos públicos realizados con posterioridad por la izquierda abertzale siempre hayan contado con ex presos de marcada referencia en ese colectivo.

Los primeros contrastes resultaban concluyentes, pues por el subsuelo de la izquierda abertzale corría ya una amplia corriente partidaria del «cambio de ciclo».

Las manifestaciones de esa corriente se darán también públicamente, primero de manera más individual y después de forma colectiva. Así, en un juicio en París con motivo de la solicitud española de euroorden, el que fuera parlamentario de Euskal Herritarrok Jon Salaberria, detenido en la clandestinidad en Burdeos en 2008, manifestó ante el tribunal: «Llevamos 30 años de lucha contra una legalidad ilegítima, una lucha que ha traído como consecuencia la finalización de un ciclo político. Nuestro pueblo demanda un cambio político, un cambio democrático en profundidad, para un nuevo ciclo político». Aquellas declaraciones tuvieron un eco especialmente bueno para quienes estaban impulsando el debate y suscitó el acuerdo entre diferentes generaciones de la izquierda abertzale. Desde los entonces responsables de Ekin, organización que presentó en su fundación el propio Salaberria, hasta los referentes de Batasuna y LAB, todos vieron un espacio de encuentro importante para una nueva apuesta política.

Por una estrategia eficaz

En ese ambiente, el 16 de marzo de 2009, se produjo una comparecencia del conjunto de la izquierda abertzale, en la que Arnaldo Otegi actuó como portavoz. Anunció el inicio de contactos con otras formaciones políticas, sociales y sindicales que «creen en Euskal Herria y aspiran a la formación de un Estado», con el objetivo de sumar fuerzas en la concreción de «una estrategia independentista eficaz».

El reto externo de las elecciones autonómicas en la CAV de ese mismo mes de marzo también se superaría. La tarea no era sencilla. Después de no cuajar el intento con Eusko Alkartasuna, de la crisis atravesada el año anterior en la izquierda abertzale y de los claros síntomas de desgaste de la opción del voto nulo, la ilegalización podía haber hecho mucho daño en aquella cita. Aun así, los más de cien mil apoyos logrados en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa indicaban que su proyecto tenía cuerpo social. Asimismo, el nuevo discurso independentista auguraba importantes modificaciones y nuevas oportunidades.

De hecho, el exitoso Aberri Eguna, con miles de personas en la manifestación entre Irun y Hendaia, la huelga general convocada por la mayoría sindical en mayo o los muy buenos resultados obtenidos en Euskal Herria por Iniciativa Internacionalista en las elecciones europeas mostraban la existencia de una masa crítica sobre la que avanzar hacia un nuevo tiempo.

No obstante, todo ello no se produjo sin contradicciones, pues las iniciativas puestas en marcha y los pasos dados generaron también dudas, posiciones contrarias o, simplemente, incomprensión. En ocasiones, los nuevos pasos se analizaban con los ojos del pasado, con la idea, en exceso incongruente, de que todo podía ser compatible.

En el terreno de los desencuentros, llamó la atención que desde algunos sectores se cuestionara la apuesta por Iniciativa Internacionalista. Incluso una comunicación interna de la estructura de ETA -según papeles incautados por las fuerzas policiales y sacados a la luz pública durante el juicio celebrado en la Audiencia Nacional estas dos últimas semanas- mostró ese desacuerdo, basado, al parecer, en la premisa de que la candidatura debía responder a una iniciativa propiamente vasca, lo que, en realidad, hubiese llevado a la izquierda abertzale de nuevo al voto nulo, después de que EA ya había optado por otra alianza.

Pese a esas disfunciones entre las nuevas iniciativas y los tics del pasado, la realidad de los hechos es que la apuesta iba cuajando, suponía un revulsivo para la base de la izquierda abertzale y comenzaba a mover el anquilosado panorama político.

Lógicas contradicciones

Las contradicciones en el seno de la izquierda abertzale resultaban a esas alturas hasta lógicas, si se tiene en cuenta que se estaban poniendo las bases de una nueva estrategia y que, además, hacía nada parecía apostarse por una travesía en el desierto con la lucha armada como máxima referencia. En ese momento, toda la izquierda abertzale parecía asumir la apuesta por construir el proceso democrático, pero todavía no se comprendía homogéneamente la profundidad de lo que ello acarreaba.

Y eso se mostró también en el debate interno. Justo a comienzos del verano de 2009, cuando éste debía pasar a una nueva fase, a la concreción de la estrategia y línea política, se planteaban diferentes visiones sobre su gestión. Mientras algunos responsables proponían una mera transmisión de criterios generales de cara al curso político siguiente, la Mesa Nacional tomó una posición que resultará crucial: para que tuviese sentido, el debate se debía abrir, en toda su profundidad, al conjunto de la base de la izquierda abertzale. Este hecho resolvía cualquier problema de legitimidad interna para abrir el melón de la estrategia, y facilitaba de esa forma el trabajo que estaban realizado aquellos que, como los encausados en este juicio, impulsaban la necesidad de una reflexión colectiva de esa envergadura.

Aunque en los medios de comunicación siempre se ha dicho que ese debate se produjo a consecuencia de la debilidad de ETA, lo cierto es que precisamente ese verano, tras el enésimo anuncio de su derrota, esta organización realizó importantes acciones armadas. El 20 de junio ETA había matado al jefe del Grupo de Vigilancias Especiales de la Policía española en Bilbo, Eduardo Puelles; el 20 de julio colocó un coche-bomba contra la casa-cuartel de Burgos, y el 31 de julio acabó con la vida de dos guardias civiles en Mallorca, donde realizó varias acciones más que provocaron el caos en la isla en pleno periodo estival.

Las razones del debate se inscribían en un contexto más amplio, sobre el camino recorrido en las última décadas y las condiciones políticas y sociales gestadas. En una entrevista publicada en GARA mucho después, el 12 de enero de 2011, Arnaldo Otegi explicará con claridad el porqué de aquel proceso de discusión y reorientación estratégica: «Esa necesidad respondía a la urgencia de despejar una ecuación estructural para nuestro proceso de liberación, que de manera muy resumida podríamos formular así: si llevamos más de una década considerando que existen condiciones objetivas para el cambio político en Euskal Herria y sin embargo dicho cambio no se produce, ¿cuál era la razón (o las razones)? Las respuestas posibles podían ser fundamentalmente dos: o bien nos equivocábamos con respecto a la existencia de esas condiciones, o bien la izquierda abertzale como motor principal del cambio mantenía una estrategia inadecuada para que éste se materializase. Buscar la respuesta adecuada a ese interrogante es el cimiento sobre el que hemos construido, desarrollado y definido nuestro debate y apuesta política».

En eso andaban cuando fueron detenidos, pero ni siquiera la operación del 13 de octubre de 2009 logró parar el debate y la consiguiente reformulación estratégica. En los meses siguientes, la izquierda abertzale concatenó resoluciones internas de mucho calado con iniciativas políticas que comenzaban a resquebrajar la situación de bloqueo. Y lo hacía cada vez con una mayor adhesión de su base social y del conjunto de sus organizaciones. Lograba, en definitiva, comenzar a cambiar el tiempo político, aunque todavía hoy el reloj siga parado en la Audiencia Nacional.

La socorrida ponencia «Mugarri»

La ponencia «Mugarri» ha adquirido una notoriedad pública muy superior a su función o peso real en el proceso de debate. El motivo hay que buscarlo en primer lugar en el hecho de que los medios de comunicación, tras la correspondiente filtración policial, le dedicasen en su día grandes titulares para subrayar que ETA y Otegi se enfrentaban.

Paradójicamente, la estrategia de defensa jurídica en el «caso Bateragune» ha echado mano de la existencia de esa ponencia para poner en valor la apuesta nítida por el cambio de estrategia realizada por los encausados, que se convirtió en mayoritaria con la aprobación de la resolución «Zutik Euskal Herria».

Según la información recabada por GARA durante meses para poder conocer los pormenores del proceso de debate, «Mugarri» fue elaborada por Ekin en un tiempo de tensión propio del inicio del debate en las bases abertzales. El texto fue hijo de las dudas que originaba una nueva apuesta por un proceso democrático sin otra garantía que el respaldo popular, sin proceso ni acuerdo previos con el Estado, y de arranque unilateral, que suponía despojar a la lucha armada del papel de «garante» que históricamente muchos le habían otorgado.

«Mugarri» se presentó después de la ponencia propia para el debate. Al hacerlo, sus redactores limitaron su difusión a las direcciones de las organizaciones del MLNV, la calificaron como una aportación y asumieron que el texto base para el debate debía ser el ya previsto.

Sin embargo, la suma entre las inercias del pasado y las difíciles circunstancias en las que se debía desarrollar la discusión provocaron problemas, como los surgidos por el desconcierto habido tras la detención de Otegi y el resto de sus compañeros. En ese momento, en algunas localidades se suspendieron asambleas de forma anómala y se puso a circular «Mugarri». Ekin realizó una circular interna para autocriticarse por esos casos, con lo que el proceso de debate siguió su curso con la ponencia «Argitzen» como referencia.

«Mugarri» también llegó a las prisiones. Para evitar posibles confusiones sobre cuáles eran los términos del debate en pueblos y barrios, la Mesa Nacional dio curso a una carta para la interlocución del Colectivo de Presas y Presos Políticos Vascos, de cuya existencia se tuvo conocimiento a raíz de una operación policial contra los abogados de los prisioneros.

En esa misiva se recoge la valoración que ese órgano realizaba de puertas para adentro tanto del debate como de los lógicos problemas que acarreaba. «Este debate está dando una cosecha fructífera, una gran participación y un consenso muy amplio», indicaba la carta, si bien reconocía que «por supuesto, en un proceso tan importante como éste, es normal que haya de todo, y más aún, que se escuche de todo». Se refería, por un lado, a que «las fuerzas que actúan en contra del cambio político tratan de incidir para que nos salgamos de nuestro camino». Por otro, calificaba de «normal» que existieran también «movimientos dentro de casa, aunque, en general, esos no han tenido una excesiva relevancia». Para Batasuna, según la misiva, el debate estaba fortaleciendo a la izquierda abertzale.


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