by editor | 2011-07-13 8:45 am
Cursos de verano en el Palacio Miramar
El titular lo dio ayer Brian Currin en Donostia y, evidentemente, el abogado sudafricano se refiere al conflicto vasco y a la muy diferente predisposición que las partes implicadas están mostrando para dar pasos hacia una resolución dialogada.
Iñaki SOTO
Esta nueva visita de Brian Currin a Euskal Herria está siendo particularmente intensa porque, además de sus habituales contactos con personas y grupos implicados en el conflicto, el abogado sudafricano ha ofrecido dos conferencias en los cursos de verano de Miramar y una rueda de prensa. Al finalizar esa ronda Currin se muestra cansado pero satisfecho de la labor realizada. Su objetivo es compartir su experiencia y, desde el realismo, hacer llegar a la sociedad vasca un mensaje de esperanza que, según él, ya ha empezado a calar entre la ciudadanía. Como señal clara de que eso es así, cuenta cómo la noche en la que llegó a Donostia, mientras daba una vuelta por el Paseo de La Concha, varias personas le pararon para darle ánimos y felicitarle por su trabajo.
Ese mensaje optimista no esconde sin embargo otras misivas menos positivas que, aun planteadas con una exquisita prudencia y elegancia, con un ánimo pedagógico encomiable, tienen destinatarios evidentes.
Los límites de la unilateralidad
Currin ofreció una rueda de prensa ayer antes de presentar una segunda ponencia sobre la participación de la comunidad internacional en la resolución de conflictos en el curso «Euskal Herria: errealitate eta utopia».
Ayer mismo algunos medios destacaron de nuevo las propuestas que el abogado sudafricano ha trasladado a la izquierda abertzale, como la necesidad de incluir la cuestión de las víctimas en la agenda -en este caso se refirió explícitamente a las de ETA-. Pero nadie que estuviese presente en la rueda de prensa pudo no apreciar la vehemencia con la que Currin formuló una de sus cuestiones previas: que un proceso no puede ser totalmente unilateral, que el Gobierno español debería asumir su responsabilidad y dar avances en algunas de las líneas que pueden hacer un proceso viable.
A nadie escapa que la estrategia adoptada por Madrid, que consiste en dar constantemente vueltas de tuerca a la situación mientras la otra parte pone todo el aceite para facilitar una resolución justa y estable, se aleja completamente de las recomendaciones básicas en estos casos. Por ejemplo, la obsesión que el Estado está demostrando con Arnaldo Otegi, que la semana pasada terminó juicio y ayer mismo ya estaba de nuevo en otra sala de la Audiencia Nacional para ser juzgado por delitos políticos, muestra una imagen poco constructiva de los poderes españoles. Currin mencionó una y otra vez este caso, siempre dentro de un paquete de medidas generales que pueden ayudar a dar avances, como el fin de las medidas excepcionales y, muy especialmente, la legalización íntegra de la izquierda abertzale.
Primero transformar, luego resolver
En los dos días que ha participado en el curso, Currin ha desgranado nueve requerimientos que, antes o después, han de darse para que un proceso de resolución sea viable. Una primera mirada a esos puntos (que van desde la preferencia de las partes por una salida dialogada a la honestidad de los medios) puede empujar a cierta desazón, dado que es evidente que de momento la mayoría de ellos no se cumplen en el caso vasco. Sin embargo, Currin se muestra confiado sobre las perspectivas del proceso en Euskal Herria. En ese sentido, plantea que esos requisitos no se suelen dar de manera simultánea y que, en su experiencia, los avances en alguno de esos puntos tienen un efecto acelerante sobre el resto de requisitos y sobre el proceso en general.
En todo caso, antes de ahondar en los mencionados requisitos, Currin puntualiza que por el momento lo que se está dando en Euskal Herria no es un proceso de resolución, sino más bien un proceso de transformación del conflicto. Esa transformación consiste básicamente en sacar la violencia de la ecuación, lograr transformar el conflicto armado en una confrontación lo más «limpia» posible.
La razón por la que, entre otras cosas, Currin apuesta por entender así la labor realizada por él y su grupo, es la negativa por parte de la comunidad internacional a implicarse en la resolución de conflictos donde esa dimensión violenta es central y no existen perspectivas reales de que sea superada definitivamente. No duda en repetir una idea que ya ha formulado antes: que Madrid logró en buena medida bloquear la participación internacional en la resolución del conflicto utilizando este argumento, algo que él mismo pudo comprobar cuando comenzó a buscar apoyos para desbloquear la situación vasca.
Como ejemplo del fracaso de intentar abordar la resolución sin plantear primero la transformación, Currin recordó el anterior proceso en Euskal Herria, en el que, a pesar de los acuerdos, no había un verdadero compromiso ni por parte del Estado ni por parte de ETA para avanzar en el proceso hasta sus últimas consecuencias. La exclusión de la izquierda abertzale es un claro ejemplo de esa falta de voluntad por parte del Estado, y el atentado de la T4 evidenció también los límites de la apuesta de ETA.
Por comparación, si se mira a lo ocurrido durante los últimos tres años, Currin defiende que la situación ha cambiado de arriba abajo, al menos en lo que a la parte abertzale se refiere. Respecto a las expectativas que se abren, según Currin, por ese camino los abertzales ganarán en credibilidad, serán una fuerza más potente y lograrán el reconocimiento internacional. En un nuevo escenario de normalización, «los abertzales pueden lograr sus objetivos, y no hablo de dentro de décadas, hablo de un tiempo razonable», afirmó Currin.
Nueve requisitos en los que avanzar
En su sumario, Currin destaca como primera condición que las partes deben preferir una resolución negociada a un esquema de seguridad o enfrentamiento. Significativamente, Currin comparó en este punto la posición de Madrid con la cerrazón mostrada por el Gobierno turco ante las muestras de buena voluntad de los kurdos.
El segundo requisito es que los respectivos líderes tengan el apoyo de su base.
El compromiso con una visión compartida de futuro es otra de las claves que subraya Currin. En este caso plantea que, más allá de la preferencia por una salida negociada, esa preferencia debe ir más allá y plasmarse en una confianza recíproca, explorando los deseos y los intereses de la otra parte, asumiendo la necesidad de hacer concesiones.
Según Currin no se le suele dar la importancia suficiente a la cuestión del liderazgo, pero si atendemos a otros casos, es evidente que han sido grandes líderes los que han logrado abrir nuevos escenarios que antes parecían imposibles. Currin plantea que no es suficiente con que los líderes sean efectivos o populares, sino que tienen que ser éticamente honestos y abiertos de mente.
Es asimismo necesario construir un contexto de confianza y garantías, que conlleve un cierto equilibrio de poder entre las partes, algo en lo que la comunidad internacional puede ayudar. No cabe duda de que en el caso vasco la Declaración de Bruselas abrió una oportunidad y que los pasos dados por la izquierda abertzale en su conjunto han logrado equilibrar una balanza que en aquel momento estaba muy inclinada.
La transparencia es otra de las ideas que Currin destacó, y aceptó que cuando se familiarizó con la situación vasca le sorprendió ver que ese valor era ajena a la manera en la que se habían gestionado hasta ahora los intentos de resolución.
Evidentemente, el punto anterior tiene que ver con la necesaria honestidad de los medios, un tema que apareció de manera recurrente durante todas las comparecencias públicas de Currin.
Asimismo, Currin defendió que una resolución viable deberá contar con la participación ciudadana, porque de nos ser así está condenada al fracaso.
Por último, Currin afirmó que bajo las condiciones expresadas es posible que la comunidad internacional se implique y aporte en la resolución de un conflicto. Currin confirmó el compromiso de los miembros del Grupo Internacional de Contacto (GIC) para hacer efectiva esa implicación y reivindico la labor realizada hasta el momento.
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