LA DIMENSIÓN DE LO REAL- Iñaki Egaña

Loading

 

 

 

 

Hace muchos años, tantos como 75, un hombre sin nombre echaba en Bilbao una carta al buzón. Le había puesto su sello correspondiente, en céntimos de peseta, y se marchó a su casa, agobiado por las noticias que le llegaban de la guerra fraticida. El destinatario de su misiva vivía en Donostia, apenas a un centenar de kilómetros al este de la capital vizcaína.

Pasaron los días, las noches, las estaciones. Llovió, nevó, abrasó en agosto, sin estridencias, y aquella maldita guerra concluyó con un vencedor, el fascismo, y muchos perdedores, el pueblo llano. Un buen día de 1949, por decir algo, el destinatario donostiarra recibió en su buzón la carta de su amigo bilbaíno. Habían pasado 4.147 días. Un matemático lo habrá captado de inmediato: la carta había avanzado a una media de 3,14 metros al día. Como un caracol. Pero al final, los caracoles llegan también a su destino. El tiempo no es capaz de derrotar una amistad.

Poco más tarde, en 1953, el primer ministro chino Zhou Enlai (creo que en nuestra época lo escribíamos Chou En-lai), se encontraba en Ginebra para participar en las negociaciones abiertas al objeto de poner fin a la Guerra de Corea, según anécdota que recoge Slavoj Zizek. Cito al esloveno a propósito porque tengo la impresión de que fue un año más tarde, 1954, y no para lo de Corea sino para buscar la paz en la guerra de Indochina (Francia y Vietnam). En fin, no tiene mayor trascendencia porque es un escenario secundario de mi relato.

El principal, en cambio, es el de mi interés. Un cortés periodista francés le preguntó entonces a Zhou por su opinión sobre la Revolución francesa que, para los vagos en eso de las fechas, les recordaré que fue en 1789. Y el entonces primer ministro chino le contestó “Todavía es demasiado pronto para pronunciarse”. ¿La parsimonia china? No lo creo. Zhou tenía razón. Lo efímero, lo coyuntural, lo simbólico nos abruma. Quizás por nuestra condición pasajera, por eso de que nuestra fecha de caducidad la llevamos en la frente. Lo real, lo inmutable, con todas las reservas, se nos escapa. Pero lo real es el aire que respiramos y nos hace ser como somos.

Definir la realidad en los tiempos que corren puede parecer una pedantería. Al menos en el llamado Primer Mundo (el nuestro), donde el universo de los ricos, en comparación con el resto de la humanidad, es superior al de los pobres. La sociedad surgida del efecto Hollywood marca las pautas incluso en la ideología, convirtiéndola en dominante. Hoy estamos apegados a lo virtual y por ello la definición de un término, el simbólico, y otro, el real, se hace complicada.

Aún así, voy a tomar algunas ideas prestadas para definir lo real como aquello que sobrevive en el tiempo a lo simbólico. A los embates de lo virtual, de las ingerencias externas e internas. Quizás no necesite remontarme, como el periodista ginebrino, a la Revolución francesa. Pero por ello, precisamente, he colado los dos ejemplos anteriores. No soy filósofo y tampoco he accedido a lo que decían al respecto Kant, Heidegger o Habermas. Pido disculpas a aquellos académicos que consideren mis líneas una intromisión. No pretendo dar lecciones a nadie, ni mucho menos.

Para delimitar mi posición echaré mano de un ejemplo que, en los últimos tiempos, parece tener gran trascendencia: nuestra bandera. Las banderas tras las que nos hemos agolpado los vascos se revistieron de colores diversos. El símbolo patrio fue rojo, pero también acarreó la flor de lis borbónica y decenas de otros detalles hoy olvidados. En los últimos cien años, sin embargo, las aspas verdes y blancas sobre el fondo rojo que idearon los Arana sirvieron para unirnos como nunca. No tengo constancia de que los balleneros de Donibane Lohizune salieran a la mar con una bandera del Reino de Navarra, pero si a su equipo de rugby, como el de Baiona o el de Biarritz, tomar la ikurriña como color propio en la competición pasada.

Quiero expresar con este ejemplo, y que nadie se me enfade por una nimiedad, que, siguiendo la definición elegida, aquello que ha sobrevivido a lo simbólico, decenas de colores y banderas que utilizaron nuestros antepasados en los últimos siglos, ha sido el pueblo vasco, lo real. Lo real es pues nuestra voluntad, nada que ver con el celofán que la reviste.

Tenemos decenas de símbolos pegados a nuestra piel. Laburus, chapas reivindicativas, colores patrios deportivos, centros de peregrinación (Amaiur, Leire, Guggenheim, Sartaguda, Itxasu…), modelos culinarios, acordeones, lencería, abecedarios. Otros ya desaparecidos, como el fervor mariano, la txapela o la afición a la pelea de carneros. Los moldes del tiempo. Lo fundamental permanece y, en esencia, nuestros hijos, con todos los cambios culturales que queramos, son como los hijos de los padres de hace veinte o treinta generaciones.

No tiene más interés lo virtual, desde mi humilde opinión. El celofán ha sido, a menudo y desde la perspectiva de este siglo XXI que nos acoge, una chifladura. Y vuelvo a solicitar clemencia. ¿No les parece que ese carlismo que nos mantuvo vivos durante el siglo XIX es uno de los mayores esperpentos políticos de nuestra historia? ¿Apoyar una línea dinástica hasta el punto de matar y morir por ella? El país, nuestro país, era carlista. Sin fisuras. Era lo simbólico. Y sirvió para cohesionar lo real, aunque parezca mentira.

Si me remoto en el tiempo o en el territorio, las extravagancias han sido notorias. También los aciertos. ¿Y qué? ¿Afectaron a la columna vertebral del país o, por el contrario, sirvieron para mantener la llama? Sirvieron para lo que sirvieron y tuvieron el recorrido que tuvieron. Tenemos aún hoy príncipes que reivindican el trono de Navarra, expertos que descubren la cuna de la egiptología, el cristianismo y no sé qué más a través de cuatro piedras. Extraterrestres. Nuestros, a pesar.

Hoy, las corrientes que se nos cruzan en el patio cotidiano están cargadas de electricidad. A veces sueltan un chispazo, otras dejan marca, incluso queman. Razón de ser. Sabemos lo que es la electricidad y por eso no debemos preocuparnos por sus efectos. Fuera de los hilos existe vida. Y espero que la metáfora no la sientan excesivamente rebuscada.

Al grano. Tenemos unos mimbres excelentes, una juventud encomiable y un espíritu de comunidad que no lo encuentro entre los vecinos, cercanos y lejanos. Es lo real. La voluntad de mantenernos en lo nuestro, de sobrevivir a lo simbólico y lo virtual, ha logrado que hayamos escrito los pasajes más hermosos de la historia europea del siglo XX. Sin sorna. Tenemos nuestros jauntxos, ladrones, especuladores y Tíos Tom. Cómo no tenerlos. Pero, asimismo, tenemos trovadores y poetas. Y no son políticos profesionales.

Hace unas semanas, oí a un periodista alemán afirmar, después de los resultados de las elecciones municipales y forales, que la comarca de Debagoiena es el territorio más de izquierdas de Europa. Será probable. Habría que estudiar detalladamente el mapa electoral del Viejo Continente. A bote pronto tiene pinta. Y no es por casualidad que en todos sus municipios haya ganado Bildu por mayoría absoluta. La cuna de decenas de proyectos, algunos estratégicos para nuestro país. ¿Alguien piensa que el resultado es efecto de una coyuntura? ¿O por el contrario hunde sus orígenes en una dinámica sostenida?

Esa es una dimensión real de nuestro proyecto. La raíz.

Esa es la dimensión que evitan quienes se oponen a que nos podamos expresar tal y como somos. La batalla de lo virtual, de lo cercano es importante, interesante diría yo. Pero no es la batalla. La de verdad es la de la supervivencia, la que supera a lo simbólico. Debemos incidir en el fondo, en el espacio y en lo que nos une. ¿Urgencias? ¿Apremios? Sólo uno, el de los aquellos que llevan en sus espaldas el peso del castigo. ¿El resto? Que se lo pregunten a Zhou.


Related Articles

UNO DEI MAGGIORI PROCESSI DI PRIVATIZZAZIONE- Iñaki Esnaola

Loading

Gara. Negli ultimi tre mesi il Governo di Rodriguez Zapatero ha compiuto i passi necessari affinché il processo di privatizzazione

CASO ANZA: CURRIN PER INDAGINE INDIPENDENTE

Loading

Brian Currin, mediatore internazionale sudafricano, ha diffuso una nota attraverso il movimento per il dialogo Lokarri, nella quale dopo aver

Kürkçü: Gezi was an Uprising for the 21st Century

Loading

The BDP MP from Mersin, Ertu?rul Kürkçü, took part in a panel over the weekend as of part of the ongoing

No comments

Write a comment
No Comments Yet! You can be first to comment this post!

Write a Comment