by editor | 20th May 2012 2:01 pm
Txente Rekondo
GAIN/Rebelión
Este año del 2012 está siendo bastante movido en el gigante chino, sobre todo en materia de política doméstica, pero que también han influido en el panorama internacional. Con la vista puesta en la celebración del 18 Congreso del Partido Comunista de China (PCC) el próximo otoño, los primeros meses han estado protagonizados por una sucesión de conflictos que en ocasiones han tenido sus ramificaciones en torno a las siempre complejas relaciones entre Beijing y Washington.
2011 acabó protagonizado por las protestas de la ciudad de Wukan, en la provincia de Guangdong. Con una población de unos veinte mil habitantes, estaba considerada como una ciudad modelo, “por su armonía y prosperidad”. Sin embargo, durante septiembre del pasado año se produjeron algunas movilizaciones en protesta por las confiscaciones de tierras por parte de las autoridades locales. Como apuntan algunos analistas, en el conflicto se reflejan dos de los problemas que adía de hoy se repiten en buena parte de las zonas rurales de China, la corrupción local y la propiedad de la tierra.
La tensión fue en aumento, y la muerte de un líder vecinal que estaba arrestado (las acusaciones de torturas encendieron aún más los ánimos locales) provocó lo que se ha conocido como “el alzamiento de diciembre” y el posterior “cerco” por parte de las autoridades locales. Los vecinos solicitaron la intervención del Gobierno central para poner fin al conflicto. Así mismo, indicaron que era necesario poner fin a los abusos de poder y a la corrupción de las autoridades locales. Desde Beijing, a la vista del cariz y el eco mediático de los acontecimientos, accedió a convocar unas elecciones en febrero de este año para elegir a los nuevos líderes del pueblo.
Diferentes factores han contribuido al desenlace final del conflicto. Por un lado la organización de base local como freno a unos dirigentes corruptos, así mismo hay que tener en cuenta también el eco mediático que ha tenido la protesta, tanto en la prensa internacional como en los propios medios chinos. Sin olvidar tampoco que la proximidad de Hong Kong también ha tenido su influencia en las demandas y en la repercusión citada. También conviene resaltar que lejos de plantear un cambio profundo del sistema político chino, la población local solicitaba la corrección de una situación injusta, pero sin por ello poner en duda la legitimidad del Partido Comunista de China.
Los llamados conflictos o incidentes sociales son una tónica general en China. El pasado año, según fuentes oficiales tuvieron lugar cerca de 200.000, la mayor parte en torno a expropiaciones de tierras, así como conflictos laborales y protestas contra el deterioro medioambiental.
El llamado “escándalo Bo Xilai” estalló en marzo, aunque todo parece que comenzó a aflorar en febrero, cuando Wang Lijun, mano derecha del propio Bo Xilai y jefe de policía de Chongqing buscó refugio en el consulado de EEUU, llevando con él “material secreto” que podía preocupar a Beijing. Con el paso de los días nuevos acontecimientos fueron conociéndose en torno a una caso que ya estaba adquiriendo tintes de un guión de una novela negra.
En ese sentido se conoció la supuesta implicación de Gu Kailai, esposa de Bo Xilai, en la misteriosa muerte de un empresario británico en noviembre. Este personaje tenía además de sus lazos empresariales importantes relaciones con los servicios secretos británicos, de los que habría formado parte en el pasado. Las autoridades chinas acusaron oficialmente a Gu de maniobrar para acabar con la vida del británico y por desavenencias empresariales. A partir de aquí se desatan los acontecimientos, y Bo Xilai es obligado a dimitir de sus cargos oficiales y se pone fin a una carrera política que hacía unos meses parecía contar con una largo recorrido.
Las especulaciones han sobrevolado este caso desde el primer momento. Algunos señalan que es un intento de las autoridades centrales para acabar con una carrera política que pudiera contar con el apoyo de los sectores progresistas del partido (la mayoría de crisis internas durante los últimos años dentro del PCC han sido fruto de las presiones de sectores de izquierda, de ahí la “prudencia” de los dirigentes a la hora de no acelerar demasiado las reformas.
Otros apuntan que ante una supuesta lucha el modelo “Chongqing” y el de “Guangdong”, los dirigentes del PCC han apostado por frenar esa disputa y sobre todo cortar cualquier avance del primero. Durante años el municipio de Chongqing (el más grande de China) ha impulsado un modelo donde se acentúa el papel del estado en la economía, poniendo al servicio de la salud, la vivienda, las pensiones y la educación los principales recursos, desarrollando políticas de defensa del servicio público y un programa pionero, denominado “tránsito del campo a la ciudad”.
Frente a ello el llamado modelo “Guangdong” ha apostado desde el principio (fue una de las primeras “zona económica especial”) por un desarrollo acelerado de las reformas, lo que al mismo tiempo le ha convertido en foco de numerosas protestas obreras.
Finalmente los hay que apuntan que la lucha contra la corrupción de Bo Xilai le ha terminado por salpicar y desde Beijing no han dudado en cortar de raíz. En ese sentido a todo lo señalado se ha unido las supuestas escuchas telefónicas de Bo Xilai al mismísimo presidente Hu Jintao.
Y la guinda a esta compleja situación ha venido por los movimientos del disidente Chen Guangcheng. Especulaciones y confusión han caracterizado este último capítulo, desde la huida de Chen a la embajada de EEUU y su posterior salida de la misma. En este asunto también hay más sombras que luces.
Cuando menos resulta curioso, que a pesar del supuesto control que sobre los medios tecnológicos ejerce el gobierno chino, un disidente “famoso” como Chen haya podido mantener una conversación en directo con una comisión del congreso norteamericano. Algunos señalan que estos movimientos han podido sacar a la luz el complejo entresijo de redes y asociaciones que con fondos de Washington operan a día de hoy en China en apoyo de la disidencia.
El posterior desenlace, con la salida de Chen de la embajada, también deja muchas incógnitas. ¿Por qué no ha defendido EEUU al disidente con uñas y dientes? ¿El peso de China le permite a ésta mantener un cerrado pulso con la otra superpotencia? ¿Qué futuro le depara a Chen y su familia? Además hay que tener en cuenta que todo esto se produce cuando Hillary Clinton y otros altos cargos estadounidenses viajaban a China para reunirse con los dirigentes chinos dentro del “Diálogo Económico Estratégico”, por lo que no resultaría extraño que todos estos temas se aborden en esa mesa.
De cara al congreso del próximo otoño, los movimientos se pueden repetir. Hasta ahora bajo la dirección de Hu Jintao el PCC ha logrado mantener una unidad y disciplina, no exenta de diferencias y contradicciones, pero que ha sabido sortear los conflictos. Estas últimas maniobras indican también el pulso que mantienen los llamados reformistas con los sectores izquierditas, así como lo que otros han definido como pugna entre “populistas y elitistas”.
Y en este contexto la fabricación de rumores y las maniobras por alcanzar mayores cuotas de poder se acentúan. En ese sentido cabe interpretar las noticias en torno a un supuesto aplazamiento del próximo Congreso, algo que no parece que pase por la cabeza de los dirigentes chinos, conscientes de que esa decisión debilitaría la imagen del PCC tanto local como internacionalmente.
Y también se puede englobar en la pugna de las tendencias internas la solicitud de dimisión de Zhou Yongkang, que controla el poderoso aparato de seguridad chino (zhengfawei), y que debido a su edad, podría abandonar el puesto en el Congreso de otoño. El poder que ha ido adquiriendo dicho aparato lo convierte en un deseable objeto de pugna, de ahí que unos y otros busquen colocarse en ventaja de cara a la sucesión de Zhou, quien podía ser la víctima de esa lucha por el poder.
Los dirigentes chinos llevan años reivindicando la “seguridad” así como “preservar la estabilidad (weihu wending)” como pilares del desarrollo de China, y en ese discurso, hasta la fecha una de las claves del engranaje lo ha cubierto la zhengfawei.
Ante este tipo de situaciones el PCC suele aunar esfuerzos para evitar que tanto los disidentes como la “propaganda occidental” aprovechen esas diferencias internas y esas luchas por el poder para presionar en la línea de las “reformas” políticas y económicas que desde occidente se demanda para China.
Todo indica que de cara al 18 Congreso, la llamada quinta generación se sitúa en una inmejorable posición de cara a lograr cargos en el poderoso Comité Permanente del Buró Político del PCC, así como los miembros de la sexta generación pertenecientes a la Liga de Jóvenes Comunistas. Además probablemente el próximo año el vicepresidente Xi Jinping y el actual viceprimer ministro Li Keqiang asumirán nuevos cargos más importantes.
China se tiene que enfrentar en los próximos años a importantes retos, la ralentización del crecimiento económico, la corrupción, las protestas campesinas, las demandas de mayor libertad en zonas urbanas sobre todo, y serán los miembros de esa sexta generación los que probablemente estén en los entresijos del poder chino.
Txente Rekondo. Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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