by editor | 2012-05-03 5:29 pm
Sarkozy trata de minar a Hollande, preso de su condición de favorito
Con un tono duro, el candidato presidente, Nicolas Sarkozy, intentó minar en el debate televisivo la condición de favorito de François Hollande. Con actitud de candidato opositor, Sarkozy buscó arañar los votos indecisos para las presidenciales del próximo domingo y agudizó sus ataques al candidato del PS en los temas de la inmigración y la energía nuclear, donde mayores equilibrios tuvo que hacer Hollande.
GARA | PARÍS
Nicolas Sarkozy y François Hollande intentaron ayer convencer a los indecisos que les pueden llevar al Palacio del Elíseo, aunque pese a momentos de tensión, no hubo sorpresas.
El debate comenzó con una pugna por presentarse como el mejor candidato para impulsar la unidad del país. El candidato-presidente utilizó desde el principio un tono más agresivo, consciente de que tenía más que arriesgar al ir por detrás en las encuestas, hasta el punto de dar la imagen de candidato opositor.
Recurrió en numerosas ocasiones a acusar a Hollande de mentir, intentando arrastrarlo a un confrontamiento más duro, e incluso, en los momentos finales, llegó a recurrir al escándalo de Dominique Strauss Kahn, quien iba a ser candidato del PS. Mientras el candidato del PS, con un tono más gris, tuvo que hacer equilibrios que no hicieran peligrar su situación en las encuestas y centró su discurso en la economía. Subrayó sus críticas sobre las cifras del paro, con una tasa del 10%, el doble de la que existía cuando llegó Sarkozy al poder. «Se necesita crecimiento en Europa y en Francia», insistió.
En esta línea, planteó sus propuestas como la creación de un Banco Público, promover el ahorro o modificando la fiscalidad e las empresas. El candidato presidente, por su parte, insistió en la competitividad de las empresas, y recurrió a la crisis o a los planes de formación de las regiones para justificar las cifras de desempleo, lo que le valió la crítica de su rival. «Usted nunca tiene la culpa. Siempre hay un chivo expiatorio», le espetó Hollande.
Frente al «crecimiento» de Hollande, Sarkozy contrapuso la «competitividad» de las empresas, defendiendo la posibilidad de que los trabajadores pacten individualmente con las empresas rebajas de salarios o aumentos de jornada, lo que calificó como «una economía moderna». Defendió el crecimiento francés por encima de otros paíes, frente a lo que Hollande utilizó las cifras de Alemania o Estados Unidos.
Las comparaciones llevaron a nuevos choques verbales. Mientras el presidente volvía a recurrir al Estado español -«ningún francés quiere hoy estar como España» o «Zapatero es el único líder europeo que le ha recibido»- como modelo para el PS, Hollande contraatacó recordando los gobiernos de derechas de Grecia o Italia. Precisamente, atacó al presidente saliente intentando vincularlo con el ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, relación política de la que Sarkozy intentó zafarse.
Hollande aseguró que desde que comenzó a plantear sus propuestas por el crecimiento las posturas en el resto de Europa habían empezado a cambiar. «No quiero la austeridad generalizada», indicó.
Cuotas a votación
El otro tema estrella fue la inmigración, donde Sarkozy en un principio estuvo más cómodo al tentar a los votantes del Frente Nacional, y acusar a su rival de indefinición, pero también Hollande buscó, con equilibrios, el voto anti inmigrante.
El candidato del PS aseguró que limitará la inmigración económica y propuso que «incluso se debata en la Asamblea Nacional el número que se pueda admitir cada año».
Por su parte, Sarkozy indicó su voluntad de «dividir por dos el flujo migratorio que entra a Francia, de 180.000 a 90.000» personas al año. Hollande defendió el derecho de voto de los inmigrantes en elecciones locales, ante lo que Sarkozy volvió a asegurar que «si da el derecho de voto a inmigrantes habrá revindicaciones identitarias, con horarios diferenciados en las piscinas o médicos diferentes para mujeres y hombres».
«Bajo mi presidencia no habrá ninguna derogación de cualquier regla en términos de laicidad. No se tolerará carne halal en los colegios. No hay que asustar a la gente», se defendió el candidato del PS.
Frente a las acusaciones de Sarkozy de cambiar su opinión, Hollande dijo que «no cambio en función de los votos que puedan intervenir en la segunda vuelta», en referencia a los votos de Marine Le Pen.
Sarkozy intentó acorralar a Hollande en torno a la energía nuclear, al afirmar que «no hay razón para cerrar una planta nuclear en Francia por un acuerdo político», en referencia a los Verdes, porque «nunca ha habido un accidente grave en Francia».
Hollande trató de no aparecer como contrario a la energía nuclear, un un país en el que esta industria tiene un enorme peso, proponiendo mejoras en la seguridad de las centrales.
Antes del debate, el candidato del PS se situaba de partida como vencedor en los sondeos con entre el 53 y el 54% de los votos, aunque los politólogos estiman que los debates mueven poco la relación de fuerzas.
Tanto el Gabinete de la UMP como el candidato del PS siguen, a su manera, cortejando al FN
El ministro de Defensa, Gérard Longuet, generó un pequeño seísmo al reconocer como posible interlocutora política Marine Le Pen, al contrario que su padre. «Todo el mundo sabe que conozco a Jean-Marie Le Pen y es cierto que él nunca ha posido resistir al placer de las provocaciones», señaló en una entrevista el semanario de extrema derecha «Minute».
«Sin embargo será posible hablar de cuestiones completas con un interlocutor que no es bienvenido pero que, al menos, no está descalificado», señaló en referencia a su hija.
Longuet, veterano de la derecha francesa, fundó en su juventud en los años sesenta un grupúsculo de extrema derecha, Occidente.
Tanto el resto del Gabinete como la UMP se apresuraron a desmarcarse de estas declaraciones. El primero fue el ministro de Exteriores, Alain Juppé, seguido del exprimer ministro Jean-Pierre Raffarin y por el patrón del partido presidencial, Jean-François Copé, quien se apresuró a jurar que «nunca habrá una alianza con la extrema derecha».
Sarkozy debe hacer un verdadero encaje de bolillos entre su necesidad de la gran mayoría del voto de derecha extrema pero no puede permitirse ahuyentar al electorado de centro.
La UMP considerará anatema negociar con la extrema derecha pero su Gobierno no tiene problema alguno en aplicar a pies juntillas su programa y de alardear electoralmente de ello. El ministro de Interior, Claude Guéant, declaró ayer que este año en curso serán expulsados del Estado francés 40.000 inmigrantes sin papeles, «un 20% más que en 2011», reivindicó.
La cifra de expulsiones pasó de 9.000 en 2001 a 29.000 en 2008 bajo el impulso de la presidencia de Sarkozy. No obstante, el 80% de estas decisiones de expulsión no son finalmente ejecutadas, sobre todo por la negativa de los países de origen de recibir a los emigrados. Cada año 10.000 gitanos de Rumanía y de Bulgaria aceptan un retorno voluntario a cambio de una ayuda en dinero. Pero la mayor parte vuelven al Estado francés más tarde.
Se calcula que el país cuenta con alrededor de 400.000 sin papeles.
Forzado a entrar en un debate que no le favorece y en el que se ve obligado a difíciles equilibrios, Hollande terció ayer asegurando que «no hay demasiados inmigrantes en situación legal; lo que hay es demasiados inmigrantes en situación irregular».
«No podemos permitir que hombres y mujeres, aunque estén hundidos por la angustia y la miseria, vengan a instalarse sin tener las condiciones legales para ser acogidos». Sarkozy prometió reducir de 200.000 a 100.000 los inmigrantes con papeles que cruzan cada año las fronteras del Estado francés. vengan GARA
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