“El éxito de la CUP no se explica sin el ciclo combinado en la calle de soberanismo e indignación”

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Entrevista a David Fernàndez, candidato por Barcelona de la Candidatura d’Unitat Popular – Alternativa d’Esquerres (CUP) en las elecciones de Cataluña
Daniel Escribano
Rebelión
Entrevista traducida por el autor

Tras una larga trayectoria en la política municipal y al socaire del éxito en las elecciones del 22 de mayo de 2011, en que obtuvo en torno a 65.000 votos, un centenar de concejales y cuatro alcaldías en el conjunto del Principado, el pasado 13 de octubre la Asamblea Nacional de la CUP decidió finalmente dar el salto a las elecciones al Parlament. Encabeza la lista por Barcelona el independiente David Fernàndez, un veterano militante de los movimientos sociales de la ciudad. Con una larga experiencia en los medios de comunicación alternativos, actualmente compatibiliza sus responsabilidades al frente de la CUP con su trabajo en el Coop57, entidad cooperativista dedicada a la financiación de proyectos de economía social, en cuyo local, en el barrio de Sants, nos recibe.
En este mismo año, opciones políticas con un discurso contra el neoliberalismo y la llamada austeridad presupuestaria han obtenido importantes avances electorales: Syriza estuvo muy cerca de ser la candidatura más votada en las últimas elecciones griegas; las encuestas pronostican que Sinn Féin podría convertirse en la segunda fuerza en Irlanda del sur; Euskal Herria Bildu (EHB) ya lo es en el Parlamento vasco y es muy probable que lo fuera también en el de Navarra, en la nada inverosímil hipótesis de que hubiera elecciones anticipadas. ¿Ves la posibilidad de que empiece a cuajar algo así también en los países de lengua catalana y, en particular, en el Principado de Cataluña?

Para nosotros, esas referencias internacionales son motivo de esperanza, son la única alternativa posible: construir polos antineoliberales. Lo que pasa es que el ciclo político de los Países Catalanes es muy distinto, no sólo porque llevamos, como en todo el sur de Europa, cinco años de los peores recortes antisociales, de la imposición de los mercados financieros, sino también porque aquí gobernaron las izquierdas durante ocho años y los primeros recortes a los funcionarios públicos los aplicó el tripartito, así como las externalizaciones en el Ayuntamiento de Barcelona. Es decir, ha habido un ciclo político donde las izquierdas de este país han acabado asumiendo el modelo neoliberal, con los matices que haya que hacer, pero en ocho años del famoso Acord nacional de progrés no se ha modificó ni la estructura social ni se avanzó en la defensa del territorio (ahí está el cuarto cinturón). Venimos de un ciclo derrota: aquí las izquierdas han decepcionado, han desencantado y han frustrado. La socialdemocracia se ha hundido; al final, la izquierda ha acabado haciendo como la derecha. Eso es así. Por tanto, no estamos en un ciclo de acumulación de fuerzas y de activar un cambio político y social, como puede ser Syriza, en Grecia, o EHB, en el País Vasco, donde ha habido cinco huelgas generales en los últimos años. Por tanto, eso también es un factor diferencial. En los Países Catalanes estamos en un ciclo de triple hegemonía conservadora: aquí tenemos a CiU y en las islas Baleares y el País Valenciano, al PP. Sin embargo, sí ha habido un gran espacio de resistencia al neoliberalismo en el gran ágora político que es la calle: la indignación, las consultas soberanistas, en que ha participado casi un millón de personas, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) parando desahucios (en este país no ha habido una sola política pública que haya parado un solo desahucio). Por tanto, yo diría que estamos sembrando las semillas para construir un proceso de unidad popular o de construcción de alternativas. En estos cinco años, y desde mucho antes, los movimientos sociales, como escuela de democracia radical, han estado construyendo alternativas fuera de las instituciones o desde otras instituciones. Aquí hemos montado instituciones financieras cooperativas, como Coop57, y estamos creando redes de economía solidaria. En el ámbito económico, excepto en algunos sectores, en régimen de oligopolio o de monopolio, existen alternativas: ellos tienen Endesa; nosotros tenemos Som Energia, que es un nuevo modelo, basado en la democracia energética; ellos tienen el BBVA, el Santander o La Caixa; nosotros tenemos Fiare o el Coop57; ellos tienen Mapfre y compañías aseguradoras vinculadas al ciclo especulativo financiero; nosotros tenemos Ars Cooperativa. Y hoy el terreno que tenemos más articulado contra el neoliberalismo —después ya vendrá una traducción política— es nuestra vida cotidiana. Y aquí sí hemos avanzado mucho, antes incluso de la crisis. El proyecto político de la CUP entronca con ese proceso de construir un polo antineoliberal, como ya lo está demostrando en los municipios, poniendo diques de contención a una apuesta neoliberal de largo recorrido que va mucho más allá de la crisis —que es consustancial al capitalismo—, que va a cargarse un modelo que nació con la derrota del nazifascismo, que garantizaba unos derechos, y que pretende mercantilizarlo todo y abrir nuevos espacios de acumulación primitiva de capital a partir de cuestiones como la vivienda o la salud.

¿Creéis que la CUP podrá recoger el voto de todos estos espacios de protesta y de construcción de alternativas que has mencionado?

Sí. Ése ha sido uno de los elementos que han empujado a la CUP a presentarse por primera vez a unas elecciones al Parlament. El éxito de la CUP en las elecciones municipales del año pasado no se explica sin el ciclo combinado en la calle de soberanismo e indignación. Nosotros invertimos la lógica: no representamos a, sino que somos los desahuciados, los precarizados, los excluidos, los parados. No somos la mediación de nadie ni somos clase política y eso entronca con el tercer eje del programa de la CUP: independencia, liberación nacional —que es indisociable de la liberación social, de la construcción de modelos sociales poscapitalistas— y radicalidad democrática. Hay que acabar con esta forma estafadora de hacer política, elitista, profundamente clasista, que representa los intereses del propio sistema y es el secuestro de la soberanía popular. Pensamos que en el Parlament no hay voz de las clases populares y que el gran debate político de nuestro tiempo es cómo irrumpen las clases populares, la mayoría social, en la resolución de la crisis. Y debemos buscar otra salida, que sea democrática y atienda a las necesidades de las personas. Para la CUP, el Parlament no es el principio de todo ni el final de nada; es una herramienta más donde vamos a hacer de altavoz de las clases populares y vamos a luchar contra este sistema que lo está destruyendo todo y que está anunciando que el futuro será más injusto y más desigual. La CUP somos 1200 activistas, que no sólo están en la candidatura municipal, sino también en la PAH, en la asociación de vecinos, en el movimiento ecologista, en el movimiento feminista o en la lucha contra los centros de internamiento de inmigrantes.

La CUP ha decidido muy recientemente concurrir a las elecciones. ¿Ha tenido algo que ver que Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Solidaritat Catalana per la Independència (SI) no llegaran a ningún acuerdo para formar una candidatura común?

Eso no ha afectado. Nosotros tenemos un proyecto político propio, lo que sucede es que se ha producido una precipitación del tiempo político: recogemos 65.000 votos, 100 concejales y cuatro alcaldías en las elecciones de mayo de 2011, la diada histórica de 2012, cinco años de crisis y la constatación de que existe un espacio político huérfano, si bien el ámbito institucional no es la panacea. Y también está el posible fraude de que las máximas aspiraciones para la libertad política de este pueblo sean nuevamente conducidas a un pacto o una componenda histórica por CiU. Después existe el debate perverso en torno a la unidad. Para nosotros la unidad es una palabra demasiado grande y demasiado seria como para utilizarla banalmente mes y medio antes de las elecciones. Además es curioso, porque hablan de una unidad que ni siquiera se ha consumado. Y nosotros no construimos la unidad en despachos, sino desde la calle. La mejor unidad es la que está arraigada en la calle, cuando estás intentando revertir las injusticias que provoca la crisis.

Todas las encuestas dicen que, con mayoría absoluta de CiU o sin ella, CiU y PP volverán a sumar. ¿Prevéis la hipótesis de un acuerdo sobre financiación entre Mas y Rajoy después de las elecciones?

Es difícil.

¿Qué objetivos se marca la CUP para estas elecciones?

Partimos del escenario de derrota histórica de las clases populares de que hemos hablado, de cinco años de crisis que ha generado las peores desigualdades en este país, que se han multiplicado: 80.000 desahuciados en cinco años, tres millones de pobres en los Países Catalanes y un millón y medio de parados y, en Cataluña, el 10% de los más ricos tiene el 37% de la riqueza. Nuestros objetivos son recuperar la voz, asumiendo que estamos trabajando contra una hegemonía profundamente conservadora y que estamos intentando erigir este muro de contención contra el neoliberalismo. Y, en este sentido, irrumpir en el Parlament será empezar a levantar un muro contra el neoliberalismo en nuestra casa. Nosotros no queremos ser una zona franca del neoliberalismo; queremos aportar al concierto de los pueblos libres la máxima democracia política y económica que podamos, con toda la modestia. No nos inventamos nada, somos los viejos sueños de este país, siempre derrotados, que vuelven a la palestra política, ahora de la mano de una nueva generación —la CUP tiene una media de edad de 36 años—; hemos cogido el testigo de nuestros abuelos y nuestras abuelas y hemos recogido las aspiraciones de máxima libertad política para este pueblo y máxima justicia social para su gente.

¿Creéis que podéis obtener representación parlamentaria?

Sí. El hecho de no ser una máquina electoral permite que cada CUP sea un sensor del territorio. Presentarnos ha sido una decisión rápida —que también tiene su reflexión interna, que venía de lejos—, porque son unas elecciones anticipadas, pero en tres días hemos recogido 27.111 avales, lo que demuestra que el proyecto tiene arraigo y se detecta ilusión y ganas de votar. Es un proyecto de ruptura democrática y de que entre en el Parlament esa calle adonde jamás baja la elite política de este país.

A gran parte de la gente que se ha unido muy recientemente a las movilizaciones por la independencia y que apenas conoce el proyecto de la CUP y, por tanto, ignora sus diferencias respecto a otras candidaturas independentistas le puede parecer que hay una saturación de la oferta independentista, sobre todo cuando la propia CiU ha adoptado un cierto discurso soberanista, desconocido hasta la fecha.

La CUP ha decidido presentarse en asambleas abiertas celebradas en el conjunto del territorio, en función de una lectura del tiempo político y de la orfandad de un espacio político. Son proyectos políticos muy diferenciados y quien los vive y conoce lo notará, porque la CUP está en la calle. La CUP está buscando la solución más democrática, más solidaria y más ética a cada contradicción y desigualdad que agita a nuestra sociedad. Yo no me identifico con una ERC que dice que entre la izquierda y el país, el país, porque eso significa el país de la derecha. Ni me identifico con una propuesta como la de SI, que agita el nacionalismo económico —que no es el instrumento esencial, sino la libertad política de este pueblo, no si cobramos más o menos— y lemas como Espanya ens roba —también nos roba nuestra burguesía—. Son discursos independentistas vacíos de contenido social. El proyecto político es diferente no sólo en el contenido, sino también en las formas de hacer las cosas; la democracia participativa y la democracia real deberían estar en el orden del día.

¿Qué hoja de ruta proponéis para la independencia y qué medidas concretas propondréis si entráis en el Parlament?

Para nosotros, el objetivo fundamental es parar a CiU en todos los sentidos, tanto para que no echen agua al vino y paralice la vía hacia la independencia política de este país, por una parte, y pararle los pies mediante un frente antineoliberal, por la otra. Si entramos en el Parlament, la lucha seguirá estando en la calle y estar en el Parlament significará romper el consenso, romper la hegemonía thatcheriana de que no hay alternativa, denunciar en qué tipo de sistema de poder estamos viviendo: el ciclo de corrupción, privatizaciones para enriquecerse, etc. Es decir, mostrar las contradicciones del país. Y la otra cuestión fundamental es que nosotros no somos los salvadores de nadie, no tenemos una varita mágica, no tenemos un programa que revierte en tres días el neoliberalismo en nuestra casa. La política delegacionista de un programa salvador se ha acabado. Nosotros lo que decimos es que, de esta crisis, o salimos entre todos o no salimos. Si somos capaces de generar resistencias, de articular alternativas y de construir justicia y libertad, saldremos adelante, pero, para ello, la fuerza debe activarse desde la calle, desde la sociedad civil, desde el tejido popular. Para nosotros, el Parlament no es un punto de llegada, sino de partida, para quebrar el discurso neoconvergente que está haciendo esta sociedad más injusta y más desigual y que quiere marear la perdiz hablando de interdependencia.

El periodista Mikel Aramendi distingue dos vías para la creación de nuevos estados independientes: la que denomina vía del Atlántico norte y la balcánica. Y dice que, ante las reivindicaciones a este respecto desde las naciones sin Estado bajo administración española, el nacionalismo español gobernante actualmente está encastillado en la vía balcánica. ¿Qué evolución prevés si prosigue el proceso hacia la independencia de Cataluña?

Está claro que el Estado español no se quedará quieto; activará la presión internacional y económica, sobre todo a efectos de reforzar cohesión interna, y agitará el monstruo del enemigo interior (a lo largo de la historia, la catalanofobia ha sido un elemento cohesionador del nacionalismo español). Pero yo creo que eso también se está quebrando, que, aunque el protagonismo mediático lo tengan los Pedro Jotas, Losantos o las Intereconomías de turno, no representan al grueso de la sociedad española. Nosotros tenemos clara la composición clasista de la sociedad, formamos parte de la clase trabajadora de este país y tenemos relaciones de compañerismo con el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y con gente de Vallecas y de Madrid. Hay una mayoría social en el Estado español que está más preocupada por la crisis y por rodear el Congreso, destituir a una clase política nefasta y construir otros modelos de democracia. Hemos visto cómo reaccionaban los militares, pero yo creo que son más bien muestras de impotencia. Está claro que la vía catalana a la independencia será democrática, pacífica y civil, como expresión mayoritaria del deseo de un pueblo. Y eso en el ámbito internacional es muy difícil de contrarrestar. Habrá tendencias a generar focos unionistas, pero yo creo que el marco convivencial catalán, a pesar de la crisis, no generará conflicto.

¿Prevéis la posibilidad de una suspensión de la autonomía catalana, como se ha sugerido recientemente?

Puede pasar, pero, por decirlo así, ya nos hemos ido. Pueden invocar a una vieja legalidad, pero se encontrarán con una nueva institucionalidad. Cuanto más aprieten, más acelerarán el proceso. Cuando se produce la resolución de un conflicto histórico hay viejas y nuevas legalidades. Pero no lo veo probable, por la posición de debilidad del Estado español en el contexto de la UE y aun menos cuando la UE hace algunos años que ha cambiado el paradigma respecto a la inamovilidad de las fronteras. Hace quince años era taxativa: lo que digan los estados. En los procesos de Escocia, País Vasco, Flandes y Países Catalanes, ya ha dicho que no hará nada a nuestro favor, pero tampoco hará nada para impedirlos. Y lo que reclama es el modo de hacerlo: por la vía ejemplarmente democrática, civil y pacífica. ¿Quién tiene miedo a la democracia? El Estado español. También hay una cuestión de qué es el Estado español en Europa: es un campo de golf y una zona residencial y, como estructura económico-productiva, está en una situación muy difícil, porque hizo una apuesta por el tsunami inmobiliario, una apuesta por ser destino turístico de alemanes e ingleses y se encuentra en una quiebra técnica innegable. Yo creo que el proceso democratizador en los Países Catalanes también será un proceso democratizador en el Estado español y tendrán la oportunidad de empezar a hablar de qué modelo de democracia quieren y dejar de marear la perdiz de la catalanofobia como elemento de cohesión del resto.

Dices que el proceso de emancipación nacional catalán podría servir como factor democratizador del Estado español. No obstante, hace algunas semanas Artur Mas declaró que un hipotético Estado catalán no tendría por qué ser una república…

¿Lo dices por eso de que podríamos compartir el rey? Debe de estar pensando en la Commonwealth, pero esperar de la cultura de las elites políticas españolas la cultura liberal del parlamentarismo británico es pedir un milagro a Santa Rita, patrona de los imposibles. No tenemos rey desde Martín el Humano, afortunadamente, y sería una regresión histórica volverlo a tener. Aun más un rey nombrado a dedo por Franco, rodeado de escándalos económicos, con una fortuna personal impresionante, que ha sido capaz de decir que el castellano jamás ha sido lengua de imposición y con lo que representan los Borbones en la historia de los Países Catalanes. Proclamar monarquías es anacrónico.

Uno de los argumentos esgrimidos por la izquierda contraria a la independencia catalana es que, con la correlación de fuerzas actual, una Cataluña independiente sería un país gobernado por CiU, con sus recortes sociales y su sistema fiscal regresivo.

La hegemonía es la que es y es la que hay en los Países Catalanes, en el Estado español y en Europa. Ahora bien: los derechos políticos no se pueden mercadear. No puedes decir que estás a favor o en contra de la autodeterminación en función de lo que vayas a ganar o perder. Nosotros defendemos el derecho a la libertad política del pueblo trabajador catalán. Y eso no lo malvenderemos por una coyuntura política adversa. Nosotros vamos un paso más allá. Cuando las CUP hacemos municipalismo de base alternativo ya estamos construyendo la sociedad del mañana. ¿Qué significa ser independiente en la UE, en el euro, con una troika que nos tiene la economía intervenida y en el capitalismo senil? Significa dotarnos de estructuras de decisión y de intervención política que transformen la realidad. Y vamos más allá de la democracia formal. Cuando hablamos de instituciones, no sólo hablamos de un parlamento; el cooperativismo es una institución social. Nosotros siempre hemos estado entre la espada del mercado y la pared del Estado. Y en medio está también la sociedad civil, el tejido popular, que también puede construir respuestas a la crisis: repartiendo el trabajo y la riqueza, defendiendo el entorno ecológico y buscando una estructura productiva que nos lleve a una economía poscapitalista. Sin embargo, si gana CiU está claro que seguirá aplicando el plan de ajuste neoliberal.

En la cultura política catalana existe un amplio consenso en torno a la idea según la cual la principal causa de la política de recortes sociales es un modelo de financiación de las comunidades autónomas muy desfavorable para Cataluña. ¿Acaso sea explicable la actual hegemonía conservadora en Cataluña en gran parte por el hecho de que el debate sobre el déficit fiscal catalán se haya reducido a los flujos de renta interterritorial y se haya soslayado el debate sobre el propio sistema tributario y las continuas reformas fiscales regresivas aplicadas durante los últimos años?

Nosotros estamos hartos del Espanya ens roba. Nos roba la burguesía catalana. También es verdad que el café para todos autonómico ha sido una forma de diluir un conflicto irresuelto y que hay un expolio fiscal de 22.000 millones de euros. En el Estado español no hay federalistas y el trato con Cataluña es injusto. CiU explota mucho eso desde una perspectiva partidista y de elite, no de interés de país. Pero ¿y los 16.000 millones del fraude fiscal catalán, que triplica la cifra de los recortes antisociales?

¿Qué política fiscal propone la CUP?

Defendemos una reforma fiscal profunda. Pensamos que para revertir la crisis es necesaria una nueva política fiscal: progresiva, que paguen más los que tienen más, combate contra el fraude fiscal. Que se invierta la lógica actual, que es asaltar las rentas de trabajo y condonar los impuestos a las grandes rentas. Políticas directas, no indirectas —el aumento del IVA es profundamente desigual y a quien más afecta es a las clases populares— y, sobre todo, centradas en el patrimonio y la renta. Sólo con la recaudación del dinero defraudado bastaría para evitar los recortes y aun sobrarían 10.000 millones.

Recientemente has declarado que “existe vida inteligente fuera de la UE”. En caso de que se constituyera un Estado catalán independiente, ¿qué posición propondríais con relación a la UE y la moneda única?

Como decía Ramón Fernández Durán, a nosotros nos dejan votar cada cuatro años, pero los mercados financieros votan cada día. Eso es un tema de debate dentro de la CUP, muy interesante y creo que muy profundizado. Lo que está clarísimo es que estamos por otra UE y que, actualmente, el euro es un proyecto de imposición neoliberal, forma parte del cerebro gris del capitalismo senil y la UE es una máquina de guerra neoliberal. Estamos por una UE que sea política, cultural y social y que no sea un acelerador de la desigualdad Norte-Sur. El otro elemento es la deuda. Sobre eso también hay un debate dentro de la CUP muy interesante y nosotros hemos dicho que hay vida inteligente fuera del euro —yo diría que muy inteligente—, pero el problema es cuando nos planteamos el tema de la deuda: ya vía Madrid, en el actual estado borbónico-autonómico, ya vía Bruselas, nos exigirán pagar una deuda. Es decir, transferir rentas desde abajo hacia arriba para pagar una deuda privada que no es nuestra. Nosotros decimos que estamos por no pagar la deuda privada y por el aplazamiento del pago de la deuda pública. ¿Por qué? Porque hay otras prioridades sociales, estamos en una situación de emergencia, y porque, antes de pagar, queremos realizar una auditoría de la deuda. ¿En qué puede derivar eso? Todavía no ha pasado en Grecia y es difícil que pase aquí, pero puede pasar que haya una expulsión del euro. Si te expulsan, es cuando nosotros decimos: también hay vida fuera del euro; existen Islandia, Noruega y otros países. Y en la propia UE, hay países que están dentro del euro y otros que están fuera de él. Pero ése es un debate que la CUP aun tiene que realizar. Pensamos que los pueblos de Europa deberían conducir a la democracia global. Y también tenemos la perspectiva de que nosotros somos mediterráneos y no queremos vivir de espaldas al mundo, y menos de espaldas a las mayorías empobrecidas del planeta. Miramos a Europa, pero también miramos al Magreb, al Mediterráneo, a nuestra querida Palestina.

Ha habido algún sector independentista que ha propuesto que el Estado catalán disponga de ejército. ¿Qué posición tiene la CUP al respecto?

Ésas son mentalidades ancladas en la Europa belicista, en la Europa que ve al resto de pueblos del mundo como enemigos y que quieren defender un sistema profundamente injusto y desigual, que permite que mueran personas de hambre, que Repsol acose a África y al gas argelino. Y es también un insulto reciente a este país, que es el país de las manifestaciones contra la guerra y de los insumisos. Este país ha vivido y ha sobrevivido sin Estado y contra el Estado. El pueblo catalán ha sobrevivido a siglos de imposición desde la resistencia popular. El programa de la CUP habla abiertamente de unos Países Catalanes desmilitarizados y fuera de la OTAN. En las pocas ocasiones en que este país ha podido ejercer la democracia, Cataluña ya votó, en 1986, que quería estar fuera de la OTAN.

La CUP adopta a los Países Catalanes como marco nacional. ¿Cuáles son vuestras propuestas para su construcción política, considerando sus desequilibrios regionales?

Los Países Catalanes son, sobre todo, una realidad cultural, una lengua compartida, una realidad social —nosotros trabajamos en red en el conjunto de los Países Catalanes— y pueden y deberían ser un marco político basado en la confederalidad, a partir de los procesos de cada territorio. La Constitución de 1978 prohíbe explícitamente la federación de comunidades autónomas y lo hace pensando en los Países Catalanes. Cuando se ha certificado la defunción de la Transición, hay que abrir nuevamente todas las puertas y ventanas y volver a debatir sobre aquello que se nos negó.

Estos días se ha reavivado un viejo debate del catalanismo en torno al papel de la lengua castellana en una hipotética Cataluña independiente. Artur Mas ha declarado que, en caso de que Cataluña tuviera Estado propio, el castellano también sería oficial. ¿Qué régimen de oficialidad lingüística propone la CUP?

El debate ya es otro, porque en esta ciudad, por ejemplo, ya se habla urdu, chino, tamazight y muchas otras lenguas. Debemos construir una sociedad que no sea multicultural —que significa que la gente no se conoce—, sino intercultural —basada en el respeto mutuo—. Sabremos también otras lenguas, pero pensamos que la lengua común debe ser el catalán. Por eso, la CUP defiende la oficialidad del catalán, que es la lengua común de los Países Catalanes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


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