by editor | 6th April 2013 10:31 am
“No creo en los maximalismos que llevan a la inacción absoluta”
Jordi Molina
nuevatribuna.es
Es partidaria de la acción cotidiana y rehúye los discursos de crítica capitalista de gran complejidad. Desde que llamó “criminal” a un representante de la Banca, se ha convertido en la cara más visible de los movimientos sociales en los grandes medios. Sin embargo, su lucha en favor del derecho a una vivienda digna se remonta al año 2004. Entonces, en el marco de las protestas antiglobalización y en contra de la Guerra de Irak, unos cuantos activistas se especializaron en temas de vivienda. Entre ellos, Ada Colau (Barcelona, 1974) la líder antideshaucios que no quería serlo.
molina_jordi | El Tribunal de Justicia de la UE os ha dado la razón.
Habíamos insistido mucho en que la normativa española sobre los desahucios era ilegal. Ha tenido que ser la Unión Europea la que, finalmente, ha penalizado las prácticas del Gobierno español.
¿Qué supone esta sentencia para la PAH?
Ada Colau | Con la sentencia europea se deberían poder parar cerca de 200.000 procesos de ejecuciones hipotecarias. La resolución dice lo mismo que denuncia la Plataforma desde hace años. Exigimos que se asuman responsabilidades políticas.
Y las estáis exigiendo ‘cara a cara’ con los diputados. ¿Cómo va la presión social delescrache?
Estamos en una fase inicial y justo ahora empieza la segunda. En un primer momento, hemos invitado a los diputados a venir a nuestras reuniones y muy pocos han respondido. Como no han venido a conocer la realidad social, la realidad social ha ido a buscarlos. Ahora hemos pasado a interpelarles personalmente en la calle. Estamos convencidos de que, si conocen la gravedad de la situación, votarán en favor de nuestras propuestas. La ciudadanía se organiza colectivamente y señala los representantes públicos. Creemos que en el Congreso se diluye la responsabilidad individual de los representantes en las votaciones.
Una estrategia de presión popular que se hacía en Argentina para señalar a los responsables de la dictadura militar.
En cierto modo sufrimos una dictadura financiera. Nuestras políticas sociales y nuestros derechos fundamentales están a merced de la clase financiera. Son contextos diferentes y hay que salvar distancias, pero son similares. Eso sí, aquí los responsables no deben responder por sus crímenes, sino que además son premiados por la gestión pública.
Señalar los diputados responsables. ¿No sería justo también hacer una discriminación positiva?
Lo hemos hecho, pero nos lo han reflejado poco. Los primeros en responder fueron ICV y ERC, que trasladaron al Congreso nuestras demandas cuando los desahucios aún no eran noticia. Han llevado nuestras propuestas al Congreso hasta en cuatro o cinco ocasiones. Por el contrario, y hasta hace cuatro días, el PP y PSOE, siempre habían votado en contra. CiU y PNV han sido más ambiguos y han votado según soplaba el viento.
¿Te ves dentro de unos años formando parte de alguna lista electoral?
Lo he pensado porque mucha gente me lo ha dicho. Y de sectores muy diferentes. De hecho, dos fuerzas me llamaron para las elecciones catalanas. Rechacé ir en las listas de ICV-EUiA y la CUP, a pesar de compartir buena parte del programa. Sinceramente, no creo que un fichaje individual cambie nada. Creo que ahora mismo se hace más desde fuera del Parlament que desde dentro. Es necesaria una refundación de la democracia en la que el conjunto de la ciudadanía se implique. La PAH, una organización sin casi recursos, ha tenido mucha más incidencia que ningún partido… En el futuro, si abordamos un proceso amplio de revisión de maneras de hacer, puedo plantearme participar en la política, pero en ningún caso con el sistema de partidos actual.
La Plataforma hace una crítica sistémica, como la hizo el movimiento del 15-M. ¿Comparte la misma esencia?
Tenemos puntos en común, pero no somos iguales. De hecho, la Plataforma nace dos años antes del estallido de indignación del 15-M. En ese momento, se produjo un encuentro perfecto entre una cosa y la otra. Por un lado, el 15-M vio en la labor de la Plataforma un trabajo previo que había que integrar. Y, por otro, nosotros, que hasta entonces sólo estábamos consolidados en Catalunya, nos extendimos por el territorio español.
El 15-M rehuyó de liderazgos y exigía una “democracia real”. La PAH ha encontrado en ti una única portavoz y ha sabido concretar en las demandas. ¿Se ha tratado de no caer en los mismos errores?
Nosotros lo hemos tenido más fácil porque somos una plataforma sectorial. Pero sí es cierto que, más allá de la expresión inicial de malestar y de indignación, había un segundo proceso de concreción. Y nosotros, con el tema de la vivienda, ya teníamos un trabajo hecho de denuncia y de indentificación de responsables. Por otra parte, no soy la única portavoz. Simplemente he estado en la Plataforma desde el principio, he tenido incidencia en la generación del discurso y es razonable que sea una de las caras más visibles. En la Plataforma hay gente muy válida en diferentes sectores y tratamos de poner al servicio del movimiento las habilidades de cada uno.
¿Temes convertirte en una víctima mediática? Te hemos visto en platós donde sólo se escucha a quien más grita…
Sabemos lo que hacemos. Ir a según qué programas de televisión no quiere decir que todo nos parezca bien. Pero hoy en día, es un hecho que vivimos en una sociedad mediática y para llegar a la mayor parte de la población, que siempre ha sido nuestra vocación, hay que pasar por los grandes medios. Debemos hacerlo con cuidado, dosificando nuestras apariciones y con espíritu crítico. Quizás con una o dos veces que vayamos a ‘El Gran Debate’ de Tele5 es suficiente. Y tratamos de pactar entrevistas, no aparecer únicamente en el intercanvio de gritos.
¿Ha habido voces discordantes dentro de la Plataforma sobre la participación en este tipo de programas?
Sí, no todo el mundo lo ha visto de la misma manera. Hay gente que es más crítica… Ahora los que insisten en que los visite son los del ‘Gato al Agua’, de Intereconomía.
¡Qué miedo!
Estamos debatiendo qué hacer…
Los grandes medios silenciaban la problemática o la abordaban desde el sensacionalismo. Ahora parece que se empieza a hablar más de la organización de la PAH.
Tenemos claro que el gran medio de masas es una empresa que funciona con criterios de rentabilidad. Cuando éramos totalmente desconocidos sufrimos casos de pequeña censura. Convocábamos los medios para que captaran acciones que hacíamos frente a algunos bancos y las televisiones, por ejemplo, tenían prohibido enseñar los logos de las entidades financieras, que son las grandes proveedoras de publicidad. Cuando no se ha podido silenciar el fenómeno hemos visto cómo nos llamaban para enterarse de los desahucios más traumáticos, buscando la parte morbosa del drama. Desde la famosa comparecencia del Congreso se ha hecho más visible la parte de la movilización social y se ha mostrado el proceso de empoderamiento de la gente.
La comparecencia en la que tildas de “criminal” a un representante de la Banca… La red hirvió. ¿Qué papel han jugado las redes sociales?
Las palabras de criminal se han magnificado mucho desde los medios, pero en las redes miles de personas habían visto la comparecencia entera. Es un medio de comunicación emergente que, de momento, no está controlado por las grandes empresas. Se ve, cada vez más, cómo lo que las redes recogen acaba determinando el contenido de los programas.
La PAH combate las injusticias del día a día. ¿No crees que es necesaria una crítica más global?
No creo en los maximalismos que llevan a la inacción absoluta. Llevo varios años de activismo y he comprobado su ineficacia total. Creo en “hacer a medida que haces”. Los pequeños gestos desencadenan las grandes transformaciones. Si vamos con un discurso maximalista de crítica capitalista, de cero colaboración con nadie que pueda estar manchado, llegaremos a poquísima gente. Hoy necesitamos mecanismos concretos que permitan a los afectados sobrevivir y no quedarse en la calle. Y, en este proceso, se desencadenan procesos colectivos de transformación que generan un efecto de bola de nieve.
Las políticas públicas de vivienda han sido las grandes olvidadas. ¿Por qué?
La cuestión de la vivienda ha sido un auténtico desastre. A finales del franquismo comienza un modelo de cambio en términos sociales y culturales. José Luis Arrese, ministro de Franco, lo plasma en la frase: “queremos un país de propietarios, no de proletarios”. Poco a poco, se avanza hacia una sociedad individualista y conservadora que no sólo se perpetúa en democracia, sino que se radicaliza. En 1998, el PP le da un empujón definitivo a la burbuja inmobiliaria con el “todo urbanizable” de Francisco Álvarez Cascos. Pero es que el PSOE fue el que liberalizó el alquiler, con el ‘decretazo’ de Miguel Boyer. Los dos grandes partidos han hecho que el alquiler no sea una alternativa y nos han llevado a todos al sobreendeudamiento.
Zapatero decía que la economía española estaba en la Champions League …
Exportaciones, milagro español … Era una estafa. En ese momento la burbuja permitía el modelo de ‘todos estamos ganando’. Los que han gobernado no se han atrevido a detener ese aparente modelo de crecimiento de la burbuja inmobiliaria porque temían que la oposición y la ciudadanía se les echara encima. Vivimos en una democracia descafeinada en la que sólo importa ganar las elecciones. La política miope, más pendiente de los réditos electorales que de hacer una sociedad más justa, nos ha llevado directamente al abismo.
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