by editor | 2013-06-16 10:00 pm
Un manifestante se protege de los gases lacrimógenos lanzados por la policía turca en la plaza Taksim.- EFE
Con el desalojo policial del parque Gezi, el movimiento ciudadano contra el Gobierno turco ha perdido su símbolo, pero no su espíritu: en Estambul, en Ankara y en otras ciudades siguieron este domingo las protestas y choques con los agentes antidisturbios.
Si durante toda la madrugada las calles de Estambul fueron escenario de enfrentamientos, la llegada del día no calmó la situación. La aparente tranquilidad del mediodía, con los operarios municipales plantando flores en Taksim y limpiando de tiendas y carpas el parque, se reveló como un espejismo poco después. En Istiklal, la arteria comercial que conduce a Taksim, los agentes recurrieron sobre las 13.00 GMT a balas de goma y botes de humo para impedir que un grupo de manifestantes avanzara hacia la plaza, clausurada a cal y canto por un cordón policial.
Una redada en el Colegio de Ingenieros, para evitar que fuera usado como improvisado ambulatorio, cañones de agua contra los concentrados en el distrito de Kurtulus y detenciones en el hotel Ramada fueron algunas de las escenas vividas en la ciudad del Bósforo. En el barrio de Besiktas también se produjeron algunos choques, con el habitual uso masivo de gas pimienta. Ya por la noche, los vecinos protagonizaron una ruidosa cacerolada, una de las formas que esta revuelta ciudadana turca ha tenido para denunciar los excesos del Ejecutivo.
Las manifestaciones se han reproducido en una decena de ciudades repartidas por todo el país
Mientras su policía reprimía las manifestaciones, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, se rodeó de decenas de miles de simpatizantes[1] ante los que insistió en justificar el desalojo, defender la rotunda actuación policial y denunciar que las protestas son un complot internacional para desestabilizar Turquía. El mensaje caló hondo entre sus fieles ya que, según el diario Hürriyet, tras el mitin de Erdogan un grupo de unas 30 ó 40 seguidores del mandatario atacó a los manifestantes antigubernamentales que huían de la Policía.
Entre 30 y 40 personas, armadas con palos, salieron del barrio de Kasimpasa, feudo del partido gubernamental Justicia y Desarrollo (AKP), y se dirigieron a la calle Istiklal, donde agredieron a manifestantes. Los individuos persiguieron a los manifestantes hasta la sede local del opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP), cuyas puertas acristaladas destrozaron. Una diputada del CHP, Binnaz Toprak, que se hallaba en el edificio, aseguró al citado diario que los agresores se declararon simpatizantes del AKP.
No ha sido el único caso. Durante la jornada, numerosas informaciones en los medios sociales han denunciado que tras la arenga de Erdogan, sus fieles, organizados en grupos, salieron hacia los barrios cercanos a Taksim para perseguir y golpear a quienes protestan contra el Ejecutivo. En fotos y vídeos se observaban grupos de jóvenes, todos hombres, armados de palos que marchaban junto a vehículos policiales. Es la primera vez que se confirma que simpatizantes progubernamentales participan de forma violenta en las protestas. Anteriormente se habían difundido fotografías de individuos de paisano armados con porras que parecían ayudar a la Policía en Esmirna, pero las autoridades declararon que se trataba de agentes de paisano.
Así las cosas, la oleada de protestas parece que no se detendrá con el desalojo de Gezi, ocupado por miles de personas hace casi tres semanas para evitar su destrucción; sigue así adelante pese a que los indignados turcos han perdido su centro de operaciones. Las manifestaciones se han reproducido en una decena de ciudades turcas repartidas por toda la geografía del país, desde el Egeo hasta Anatolia, pasando por la costa del Mar Negro. Especialmente virulentos han sido los enfrentamientos en Ankara, donde la policía causó indignación al disolver con gases lacrimógenos una marcha fúnebre en honor a un manifestante muerto en días pasado.
Los antidisturbios usan cañones de agua diluida con gas pimienta
Por otro lado, dos de los mayores sindicatos turcos y tres colegios profesionales anunciaron la convocatoria de una huelga para el lunes,[2] así como de manifestaciones por las calles de las principales ciudades del país. Pese a todo, el Gobierno siguió concentrando su atención en Taksim, el símbolo de la revuelta. Sólo los periodistas acreditados tenían este domingo paso franco por la zona, en la que incluso se ha restringido la circulación de turistas.
El celo de las autoridades para evitar que la plaza vuelva a llenarse de manifestantes ha llegado al punto de advertir de que a quien entre en el lugar se le aplicará la legislación antiterrorista. [3] “A partir de este momento, cualquier persona que se encuentre allí, lamentablemente tendrá que ser considerada por el Estado como miembro de una organización terrorista”, advirtió en una entrevista con la televisión el ministro de Asuntos Europeos, Egemen Bagis. Las autoridades ordenaron incluso suspender el tráfico marítimo desde la parte asiática de la ciudad para dificultar la llegada de manifestantes.
Según la emisora NTV, unas 40 personas fueron detenidas este domingo en Estambul en los distintos choques que se produjeron alrededor de la plaza. El Gobernador de Estambul, Hüseyin Avni Mutlu, reconoció esta mañana que el agua a presión lanzada contra los manifestantes de los blindados contenía una “solución médica”, que el diario turco Milliyet identificó como gas pimienta.[4] Eso explicaría los testimonios que circulan por las redes sociales de manifestantes, apoyados por fotografías, que aseguraban haber sufrido graves irritaciones cutáneas y enrojecimientos tras haber sido rociados por el agua de los blindados policiales.
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