by editor | 2013-09-18 9:26 am
Desde el restaurante de Nevroz Algiç, uno puede degustar la especiada comida local mientras disfruta de las mejores vistas sobre la línea del frente, literalmente al otro lado de la calle. La cercanía es tal que el martilleo de las balas es aún perceptible entre el arabesque, esas populares tonadas turcas impregnadas de melancolía árabe.
Situada a 1.000 kilómetros al sureste de Ankara, la localidad kurda de Ceylanpinar era conocida por un gigantesco complejo agrícola pero hoy pasa por ser el pueblo en suelo turco más castigado por la guerra en Siria. Desde octubre de 2012, cuatro vecinos han perdido la vida y docenas han resultado heridos por balas, obuses y morteros «perdidos». Los numerosos agujeros de balas y obuses en la fachada de este mismo edificio dan fe de ello.
«Los profesores comían y se alojaban aquí hasta hace poco pero ninguno quiere venir aquí ahora», lamenta Algiç. «Nadie sabe cuándo empezarán los disparos y las bombas ni cuándo acabarán», relata esta kurda local. Su clientela se ha reducido en un 80% a causa del conflicto pero las pérdidas materiales no han sido lo peor:
«Mi marido fue herido por la metralla, mi hijo menor está traumatizado por las explosiones y el mayor ha dejado la universidad», continúa, sentada junto a una ventana rota aún sin reparar. A su espalda, un tren de mercancías atraviesa lentamente la «tierra de nadie» entre Kurdistán Norte y Oeste -bajo control turco y sirio, respectivamente-. Precisamente fue la línea del Orient Express, construida en 1911, la que serviría para delimitar a su vez las fronteras de Siria y Turquía diez años más tarde. La vía férrea unía Berlín con Bagdad, pero dividía familias kurdas y árabes a ambos lados de la frontera. La localidad kurda de Serekaniye pasó a llamarse Ceylanpinar en el lado turco y Ras al-Ayn en el sirio.
Camino del paraíso
Como la mayoría aquí, Mehmet mantiene sus lazos familiares al otro lado de la vía. Este funcionario que prefiere no dar su nombre completo asegura que la situación comenzó a deteriorarse el pasado 8 de octubre.
«Aquella noche vi gente armada bajar de un autobús. Llamé a la Policía y me dijeron que no me preocupara, que todo estaba bajo control», recuerda este hombre que ronda los cincuenta años. Dice que otros vecinos también llamaron a la comisaría tras ver combatientes armados cruzar la frontera hacia Siria. La respuesta fue aparentemente la misma para todos: «Todo está bajo control».
«A menudo vemos pasar autobuses con todas las cortinas echadas. No tengo ninguna duda de que se trata de islamistas camino del paraíso», asegura Mehmet. «Aquí los combates no son entre los rebeldes sirios y Assad sino entre los kurdos de Siria y Jabat al-Nusra -grupo afín a Al Qaeda-», añade.
Desde el comienzo del levantamiento en marzo de 2011, los kurdos de Siria -la principal minoría del país- han apostado por una posición neutral que les ha llevado a combatir tanto contra Al-Assad como contra la oposición.
A pesar de los constantes bombardeos y enfrentamientos armados, en julio de 2012 se hicieron con el control de las zonas en las que son compactos, en el norte del país. La localidad de Serekaniye vivió importantes combates entre el YPG -siglas kurdas para Grupos de Resistencia Popular, el movimiento armado de los kurdos de Siria- y el Ejército Libre Sirio, el principal grupo armado de la oposición. Ambas partes firmaron un alto el fuego el pasado 12 de julio pero Jabat al-Nusra se desmarcó del mismo.
«La prensa turca calla, pero aquí todos sabemos que Turquía está dando cobertura a Jabat al-Nusra para evitar que los kurdos de Siria consigan una región autónoma. Los terroristas se alojan en una de las granjas, a unos cuatro kilómetros de aquí; entran y salen de Siria sin problemas y sus heridos son atendidos en hospitales turcos», denuncia Mehmet.
Ibrahim Polat, periodista local para la agencia de noticias Dicle, corrobora y matiza el testimonio: «Durante los últimos meses, cientos de combatientes han sido evacuados por ambulancias turcas a hospita- les como el de Ceylanpinar mientras que los que presentaban heridas más graves eran llevados al de Balikdigol, en Sanliurfa, la capital provincial», explica Polat. «Mientras tanto, se niega la atención médica a los combatientes kurdos».
Fuentes anónimas del ambos centros aseguraban a GARA que hoy no hay combatientes heridos en Ceylanpinar pero sí en Sanliurfa.
Desde su despacho, Musa Çeri, miembro del AKP -el partido en el poder en Turquía- y gobernador del distrito, admite los rumores, pero los niega tajantemente.
«Es rotundamente falso que estemos dando ninguna cobertura a grupos terroristas de ninguna clase, mi Gobierno no sería capaz de tal cosa», explica Çeri, subrayando que el Ejecutivo de Ankara está haciendo «todo lo posible para atender el gran número de refugiados sirios en suelo turco» -más de 200.000, según datos de Naciones Unidas-. «Nuestra religión, el islam, nos obliga a acoger y atender a todo necesitado», apunta el gobernador.
Sin embargo, Çeri no oculta su preocupación por la que considera es «la amenaza terrorista más apremiante».
«Los combatientes kurdos de Siria no son más que una filial del PKK -Partido de los Trabajadores de Kurdistán-. Si finalmente consiguen llegar a un acuerdo y controlar su zona, el terrorismo acabará por extenderse a nuestro suelo», añade el representante del Gobierno turco, a la vez que reconoce que uno de los principales temores de Ankara es que los kurdos de Siria construyan una región autónoma similar a la del norte de Irak.
Desde el edificio anexo, Ismail Arslan, alcalde de Ceylanpinar por el BDP -la coalición dominante entre los kurdos de Turquía-, lamenta el elevado precio que su localidad está pagando dada la actual coyuntura bélica. «La gente se marcha, se cierran tiendas y negocios, se desploma el precio de las casas…», explica este antiguo abogado. Pero añade que los efectos de la guerra van «mucho más allá» de la destrucción y el abandono: «En Ceylanpinar somos un 60% de kurdos, 30% de árabes y un 10% de asirios, turcos y miembros de otras nacionalidades, pero el conflicto está sembrando la desconfianza entre nosotros destruyendo una convivencia armónica de siglos».
Arslan prefiere no pronunciarse sobre el supuesto centro de combatientes a escasos kilómetros de aquí. Sin embargo, no vacila a la hora de señalar culpables:
«Turquía dice ser un país democrático, pero está envuelta en una guerra muy sucia», asegura el alcalde de Ceylanpinar. «Creo, sinceramente, que nuestros problemas acabarán cuando Ankara deje de apoyar a grupos afines a Al Qaeda».
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