El kirchnerismo le entrega el gobierno al nuevo menemismo del SIGLO XXI

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La hacatombe silenciosa e implosiva provocada por los resultados electorales del 11 de agosto, están dejando secuelas, que si bien no son explicitadas por los estrategas de la mesa chica kirchnerista, pueden comenzar a percibirse en las acciones de los candidatos perdedores de la capital y Buenos Aires: los dos distritos espejo del resto de las provincias donde los votos fueron adversos en las principales distritos argentinos.

En estos casos, donde el resultado de las pseudo-primarias resulta adverso, existen al menos dos opciones para tener en cuenta al momento de planificar la estrategia electoral con miras a la verdadera elección de medio término, hacia las elecciones presidenciales del 2015.

La primera de ellas, de acuerdo al manual de la vanguardia militante que conduce un proyecto político de gobierno, sería mantener el discurso y las políticas que se vienieron desarrollando en estos años de gobierno, a saber: aplicación de impuestos a los salarios de los trabajadores, mantenimiento de IVA a los alimentos esenciales, políticas inflacionarias, pago serial de intereses de la deuda externa, fuga de capitales vía bolsa de comercio, cepo cambiario, importación masiva de combustibles, pactos con las principales corporaciones internacionales como Monsanto, Cargill, Chevron, Barrick Gold, Dupont, Procter & Gamble, Wall Mart, solo como algunos ejemplos de la convivencia del gobierno con los principales actores del capitalismo salvaje y depredador que continúan haciendo negocios con el gobierno.


Cristina tiene en este sentido un amplio espectro de aliados económicos para relatar las maravillosas políticas macroeconómicas a su criterio “peronistas” (a criterio de varios peronistas, un justicialismo de centroizquierda) que sin embargo llevaron a la peor derrota política desde el 2003, en que  Néstor Kirchner lograra el 22 % de los votos con los que llegó a la presidencia, tras la deserción de Menem y el menemismo.

Esta contradicción esencial del gobierno nacional y popular de pregonar un discurso progresista socialdemocrata aliado a las principales empresas transnacionales norteamericanas, canadienses y europeas, podría ser parte de la explicación de este momento político. El gobierno se encuentra acechado por las propias transnacionales que se disponen a mantener el poder real y la propiedad de las riquezas generadas en Argentina a través de los candidatos Massa o Scioli, ambos dos, parte del gobierno kirchnerista de manera parcial o total, ambos dos, representantes de la nueva derecha viable en un país conservador y feudalizado, productor de materias primas agricola-ganadero- extractivo.


La segunda de las variantes es similar a la primera pero con una diferencia sustancial: el gobierno está cavando su propia fosa queriendo cambiar el discurso para “salir por derecha” visitando los estudios de televisión de TN y el “Grupo Clarín”, asistiendo a programas donde son burlados (por asistir)  como un intento ingenuo de creer que dando un debate en las propias entrañas del monstruo mediático (ganador de la inaplicable ley de medios) pueda dar vuelta la elección de octubre.

Las propias limitaciones ideológicas de Cristina, su “vanguardia” y sus operadores políticos “camporistas” de “Unidos y Malorganizados”, han conducido al gobierno a una encerrona que lo lleva a enfrentarse con una ineludible “retirada” con o sin desbande, la dispersión de las fuerzas militantes y la entrega de los sueños de buena parte de la militancia setentista a un gobierno pseudo-peronista de derecha: un nuevo menemismo del siglo XXI


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