by editor | 2013-09-13 9:26 am
El martes 10 de septiembre el presidente de EE.UU. Barack Obama pronunció un discurso en defensa de un ataque militar contra Siria. Admitió -a regañadientes- que la propuesta de Putin de una solución diplomática podría ser viable si Assad entrega las armas químicas.
El objetivo primordial del discurso fue persuadir a los ciudadanos que se oponen a la guerra contra Siria, que según todas las encuestas son una mayoría -dos tercios de la población. En reconocimiento explícito al amplio rango de oposición a la guerra, se dirigió “a aquellos en la derecha, que se oponen a la guerra; a aquellos en la izquierda que se oponen a la guerra, les pido que vean los videos de los niños gaseados por el brutal gobierno de Assad”.
Otro factor condicionante de este discurso, fue que Obama consultó al Congreso en busca de aprobación para la guerra. Pero el conteo de intención de votos, de senadores y de diputados se inclina categóricamente por el No a la intervención. Ante el prospecto de un fracaso y para intentar ganar tiempo, Obama anunció que el voto del Congreso se pospondría.
Obama fundamentó su llamado a la guerra contra Siria, en el rol de EE.UU. como “sostén de la seguridad global”. Siria, según su razonamiento, debe ser bombardeada porque su gobierno usó armas químicas contra civiles. No se refirió a las serias dudas sobre la autoría de esos atentados. Ni presentó evidencia alguna que respaldara su reclamo de que dichos atentados fueron cometidos por el gobierno sirio.
Como lo señala, entre otros, el periodista David Lindorff, las repetidas amenazas verbales de Obama del uso de fuerza contra Siria, constituyen en sí mismas una infracción al derecho internacional. Más aún cuando van acompañadas de la movilización de buques de guerra en el Mediterráneo Oriental, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico alistados para disparar cientos de misiles en Siria. Las amenazas de uso de fuerza del gobierno de Obama constituyen una infracción al Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas -pero EE.UU. no tendrá que responder ni por esta ni por ninguna otra infracción al derecho internacional, al menos en el presente.
Obama, a la par de reclamar que el papel de EE.UU. es de “sostén de la seguridad global”, dijo que “EE.UU. no es la policía del mundo”. Este discurso de dos filos, aparentemente esquizofrénico, no es más que un recurso para disuadir a los sectores mayoritarios de la población que no están de acuerdo con una nueva intervención militar. Por ello, se identifica aparentemente con los que rechazan el rol policial de EE.UU. y a partir de allí, promueve la guerra como “deber humanitario”. Un recurso demasiado transparente, dirán algunos, pero ha funcionado en el pasado con diferentes gobiernos estadounidenses. Quizás no funcione esta vez porque tanto va el cántaro a la fuente… Y, fundamentalmente, porque existe una sólida oposición a la guerra entre la población, que reclama que su gobierno se enfoque en mejorar las condiciones de empleo, de salario, de atención médica, de salud, de vivienda, de justicia racial, de inmigración.
Reacciones al discurso de Obama
Noam Chomsky – reconocido intelectual y opositor político en entrevista con Amy Goodman de Democracy Now!:
“Sería una buena idea mirar los videos del ataque con gas en Siria. También deberíamos mirar las fotos de los fetos con malformaciones en los hospitales de Saigón, una tragedia que sigue ocurriendo décadas después de que John F. Kennedy lanzara ataques a gran escala usando armas químicas contra Vietnam del Sur, 1961, fumigando ese país con Agente Naranja, un compuesto de dioxina. La dioxina es uno de los agentes cancerígenos más potentes. […] O podemos mirar las fotos de los fetos con deformidades en Fallujah, blanco de ataque de los marines de EE.UU. en noviembre de 2004, donde mataron a miles de personas, asolaron la ciudad, usaron armas -de características desconocidas que dejaron residuos radiactivos de un nivel que los epidemiólogos estimaron similares a los de Hiroshima. Sus efectos en la alta incidencia de cáncer, de fetos con deformidades, de niños devastados por horribles malformaciones, también debemos mirar eso. Esas son las maneras en las que EE.UU. se han conducido como garantes de la seguridad global durante siete décadas. […]
La idea de que EE.UU. haya introducido e impuesto principios en el derecho internacional, ni siquiera puede considerarse como una broma. Estados Unidos ha llegado tan lejos que hasta vetó resoluciones del Consejo de Seguridad sobre el respeto al derecho internacional. Eso sucedió en la década del 80 con Reagan. No se señaló ningún país por su nombre, pero era evidente que la intención era pedir que EE.UU. respetara el derecho internacional, posteriormente al rechazo estadounidense de la resolución de la Corte Mundial que lo condenó por el uso ilegal de fuerza -esto significa terrorismo internacional- contra Nicaragua. De hecho, EE.UU. se ha comportado como un país al margen de la ley, el principal estado delincuente, que ha cometido las más graves infracciones contra el derecho internacional, negándose a aceptar las convenciones internacionales. Hay poquísimas convenios internacionales que hayan sido aceptados por EE.UU., y los pocos que ha firmado lo ha hecho con el condicionamiento de que no sean aplicables a EE.UU. -incluso la convención contra el genocidio. EE.UU. se ha auto-otorgado el permiso para cometer genocidio. Y eso fue aceptado por la Corte Internacional de Justicia. En el caso de Yugoslavia vs. OTAN, uno de los cargos fue genocidio. EE.UU. apeló ante la corte, diciendo que, según la ley, EE.UU. tiene inmunidad ante el cargo de genocidio, que está auto-inmunizado, y la corte lo aceptó, entonces el caso siguió adelante contra los otros países de la OTAN sin incluir a EE.UU. […]
Es asombroso, debería ser asombroso que un presidente de EE.UU., que es además un abogado constitucionalista, un graduado de la Escuela de Derecho de Harvard, diga cosas como estas, con total conocimiento de que los hechos son exactamente lo opuesto. Y hubo millones y millones de víctimas que pueden atestiguarlo. Justo hoy, es una fecha importante, el 40 aniversario del derrocamiento de la democracia parlamentaria de Chile, con ayuda sustancial de EE.UU., porque insistimos en apoyar a una dictadura viciosa, que se convirtió en un centro internacional de terror […] Ahora, el cuadro presentado por el presidente Obama es -ni siquiera merece el nombre- un cuento de hadas. [..] EE.UU. es un estado militarista violento. Ha estado involucrado en acciones militares por todas partes. Invadió Vietnam del Sur, prácticamente destruyó Indochina, invadió Irak, estimuló el conflicto sunita-chiíta, que ahora está haciendo jirones la región. EE.UU. pasa rápidamente a la acción militar de manera unilateral. A veces consigue aliados que lo acompañen. En el caso de Siria, ni siquiera pudo lograrlo. EE.UU. está auto-inmunizado frente al derecho internacional, que prohíbe la amenaza y el uso de fuerza. Por ello, cuando el presidente Obama dice repetidamente que todas las opciones están sobre la mesa con respecto a Irán, sus palabras constituyen una violación del derecho internacional. Al hacer una amenaza del uso de fuerza, comete una infracción al derecho internacional, y lo hace porque se ha auto-inmunizado, se ha puesto al margen de ese delito… ¿Podemos pensar en cualquier otro país que use la fuerza militar a nivel internacional en una escala ni remotamente similar a la de EE.UU. durante estas siete décadas -en las que, según Obama, EE.UU. ha sido un sostén de la seguridad global?”
Internacional Action Center (Centro Internacional de Acción, IAC, según sus siglas en inglés). Esta organización surgió en 1992, para organizar la movilización contra la guerra en Irak [1] [1].
La declaración del IAC dice que el discurso que Obama contenía las mismas mentiras que el gobierno estadounidense ha venido repitiendo sobre Siria para justificar una intervención armada, lo que demuestra que la guerra podría ser postergada pero que la intención sigue vigente. Dice que la mayor mentira es que Assad aceptó entregar las armas químicas porque EE.UU. representa ‘una amenaza militar creíble’. Sostiene que lo que ha sucedido en realidad es que los militaristas del Pentágono, los representantes de los intereses de Wall Street, se toparon con “muro gigante de resistencia”. Se vieron forzados a retroceder por el momento. Agrega que en la coyuntura en que quedaba claro que el gobierno de Obama no recibiría el voto de apoyo para intervenir militarmente en Siria de la Cámara de Representantes, el gobierno de EE.UU. aceptó la propuesta rusa de que el gobierno sirio entregue las armas químicas, como un repliegue táctico. Y que esta circunstancia debe ser aprovechada por el movimiento antiguerra para movilizarse. Advierte de que los objetivos del 1% (los más ricos del país) no han cambiando ni una coma. De igual manera alertan de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el Congreso van a intentar poner a Siria en la misma situación en la pusieron a Irak en 2003. Y que sin importar lo que haga Siria, EE.UU. va a reclamar que dicho país no está cumpliendo con lo pactado.
Finaliza haciendo un llamado al movimiento contra la guerra para que se unifique en torno a una reivindicación; la demanda del desarme unilateral del Pentágono: EE.UU. posee la mayor cantidad de armas convencionales, nucleares y químicas del mundo. Sostiene que:
Solo el pueblo movilizado puede detener la guerra, que el gobierno de EE.UU. seguirá intentando librar contra Siria.
La población estadounidense se ha opuesto a la guerra en un momento de altas tasas de desempleo, pobreza, injusticias raciales.
El presupuesto público debe ser usado para crear empleo, no para la guerra.
Nota:
[1] [2] El IAC fue fundado por el reconocido abogado por los derechos civiles Ramsey Clark. Se propone construir coaliciones amplias de las organizaciones de base (de trabajadores, de minorías raciales y de género, de inmigrantes, de jóvenes y estudiantes) para oponerse a las guerras de EE.UU. en el extranjero, y para luchar contra el racismo y la explotación económica de los trabajadores dentro de EE.UU.
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