by editor | 8th October 2013 10:00 pm
En estos cuatro días después del hundimiento de Lampedusa me ??han entrevistado y citado los principales medios internacionales . Desde Il Corriere hasta L’Espresso, de Le Monde a la agencia de noticias Ansa, la Rai, Sky y muchos otros. Sin embargo, siento una sensación de tristeza. Hay mucho teatro. El pensamiento hegemónico admite una única voz discordante, para que así resuene todavía más fuerte. Tal vez lo que ocurre es que para cambiar la narración de la frontera no hacen falta otros expertos, sino otra crónica, historias, individuos. ¿Cómo es posible que aún no hayamos visto una entrevista a los supervivientes, que no hayamos escuchado declaraciones de los seres queridos que les estaban esperando con los brazos abiertos en ciudades de media Europa? ¿Cómo es posible que no sepamos del dolor que se sintió en los distintos barrios de Asmara por esos trescientos hijos suyos que se tragó el mar?
Nada, su voz no aparece por ningún lado. La cadena de montaje del periodismo trabaja demasiado rápido como para tomarse el tiempo de escuchar o viajar. Es mucho más fácil llenar un estudio con una ronda de llamadas telefónicas, invitando a políticos, técnicos y expertos a la caza del relumbrón. De modo que los verdaderos protagonistas de la historia siguen siendo tan sólo el objeto de nuestros debates. Jamás los protagonistas, jamás la voz principal. No tienen voz, nombre ni razones. Y entonces, tampoco dignidad. Hablan por ellos tan solo las imágenes de sus cuerpos agotados, desnudos en el momento del desembarco.
Pues bien, yo creo hasta que la prensa no comience a operar este cambio de perspectiva, no se eliminará el enfoque colonial y racista de la opinión pública. Y después del primer día de conmoción, volvemos a leer noticias de los mercaderes de carne humana, de los nuevos esclavos vendidos al tráfico de malvados contrabandistas, de los millones de personas pobres que asedian la fortaleza listos para invadir el mundo civilizado con toda su carga de hambre y desesperación, y de las clásicas propuestas de los políticos, que se dividen entre los que quieren más buques de guerra y quienes amablemente se prestan a ayudarles en su casa.
Pero luego se hace de nuevo el silencio. Y en ese silencio, miles de aventureros volverán a retar al mar otra vez. Y otra vez vuelta a empezar. Y una vez más, seremos incapaces de oír, de vislumbrar en pleno caos los trazos del mayor movimiento de desobediencia civil contra las leyes locas sobre la migración y la movilidad de la Fortaleza Europa.
Sólo cabe esperar que al menos nuestros hijos logren ver. Porque si volviera algún día la paz al Mediterráneo y si hubiera libre circulación, los muertos de hoy se convertirán en héroes del mañana y se escribirán novelas y se harán películas sobre ellos y su coraje. Es una pena porque podríamos empezar hoy: contar esas historias, cambiar la estética de la frontera, evitar que miles de personas todavía tengan que morir para hacernos abrir los ojos y las fronteras.
Traducido del italiano por Gorka Larrabeiti
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