“Chávez fue el primero que quiso un socialismo con libertad”

by editor | 2013-10-25 10:00 pm

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“Chávez fue el primero que quiso un socialismo con libertad”
Ignacio Ramonet acaba de presentar en Madrid su último libro, “Hugo Chávez. Mi primera vida”. FERNANDO SÁNCHEZ

MADRID // El retrato del que fuera presidente de Venezuela que emerge de las páginas de Hugo Chávez. Mi primera vida (Editorial Debate), del periodista Ignacio Ramonet (Redondela, 1943), es el de un hombre brillante, de cultura vasta y autodidacta, una cultura impregnada de un refinamiento hijo de su primera vocación, la pintura, de sus raíces populares y del bagaje de un lector voraz. El hombre cuya voz recogió Ramonet en entrevistas que tuvieron lugar a lo largo de varios años citaba de memoria a Gramsci, a Teócrito, a Ortega y Gasset y a Marx. Ese militar que-según describe el periodista- recorría con sus manos los mapas de América Latina; esa persona que tenía a Simón Bolívar como faro, no se parece casi nada a la caricatura de golpista zafio que tantas veces han pergeñado sobre él algunos medios de comunicación. Ramonet, director de Le Monde Diplomatique en español y presidente de honor de ATTAC, se propuso luchar contra esa imagen de Chávez retratando al ser humano que precedió al líder. En esta primera vida, el lector no hallará el relato del desempeño como presidente de Hugo Chávez, sino “el territorio de su infancia y las raíces de su destino”.

¿Cómo se explica el abismo entre la persona refinada que usted describe y la imagen que de él han dado muchos medios?

Ese contraste da la medida de la enorme manipulación, de la demonización que ha sufrido Chávez. Yo tuve la ocasión de hacerle una entrevista larga cuando sólo llevaba varios meses como presidente y pude constatar que ese hombre, que aún no era objeto de tantos ataques pues acababa de llegar al poder, era un hombre culto, que citaba a Nietzsche, a Kant, a pensadores latinoamericanos, algo que me parecía excepcional para un militar. Entonces, cuando a partir del 2001 o 2002, empezaron las campañas tan violentas, tan caricaturales, en las que se le trataba de dictador, de caudillo, de golpista, ya desde entonces, me pareció que había una exageración hasta alcanzar los niveles que hemos visto estos años. Hemos visto aquí a un periódico importante celebrar el golpe de Estado contra Chávez [en 2002], titulando “La caída de un caudillo”. Caudillo en España es una palabra que tiene un sentido ¿no? Es una palabra que define a una persona responsable de centenares de miles de muertos. Un periódico que aquí pretende defender la democracia estaba alabando un golpe de Estado contra un régimen constitucional, resultado de elecciones legítimas. Y esto pasaba tranquilamente, era algo que se festejaba.

El origen de este libro está ahí: en la idea de que de que la gente conociera a la persona Chávez, más allá del dirigente. Chávez era un intelectual, un hombre que tenía una sensibilidad artística muy importante, de poeta, y que era muy sentimental. Si no hubiera sido tan artista, no estaríamos hablando de un creador político como ha sido, porque él ha sido un creador de conceptos políticos, como el socialismo del siglo XXI, la revolución bolivariana, o el ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas), una palabra tan bonita, elegida por él y Fidel Castro. El alba, donde todo comienza.

La cultura de Chávez tenía una importante raíz popular…

Sí. Esa es una de las dimensiones que explican su enorme popularidad. Él se nutre esencialmente de lo que podríamos llamar la cultura popular: de las canciones populares de su región, Los Llanos, que es la matriz de Venezuela, del cine y del deporte nacional, el béisbol. Cuando hace un discurso y habla de todo esto, comunica con la gente. Le ocurre también hablar de filósofos, pero esta dimensión de cultura popular hace de él una persona que está a la altura del venezolano medio. También hay algo muy importante: su físico. Date cuenta de que en Venezuela, desde su independencia, jamás había habido un presidente con cara de venezolano; todos eran de tipo europeo. Chávez es el primer presidente en la historia de Venezuela que se parece a un venezolano medio.

En las críticas hacia él, ¿había una dimensión racista?

Por supuesto, la dimensión racista es capital. La prensa de oposición incluso lo llamaba mono. Muchos intelectuales y periodistas no concebían que este mestizo fuese un hombre fino, sutil, sofisticado. En el libro cuenta que en su propio ascenso político en el país le ocurrió con sus compañeros, que partían del principio de que los jefes de la conjura [de 1992] eran ellos. Y si tú ves la foto de los insurrectos del golpe de Estado de 2002, en el que el presidente de la patronal se autonombró jefe del Estado [duró sólo dos días en el cargo, tras lo cual Chávez recuperó la Presidencia], no hay ni un…

¿Mestizo?
Digamos ni un bronceado. Todos los golpistas eran blancos

¿Y las acusaciones de populismo?

El término populista es algo que el neoliberalismo ha encontrado como excusa. Cuando un sistema no es democrático, se dice que es una dictadura y, si el sistema es democrático y critica el neoliberalismo, entonces resulta que es populista. Es un argumento del lenguaje, una acusación que se lanza contra el presidente Correa, Lula o Cristina Fernández. Curiosamente, todos los regímenes que han detenido al neoliberalismo en la región son populistas. También los llaman populistas porque satisfacen al pueblo y eso quiere decir, por ejemplo, que el dinero del petróleo se destina a hospitales y escuelas. El petróleo hay que colocarlo en un banco suizo o en Goldman Sachs; eso es lo que hace a un gestor ser serio. Y si tú el dinero del país se lo das al pueblo, entonces es que estás haciendo populismo. La palabra populista es muy difícil de definir. Si no se puede tildar a alguien de dictador-aunque con Chávez, el hombre que más elecciones ha hecho en Venezuela, 17 en 14 años, no se han privado de ello- se dice que es populista.

¿Chávez recoge el testigo de Salvador Allende?
En cierta medida, sí. Lo que yo observo es que entre Allende y Chávez no hay ningún dirigente progresista en América Latina. Todos los dirigentes progresistas que pudieron aparecer entre 1973 y 1999, fueron derrocados. Y Chávez es el primero que dice ‘Sí, yo quiero el socialismo pero lo quiero con elecciones, y lo quiero con libertad’. Esta es la característica principal de lo que llamamos el socialismo del siglo XXI. No quiere construir ni un socialismo a la cubana ni a la china ni a la vietnamita; quiere que haya elecciones y que cada avance en términos en progreso social se vea refrendado en elecciones libres por el pueblo. Esto es muy importante.

¿Una democracia que pasa de representativa a participativa?
Claro. Chávez hace 17 elecciones y sólo pierde una, y admite su derrota. Y muere ganando las elecciones en octubre, con diez puntos de diferencia con respecto al segundo candidato. Por consiguiente la constante democrática es una característica fuerte de su liderazgo.

¿En Venezuela se ha desmontado el argumento de que el socialismo tiene que ser totalitario?

Absolutamente. El apogeo ideológico del neoliberalismo se produce después de 1980, cuando llegan al poder la señora Thatcher y Reagan. A partir de ahí esta teoría empieza a ganar los espíritus y las conciencias de todo el mundo. Después de 1982, la socialdemocracia, en la figura de Felipe González, introduce en España la idea de que una buena gestión de izquierdas debe ser neoliberal. Lo mismo ocurre en el 83 con Francia con el gobierno Fabius de Miterrand, y no hablemos de la derecha. Eso se extiende a través del mundo y toda América Latina, que está saliendo de las dictaduras, se convierte a la fe neoliberal, la privatización absoluta y el desmantelamiento del Estado de bienestar, exactamente lo que está sucediendo ahora en España, un programa de ajuste estructural que llega aquí 15 años después pero que se aplicó en América Latina en los años 90. La consecuencias de esto es que el propio socialismo real se hunde. Pero, en el mismo año que cae el Muro de Berlín, en 1989, el pueblo venezolano es el primero que se levanta contra una política neoliberal con lo que se llamó el Caracazo. En Venezuela, tenían a un gobernante socialdemócrata, Carlos Andrés Pérez, que, imitando a González o a Miterrand, llega al poder mediante una campaña en la que no ha dicho lo que va a hacer y, cuando llega, lo primero que hace es anunciar una terapia de choque: se van a aumentar los precios, van a rebajarse los sueldos y las pensiones, lo que se está aplicando ahora mismo aquí. El pueblo se subleva y esa sublevación inspira a Chávez la rebelión de 1992. Chávez es el resultado de un país que es el primero que se opone a un programa neoliberal, cuando el propio socialismo de Europa del Este se ha hundido.

¿Chávez fue la consecuencia y no la causa, como él mismo señala?
Él fue la consecuencia de la degeneración moral de la IV República, de la corrupción absoluta, del pacto de Punto fijo, en el que dos partidos se repartían el poder, además de las recetas neoliberales. Él va a tener una enorme influencia cuando llega al poder gracias a las urnas, después de haber estado tentado durante mucho tiempo de tomar el poder con las armas. Es cuando dice ‘No, vamos a ganar [en las urnas] porque tenemos argumentos para convencer a la sociedad’. Desde Allende hasta Chávez ningún dirigente socialista llegó al poder, pero después llegaron muchos; llega Lula, Correa, Tabaré Vázquez; llega Kirchner, Lugo, Zelaya…

La aspiración de lograr una unidad latinoamericana es otros de los ejes de su pensamiento.
Para EEUU, que pensaba que, tras caer la URSS, Cuba se había quedado sin cordón umbilical, Chávez era el blanco que había que atacar, pues el presidente, al considerarse heredero de Bolivar, tenía como proyecto la unidad latinoamericana. Y consiguió logros como el ALBA, Petrocaribe y la CELAC, que representa la primera vez que se unen todos los países de América Latina sin EEUU y Canadá; es decir, la anti OIEA.

Chávez creía en una unión entre el ejército y el pueblo

Ésta es una característica de la revolución bolivariana. Él admira a los militares de izquierda porque piensa que el ejército tiene, de forma ontológica, vocación de responsabilizarse de lo que ocurre en el país, Entiende la defensa del país como la defensa de los intereses del pueblo. Entonces, en la medida en que el ejército tiene que defender al pueblo, no puede consentir que éste sea destruido por las tesis neoliberales. Chávez tenía muchos modelos, sobre todo [Juan Francisco] Velasco Alvarado, en Perú, pero él se dice que este militar fracasó porque sólo se apoyó en los militares. Y concluye que los militares no están hechos para acaparar el poder porque se corrompen. También porque derivan inevitablemente al autoritarismo. De ahí que descarte el poder sólo para los militares y formule la idea de la unión cívico-militar, que se basa en que los militares sólo tienen legitimidad para tomar el poder si se apoyan en partidos políticos de izquierdas que defienden los intereses del pueblo. Esto es muy innovador y muy singular.

Usted sostiene que América Latina es el continente más progresista del mundo
No hay otro en el mundo. Tienes seis o siete países, Venezuela, Nicaragua, Brasil, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Argentina, donde hay experiencias de socialismo democrático con programas de redistribución de la riqueza nacional, de aplicación de justicia social, de educación y salud gratuitos, de pleno empleo si es posible y de vivienda. Todo lo que está en contradicción con las políticas neoliberales que estamos viendo aplicadas hoy en Europa. Y el pueblo ve los beneficios. Desde que empezaron estas experiencias-la venezolana lleva 15 años- siempre han ganado las elecciones. Correa, por ejemplo, ganó con 30 puntos de diferencia, y Dilma [Roussef] va hacia su segundo mandato. Estas son políticas de devolución de deuda social, por las que el Estado le devuelve al pueblo lo que el pueblo ha hecho en sacrificios, cuando antes la riqueza estaba acaparada por una élite.

En el libro se destaca la importancia del liderazgo de Chávez, ¿tiene futuro la revolución bolivariana en Venezuela con el presidente Maduro?
Es indiscutible que en la tradición de izquierdas la cuestión del líder plantea un problema porque se supone que son los pueblos los que hacen la historia. Chávez lo repite a lo largo de las entrevistas, pero la realidad nos muestra que hay un momento en la historia en que se dan todas las circunstancias objetivas de una gran protesta social, un gran disgusto, un sufrimiento, un malestar, una crisis de la democracia pero no hay nadie para cristalizar ese malestar, excepto si surge un líder o una líder. Mira la situación en España; hoy en día hay una protesta social enorme y, sin embargo, no pasa nada. Porque esa protesta social está dispersa, porque no llega a articularse. No se traduce en términos electorales, políticos ni de conquista del poder y las cosas siguen igual. Si surgiese alguna organización aglutinante de ese malestar yo creo que tendría bastante éxito. Ese es el papel del líder. Ese fue el papel de Chávez. Se trata de un hombre que se hace popular en dos minutos; no lo conoce nadie, hace una intervención en televisión el día de la rebelión militar y, en esos dos minutos, se transforma en el hombre más popular de Venezuela. Su porvenir ya estaba garantizado porque supo asumir una circunstancia absolutamente dramática como fue la del golpe de Estado de 1992.

La situación ya no es la misma, Chávez ha fallecido demasiado pronto, a los 58 años,  pero la revolución está encarrilada desde hace 15 años. La mayoría de la ciudadanía sabe muy bien lo que es. Maduro no es Chávez pero está muy bien formado y ha pasado 20 años aprendiendo junto a él. Tiene una experiencia internacional como nadie tras sus ocho años como canciller. El papel del líder no es el que era necesario en 1999, cuando había que cambiarlo todo, ir contra la oligarquía y contra Estados Unidos,  entonces se necesitaba un titán, ahora es un trabajo para un gran político, como es Maduro.

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