by editor | 2013-11-16 9:17 am
El presidente de EE.UU, Barack Obama, da la bienvenida a la canciller alemana Ángela Merkel en Camp David AFP / Brendan Smialowski
Una “investigación de meses” en unión con el consorcio de radiotelevisión pública NDR. Su contenido es devastador: Alemania es la sirvienta de la guerra sucia de Estados Unidos; desde su territorio se manejan los aviones no tripulados que practican ejecuciones extrajudiciales en Somalia en el marco de una “guerra secreta que supone una violación masiva de la ley internacional”. En ningún país del mundo, excepto Afganistán, Estados Unidos se gasta tanto en guerra como en Alemania: 3000 millones de dólares en 2012.
“Alemania actúa como el cuartel general de la guerra secreta en África, responsable de la muerte de civiles inocentes”. Sin Alemania, “la maquinaria de la guerra contra el terror no estaría tan bien engrasada”: 43.000 soldados en 40 bases militares. Desde Ramstein y Stuttgart, sede del Africom -el estado mayor para operaciones en África, que más de una docena de países africanos rechazaron acoger en su territorio- se dirige la guerra de los aviones no tripulados. En la zona de los ríos Rin y Meno, alrededor de Francfort, se concentra el “hub”, el nudo gordiano del espionaje; CIA, NSA, servicios secretos, seguridad interior, enumera el diario.
A todos ellos se añaden “nuevos actores aún más siniestros que los de antes”, explica: el ejército de matemáticos, expertos en juegos y teorías de guerra, estadísticos, administradores de información y especialistas de todo tipo”, dice. “Esa gente ya no se dedica a pinchar teléfonos o a esconder micrófonos en despachos como antes, simplemente se dedican a escuchar, a escucharlo todo”, continúa. Y ni siquiera son funcionarios, sino personal privado contratado a, “compañías que reciben órdenes secretas para hacer el trabajo sucio: espiar, analizar, secuestrar e incluso torturar”.
Este “ejército en la sombra se incrementa cada año, especialmente en Alemania”, explica el informe. “Alemania ha dado permisos especiales a 207 compañías americanas para realizar tareas sensibles para el gobierno de Estados Unidos en suelo alemán”. Al mismo tiempo, “centenares de esos espías contratados ni siquiera están registrados ante las autoridades alemanas”. “¿Quién puede asombrarse de que nadie los controle si ni siquiera los espías registrados por el gobierno lo son?”, se pregunta.
El brazo de las agencias de espionaje de Estados Unidos en Alemania es largo. Una de ellas, el Secret Service, que forma parte del Homeland Security, la seguridad interior, “se arroga cada vez más el derecho de dictar quien puede embarcar y quien no en un avión en aeropuertos alemanes, a veces hasta detienen ellos mismos a sospechosos”, explica ilustrando un cuadro de república bananera que nuestro diario ha presenciado en el aeropuerto de Francfort en diversas ocasiones a lo largo de los últimos quince años. “¿Podría un funcionario alemán hacer algo así en Estados Unidos?, impensable”, dice.
La comedia de la sorpresa, del “no sabíamos”, que el gobierno federal, su ministro del interior, su canciller y las agencias de seguridad alemanas han representado al conocerse los informes del ex agente Eduard Snowden, queda en evidencia en este informe:
“Las autoridades alemanas han suministrado sistemáticamente información a Estados Unidos sobre solicitantes de asilo en Alemania y esa información ha sido utilizada por Estados Unidos para planificar sus ataques con aviones no tripulados”, explica. “Las compañías privadas, algunas de ellas implicadas en graves violaciones de derechos humanos, tienen acceso a la información en los niveles más altos de las autoridades alemanas”, señala.
Un historiador residente en Munich, Josef Foschepoth, ha explicado documentalmente el carácter histórico de esta labor de servidumbre en materia de seguridad y espionaje. Foschepoth, que ha publicado un libro, basado en investigaciones de archivo, hace remontar esa labor al derecho de ocupación de posguerra, aun vigente a efectos prácticos. El libro de Foschepoth, que una de las principales comentaristas del Süddeutsche Zeitung calificó de “libro del año”, ha sido objeto de un sintomático silencio en los medios alemanes, pese a la rabiosa actualidad que el caso Snowden le ha dado.
En un gesto sin apenas precedentes, la embajada de Estados Unidos en Berlín ha reaccionado al informe publicado por el diario de Munich calificándolo de “indignante”. “Mezcla medias verdades con especulaciones e insinuaciones”, dice. “Daña las relaciones germano-americanas y su compartida agenda global”, considera, negando que Estados Unidos secuestre y torture, pero sin entrar en ninguno de los aspectos concretos denunciados.
“Si lo que se dice en el informe es correcto, entonces el gobierno nos ha mentido en la comisión de servicios secretos del Bundestag”, dice el diputado Hans-Christian Ströbele, miembro de dicha comisión y autor de diversas preguntas parlamentarias sobre algunos de los puntos contenidos en el material publicado por el diario.
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