Castigos inhumanos en las cárceles estadounidenses

by editor | 17th January 2014 12:41 pm

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Un preso estadounidense, al ver su propia fotografía por primera vez en más de 20 años de permanecer en confinamiento solitario en una celda de una prisión, dijo que fue “como volver de entre los muertos”.

Estas palabras reflejan el sufrimiento de millares de reclusos que enfrentan lo que para muchos es un “castigo cruel e inhumano” y que funcionarios de Naciones Unidas calificaron como una violación de los derechos humanos, tras denunciar esas prácticas en instalaciones como Pelican Bay, en California.

El relator especial sobre la Tortura de Naciones Unidas, Juan E. Méndez, estima que el Gobierno estadounidense debería abolir el uso del régimen de aislamiento en largos periodos de tiempo bajo todas las circunstancias.

En la mayoría de estos casos, los reclusos pasan unas 22 o 23 horas al día en celdas de 2,5 por 3,5 metros, con poca ventilación y sin luz natural.

“Incluso, denunció, si el aislamiento se aplica en cortos periodos de tiempo, a menudo causa sufrimiento mental y físico además de una humillación que asciende a trato y castigo cruel, inhumano o degradante y si el dolor o los sufrimientos son graves, el aislamiento constituiría tortura”.

Testimonios recogidos en una investigación del periodista Michael Montgomery, quien cubrió el sistema penitenciario de California durante 10 años, el Center for Investigative Reporting y la Radio Pública KQED, evidencian las violaciones cometidas por autoridades penales estadounidenses.

Un último reporte sobre la práctica del aislamiento en solitario estimó que había al menos 80 mil presos en esa situación en todo el país.

Aunque originalmente fue concebido como una forma “poco frecuente y de corta duración de la pena”, este tipo de maltrato se ha convertido en un hecho generalizado y prolongado. Decenas de miles de presos se sientan solos en sus celdas hasta 23 horas al día durante meses, incluso años enteros, señala la investigación hecha pública por el diario digital Politico.

En la cárcel californiana a más de mil presos sometidos a esta forma de tortura se les privó, incluso, de ver su propia foto, hasta que después de 25 años; luego de una huelga de hambre iniciada en 2011, el Departamento de Correccional cambió esa política.

Hoy en día, señala el estudio, a los prisioneros se les permite ver su foto una vez al año.

Montgomery pasó 11 meses reuniendo datos de presos que se mantuvieron aislados de otros reos, de amigos y familiares, quienes al ver sus imágenes fotográficas dijeron que veían a un anciano, palabras ilustrativas de la crudeza del sistema de un país que se vanagloria de sus libertades.

Según Randall Ellis, uno de los detenidos, casi todos los presos de Pelican Bay, que padecieron esta pena, eran acusados de tener vínculos con pandillas en las prisiones, por el solo hecho de conocer a un miembro de éstas.

Es muy difícil para los prisioneros poder probar que no están involucrados en las acciones de las bandas, dijo Ellis, quien ha estado aislado durante 30 años.

Lorenzo Benton, preso por asesinato desde 1977, quien estuvo aislado en una celda de castigo durante 27 años, manifestó a los que realizaron el estudio que no solo es la prisión de Pelican Bay donde ocurren estos hechos, pues en otros tres centros del estado es común el castigo.

Datos de 2011 del estado de California plantean que al menos 500 presos estuvieron en ese tipo de celdas durante más de una década y de ellos 70 permanecieron en esos recintos durante 20 años.

La investigación de Montgomery aborda, entre otros asuntos, una demanda contra el gobierno por las condiciones en el recinto carcelario de Pelican Bay, donde según los querellantes los reos sufren “daños físicos y psicológicos”.

Por sus condiciones de aislamiento, “muchos presos han estado sin contacto cara a cara con personas que no sean funcionarios de prisiones durante décadas”, señala la demanda.

Al valorar estos abusos, el doctor Terry Kupers, psiquiatra clínico, aseguró que la falta de las últimas fotografías y años de poco o ningún contacto con amigos y familiares significa que el reo “básicamente no existe en la comunidad”.

Estas prácticas abusivas contra presos en Estados Unidos son solo la punta del iceberg en un país cuya tasa de encarcelamiento es la más alta del mundo y que, según datos de 2009, es de 743 arrestados por cada 100 mil habitantes.

Cifras oficiales indican que Estados Unidos tiene aproximadamente el cinco por ciento de la población mundial, sin embargo alberga alrededor del 25 por ciento de los prisioneros del mundo, muchos en condiciones de hacinamiento.

Esa situación tiene también repercusiones económicas, pues el encarcelamiento de 2,3 millones de personas en el país, donde un preso cuesta 24 mil dólares al año, conlleva construir nuevas prisiones a un costo de 5,1 mil millones y un gasto general al presupuesto del país de 60.3 mil millones.

Un informe publicado el 28 de febrero 2008 plantea que más de uno de cada 100 adultos en los Estados Unidos están en prisión.

Por segmento poblacional también se destaca que en 1977 había sólo un poco más de once mil mujeres encarceladas y ya en 2004 el número de féminas se incrementó en 757 por ciento, a más de 111 mil, tasa que representa el doble de las de los hombres desde el año 2000.

Asimismo los estadounidenses tienen un porcentaje más alto de las minorías en prisión que cualquier otro país.

En Washington DC, por ejemplo, se espera que tres de cada cuatro jóvenes negros cumplan un tiempo en la cárcel.

En las principales ciudades de todo el país, el 80 por ciento de los jóvenes afro-americanos ahora tienen antecedentes penales, plantean investigaciones de organizaciones defensoras de los derechos humanos. Datos del Departamento de Justicia abordan otro fenómeno dentro del sistema y aseguran que Washington encarcela a un porcentaje de su población negra mayor que cuando lo hacia Sudáfrica mientras imperaba allí el sistema racista del apartheid.

Los hispanos también son víctimas del problema y pese a ser apenas el 16,3 por ciento de la población del país, representan el 20,6 por ciento de quienes ocupan un sitio tras las rejas.

No por gusto una persona que estuvo confinada en solitario durante años plantea que el término de su encierro es como “volver de entre los muertos”.

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