by editor | 4th March 2014 10:26 am
El general Wesley K. Clark, que fue comandante supremo de la OTAN a finales de los años noventa, reconoció en 2001 (y publicó en 2003: Winning Modern Wars: Iraq, Terrorism and the American Empire) que los planes norteamericanos para atacar Iraq tendrían continuidad en Siria, Líbano, Irán, Somalia y Sudán. Detrás de esa planificación estaba buena parte del establishment norteamericano, en el gobierno, en el Pentágono, los institutos de pensamiento o think-tanks, y las corporaciones, con protagonistas como el corrupto Paul Wolfowitz (que llegó a ser subsecretario de Defensa (y, antes, embajador en Indonesia, donde apoyó al siniestro Suharto), quien elaboró la denominada “doctrina Wolfowitz” que postulaba el unilateralismo en las relaciones internacionales y las “guerras preventivas” para asegurar el predominio norteamericano en el siglo XXI. En general, todo el sector neoconservador norteamericano, desde Dick Cheney hasta Donald Rumsfeld pasando por el propio George W. Bush, por William Kristol y Richard Perle, mantenía esa visión belicista y participaron en el desarrollo de los planes y guerras de agresión que han ensangrentado la primera década del siglo XXI, y cuya inercia ha continuado durante el mandato de Obama.
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