by Sergio Segio | 2016-07-19 6:52 pm
“No se puede doblar la subversión. Se la derrota obligándola a cambiar su objetivo”, afirmó Edmond Jabès en su obra El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha. En nuestros tiempos, las palabras que provienen de la política ya no saben cómo explicar qué es lo que sucede, no pueden entender, y mucho menos curar. La subversión política se ha convertido en el espacio de lo innombrable, en el sentido de que ya no tiene objeto ni proyecto, porque no logra imaginar y por lo tanto tampoco nombrar, otro lugar y otra manera.
La voz de los pueblos y los movimientos sociales se vuelve débil, solo tartamudea, sofocada ante la perfección técnica y tecnológica alcanzada por el dominio, las mil formas de represión, desde el control generalizado que derrocó a firmar y alfabetos sentido y la dirección del levantamiento y, anteriormente, indignación.
Vous Indignez!, exhortado hace unos pocos años Stéphane Hessel, un panfleto ya olvidado, donde se afirma que “Crear es resistir. Resistir es crear “.
En aquel panfleto ya casi olvidado su autor afirmaba que: “Crear es resistir. Resistir es crear”. Vayamos por partes, resistir supone no sólo mantenerse, sino tener una memoria del pasado y a partir de eso tener un proyecto y una intencionalidad “subjetiva” de un futuro posible. Traducido a la física, sería relación espacio-tiempo. Por lo tanto la resistencia y sus potencialidades pertenecen al mundo de lo real, y no de lo virtual. Quién sabe si el mundo en que vivimos será finalmente salvado por los niños, como deseaba Elsa Morante, o tal vez seremos “los grandes” quienes tomemos conciencia de que finalmente hay que traer el cielo a la tierra, y aprendamos que “liberar” es auto-liberarse. Lo más seguro es que cualquier cambio radical (es decir de raíz, esencia y sentimiento) solo será posible a partir de la capacidad de escuchar, de dialogar entre diferentes, y de un intercambio de ideas entre contrarios.
Podríamos partir de la experiencia y de la energía, de la curiosidad, de la lentitud y del impulso, de la memoria y el devenir o porvenir. Pero siempre se debe comenzar, o re-comenzar, desde la palabra. Y hoy, como siempre, la que tiene mayor fuerza inherente es la palabra poética. Es la expresión artística, en sus formas multifacéticas e infinitas, la que posee el código, la que sabe combinar lo antiguo y lo nuevo, la razón y los sentimientos, la conciencia y la perspectiva. Es la expresión artística la que sabe romper el corsé de una comunicación social que se rige por algoritmos ocultos, propietarios de la pérdida imaginaria. Una palabra, en definitiva, capaz de contar historias y estimular deseos.
Solo imaginando y deseando otro mundo, otros sistemas sociales y de relaciones, el cambio se hace concreto de hecho.
Sólo mediante la recuperación de vocabularios olvidados y substraídos, reconstruyendo sintaxis propias y nuevas gramáticas la subversión se convierte en viable.
Sólo construyendo pacientemente los lugares donde esos vocabularios, sintaxis y gramáticas pueden intercambiarse y reconocerse, las palabras recobraran fuerza destruens y costruens, y trataran de indicar y hacer transitables los caminos y recorridos de la transformación. Estas páginas, estas entrevistas, esta revista, el proyecto Global Rights, quieren aportar a todo esto, de manera modesta y frágil, por supuesto, pero con la misma confianza de Jabès, de que la subversión es el mismo movimiento de la escritura.
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