DESMONTANDO EL LEGADO DE BARACK OBAMA GOLPE A GOLPE
La reciente decisión del Presidente de los EE.UU de abandonar el acuerdo nuclear con Irán supone, entre otras muchas cosas, la última puñalada al escaso legado positivo del ex-Presidente Barack Obama.
Llegado a la Casa Blanca en olor de multitudes y despertando numerosas expectativas de cambios y renovaciones, la realidad es que, el que fuera primer mandatario negro de los Estados Unidos, se mostró durante su primer periodo más bien vacilante, indeciso, falto de carácter y de voluntad, envolviendo sus primeros cuatro años con un atractivo manto de oratoria y alta cobertura mediática pero alejado de impulsar cambios concretos. Quizás el mejor ejemplo de lo anterior sea su llamado “discurso de El Caíro” donde avanzaba una especie de dialogo y encuentro de civilizaciones, para convertirse finalmente en algo parecido a un violento “encontronazo”, cargado de prejuicios y lugares comunes que favorecieron unicamente a los más extremistas en todas las esferas.
A partir de su segunda elección, y ya sin presiones de tipo electoralista, Obama se permitió intentar dejar tras de sí un legado positivo que le reivindicase. En esa dirección se pueden inscribir medidas y decisiones que, aunque limitadas, intentaban inspirar al establisement norteamericano una relación “civilizada” con su ciudadanía y con el resto de la humanidad. Primero se mostró reticente a apoyar a Israel “incondicionalmente”, incomodando al poderoso lobby judío en los EE.UU, y abogando activamente por una solución política y negociada al conflicto israelita-palestino, clave de la paz en Oriente Medio. Al tiempo que llevaba a cabo la retirada de sus tropas de Iraq, aunque dejase detrás numerosos “asesores” y un Embajada con mayúsculas.
En lo interno sacó adelante el llamado Obamacare, es decir una reforma del sistema de salud que, aunque limitada, suponía un avance respecto a la larga dictadura del lobby de los seguros médicos privados sobre el derecho de los ciudadanos norteamericanos a una cobertura de salud de calidad y accesible. E intentó, aunque sin muchos resultados, que los norteamericanos más ricos aportasen más impuestos para poder mantener y ampliar programas sociales.
Cambiando de lugar y espacio, Obama fue finalmente sensible a las reiteradas reclamaciones latinoamericanas, e internas, para que normalizase las relaciones con Cuba y, sin levantar el Bloquéo, re-estableció las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, y hasta visitó La Habana para reabrir su Embajada y expresar por la TV pública de ese país sus “aspiraciones” para con una Cuba del futuro. Al tiempo mantuvo actitudes diplomáticas respecto al espinoso y complicado conflicto en la península coreana, herencia de la primera confrontación de la Guerra Fría, que concluyó en un empate técnico mediante un armisticio, pero sin un Acuerdo de Paz.
Muchos pensarán que en realidad la herencia de Obama es más bien magra, y sería una apreciación cierta, pero vista la historia de los EE.UU tampoco es desdeñable encontrar algo de positivo como legado de alguna de sus administraciones.
Al actual mandatarios norteamericano se le achaca ser una excepcionalidad por su carácter peculiar y su origen “no político” aunque en realidad también se puede decir que Trumps forma parte de una vieja tradición de mandatarios aparentemente fuertes, amenazantes, soberbios, ignorantes, irresponsables y poco predecibles. Trumps podría emparentarse por ejemplo de personajes como el primer Roosvelt (el de la política del Gran Garrote), Ronald Regan (el de la contra nicaragüense y Ben Laden y sus “luchadores por la libertad”), o de un GeorgeW. Busch (que declaró ganada la Guerra en Iraq cuando apenas acababa de comenzar el desastre).
La realidad es que en apenas año y medio Trumps ha desmontado, por partes y en etapas, cualquier legado que haya dejado Obama. Ha revertido la reforma de salud, ha rebajado a un mínimo obsceno las aportaciones al fisco del 1% de los multimillonarios norteamericanos, recortando al mismo tiempo todos los programas de asistencia social internos. Ha reactivado intervenciones y guerras, para alegría del complejo militar-industrial. Ha reconocido a Jerusalém como capital de Israel, dándoles además a los sionistas “carta blanca” para matar palestinos y atacar a sus vecinos sin consecuencias ni responsabilidades. Ha convertido la Embajada de los EE.UU en La Habana en un cascarón sin contenido, sumando además sanciones adicionales al bloqueo, y trasladando en un itinerario subrealista las labores de su Consulado en La Habana primero a Bogotá y ahora a Guayana.
Su última decisión conocida, la ruptura norteamericana del acuerdo nuclear con Irán, seguramente tendrá diversas y graves consecuencias, aun por ver, en una región donde se desarrolla un intenso y sangrante conflicto bélico regional e internacional. De mientras en la península coreana la variante interna, es decir las conversaciones directas y soberanas entre la dos Coreas parecen haber frustrado, por ahora, las irresponsables aspiraciones y vocación bélica del Presidente norteamericano.
Por el momento una primera lectura sería que quien tenga, quiera hacer o llegue a acuerdos con los EE.UU debería pedirles un plus especial de garantías, compromisos y cumplimientos por adelantado, dado que sus gobernantes parecen gozar del derecho divino para deshacer lo hecho por sus anteriores, así que su palabra no es seria ni responsable.
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