by JM Arrugaeta, Global Rights | 2018-10-03 10:20 am
El pasado primero de octubre la Corte Internacional de Justicia (TIJ), con sede en La Haya, emitió una sentencia en contra de la reclamación de Bolivia solicitando la obligatoriedad de Chile de negociar su salida soberana al oceano Pacífico. La demanda boliviana, interpuesta en el 2013, y aceptada al año siguiente, al considerarse competente el alto tribunal internacional ser competente, ha finalizado estableciendo, por 12 votos a favor y tres en contra, que “Chile no tiene la obligación de negociar con Bolivia un acceso soberano al Pacífico”, al mismo tiempo que en su sentencia el tribunal animaba a las partes “a continuar dialogando en busca de una solución” a este viejo conflicto.
La decisión anunciada se puede considerar como un fracaso de la estrategia nacional implementada por el Gobiernos boliviano, encabezado desde hace 12 años por el presidente indígena Evo Morales, consistente de apelar a la jurisdicción internacional buscando presionar a su vecino Chile para que se vea obligado a negociar una salida marítima para Bolivia.
Durante la llamada Guerra del Pacífico, 1879-1884, que enfrentó por un lado a Perú y Bolivia y por el otro a Chile, las dos primeras naciones andinas perdieron amplias franjas de sus territorios, siendo Bolivia la más perjudicada al perder, a favor de Chile, no solo 120.000 kms cuadrados de su territorio sino también sus 400 kms de costa.
El último Acuerdo de Paz entre ambos países, que data de 1904, posibilita un régimen especial de libre paso hacia el Pacífico para Bolivia, tanto para mercancías como para personas, a través de los puertos de Arica y Antofagasta (antiguamente bolivianos), sin embargo desde aquella época todos los gobiernos bolivianos han mantenido la reivindicación de “un acceso soberano al mar y no un mero derecho de paso”, encontrando en todo momento una cerrada negativa por parte de Chile, sin importar el color de sus gobiernos, al considerarlo como una cuestión de soberanía y de estado.
A pesar del revés judicial para Bolivia la posibilidad de una salida de fuerza parece descartada por parte de ese país que solo apuesta por salidas diplomáticas y dialogadas a sus reclamaciones, a tono con los cambios operados en la región en las últimas décadas, declarada además por sus Gobiernos como “Zona de Paz”.
Sin embargo este conflicto mantiene en tensión constante las relaciones entre ambos países, con múltiples incidentes fronterizos referido a sus demarcaciones territoriales, pero la tradicional correlación de fuerzas y circunstancias en favor de Chile ha ido variando sustancialmente durante los dos mandatos del Presidente boliviano Evo Morales, que ha conseguido articular un consenso nacional absoluto en torno a la constante reivindicación boliviana de una salida al mar, por vías pacíficas, diplomáticas e internacionales, mientras que del lado chileno las fuerzas de poder político, económico y el ejército mantienen una cerrada negativa pero su opinión pública se mantiene dividida.
A lo anterior hay que sumarle que las consecuencias económicas de este viejo diferendo perjudican ya de manera abierta a Chile, puesto que tras la nacionalización de los recursos naturales en Bolivia el Gobierno decidió no exportar su enorme producción de gas natural vía Chile, ni venderle tampoco ese producto, por lo que la economía chilena debe importar gran parte de su energéticos desde países alejados, a lo que hay que sumarle la enorme importancia que ha ido adquiriendo la economía boliviana tanto en lo que se refiere a su constante y estable crecimiento como en sus reservas de importantes recursos naturales estratégicos, como es el caso del raro y cotizado mineral de litio imprescindible para el desarrollo de las tecnologías de la era digital.
Si bien es justo decir que la sentencia del Tribunal de La Haya supone un revés y una batalla perdida para Bolivia también parece cierto que este país y sus autoridades seguirán insistiendo con perseverancia, por todos los medios pacíficos posibles, en su justa reclamación de una salida al mar, que le fue arrebata por Chile como botín de guerra, para beneficiar directamente a los entonces todopoderosos intereses económicos británicos, que alentaron aquél conflicto y consiguieron hacerse con el monopolio durante décadas de estratégicos recursos recursos naturales, importantes en aquél entonces, como eran los fosfatos orgánicos y el cobre.
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