El Gran Juego afgano
Análisis
Plan de retirada de EEUU
El anuncio de Obama es una nueva pieza que se suma al complejo puzzle en Afganistán. Las declaraciones de Karzai, la respuesta de la resistencia y el papel de los protagonistas regionales, son parte también de ese escenario sobre el que la figura del Gran Juego vuelve a planear con fuerza. En los próximos meses se irá desgranando el futuro de Afganistán y si las fuerzas de ocupación acaban aceptando que la resistencia es una parte del pueblo afgano, la reconciliación entrará en una nueva fase y ya hay quienes apuntan a la fórmula de «olvido y perdón». Y Obama es consciente de que cualquier reducción de tropas pasa por un acuerdo global.
Txente REKONDO
Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
Tras su anunciada reducción de tropas a partir de finales de año, el presidente de EEUU ha puesto sobre la mesa su intención de apostar por una nueva estrategia en Afganistán (otra más, dicen algunos con ironía algunos). Obama es consciente de que en los próximos meses la política de EEUU va a estar dominada por la larga campaña electoral a la Presidencia, y a día de hoy buena parte del electorado está cansado del coste que supone la ocupación de Afganistán, ya que sus principales preocupaciones son la economía, el desempleo y el déficit.
Tras diez años de guerra, parece haber llegado el momento de pasar a otros la «patata caliente», y hay quien ve en las palabras de Obama un reconocimiento implícito de la imposibilidad de ganar la guerra, al tiempo que estaría abriendo la puerta a un diálo- go para una posible solución. No obstante, algunos analistas remarcan las carencias del discurso presidencial, al no mencionar nada sobre el futuro de Karzai y su Gobierno, la fortaleza de la resistencia, la corrupción o el papel regional. Para ellos, el nuevo plan muestra la apuesta decidida por favorecer a largo plazo «las operaciones de inteligencia, las fuerzas especiales, los ataques desde aviones no tripulados y la presencia reducida de tropas».
La resistencia se presenta como la gran ganadora al hilo de estos acontecimientos. El reconocimiento de que cualquier salida negociada debe contar con la participación de todos los actores (se deja entrever en el nuevo escenario. Los intentos de criminalizar cualquier movimiento opositor, la apuesta por incentivar divisiones en la resistencia, sobre todo entre los diferentes grupos que conforman el mundo talibán, o la victoria militar, han fracasado uno tras otro.
A día de hoy, la estrategia de la resistencia se manifiesta en amplias zonas del país, buena parte de ellas bajo su control. La combinación de diferentes tácticas está dándoles frutos. Los ataques contra posiciones aisladas y remotas de las fuerzas extranjeras, unidos a la infiltración en las nuevas fuerzas afganas, están logrando importantes efectos sicológicos y al mismo tiempo muestran su fortaleza.
Paralelamente, desde hace semanas se ha intensificado la campaña contra los «colaboradores» de la ocupación, con importantes figuras del nuevo entramado institucional afgano como víctimas, lo que reduce las posibilidades de la coalición ocupante de poder contar con aliados locales. Junto a ello, las operaciones de dicha coalición son una fuente inagotable de razones para que la población local le vuelva la espalda y para que la resistencia articule una campaña propagandística.
Tampoco hay que olvidar la capacidad que viene mostrando la resistencia para mantener un sistema de Justicia paralelo que, a juicio de algunos observadores, «funciona relativamente bien», sobre todo a la vista de la «ausencia generalizada» del Estado en la mayor parte del país.
La figura del actual presidente afgano, Hamid Karzai, también ha ocupado cierta centralidad estas semanas. Su anuncio de que EEUU estaría nego- ciando con los talibanes ha podido sorprender a quien no conoce la realidad afgana. Sin embargo, esta maniobra de Karzai hay que enmarcarla en su propia estrategia. El presidente afgano, conocedor del escaso apoyo con que cuenta y de que su distancia respecto a Washington es cada día más evidente, se está dirigiendo a su pueblo con esas maniobras, intentando dar muestras de un alejamiento de la política de EEUU.
Aquí se enmarcan sus «amenazas» a la OTAN, su afirmación de que los norteamericanos están en el país en defensa de sus intereses, o su advertencia de que la historia muestra cómo tratan los afganos a los ocupantes. Con esa dialéctica intenta ligar el fracaso y la corrupción a las fuerzas ocupantes, tratando de convencer al pueblo afgano de que EEUU es la causa de todos los males.
Pero al mismo tiempo, Karzai es consciente de que su futuro político está estrechamente ligado a la presencia de los militares estadounidenses y por ello quiere que la Casa Blanca siga apoyándole, pues de lo contrario «Afganistán caería en manos talibanes», con lo que ello supondría para los intereses de EEUU.
En este contexto nadie sabe con seguridad cuál puede ser el futuro político de Karzai, pero todo parece indicar que si EEUU logra encontrar un aliado más firme en Afganistán, como dice la canción «los días que le quedan son una cuenta atrás».
Las potencias regionales también mueven ficha dentro del tablero de este Gran Juego. Pakistán sigue manteniendo un difícil equilibrio, la capacidad, o su falta, para hacer frente a la militancia islamista dentro de sus fronteras y la relación de amor/ odio hacia EEUU son factores a tener en cuenta. Casi nadie duda de que la participación de Islamabad en cualquier solución negociada es necesaria, ya que su marginación del teatro afgano le daría carta verde para lanzar operaciones de desestabilización en la región. Esta recuperación de protagonismo de Pakistán es directamente proporcional a su pérdida por parte de India, que hasta ahora había apostado fuerte por desplazar a Islamabad del centro de poder afgano.
Irán también se está moviendo ante la irrupción de un nuevo escenario, buscando nuevas alianzas en la región. Rusia sigue de cerca los acontecimientos, consciente de la influencia afgana en Asia Central («su patio trasero») y, sobre todo, deseando presentar un futuro Afganistán que signifique la derrota de EEUU, situándolo en el mismo nivel que la sufrida por Moscú en los años 80. China, de confirmarse el auge del protagonismo paquistaní, aumentará los lazos/dependencia con Islamabad, consciente también de que la inestabilidad afgana tiene sus consecuencias en la región, e intentando asegurar una estabilidad transfronteriza.
En los próximos meses se irá desgranando el futuro de Afganistán y si las fuerzas de ocupación acaban aceptando que la resistencia es una parte del pueblo afgano, la reconciliación entrará en esa nueva fase, y ya hay quienes apuntan a la fórmula de «olvido y perdón». Obama es consciente que cualquier reducción de tropas pasa por un acuerdo global, en el que tomen parte la mayor parte, si no todos, de los actores mencionados, incluida la resistencia afgana.
En esa clave se situarían, además, el eventual encuentro que Alemania estaría organizando en Berlín para el próximo mes de diciembre, donde la presencia talibán podría estar asegurada, y el anuncio de Barack Obama de la posible celebración de una conferencia internacional en mayo del 2012 en Chicago, en la que participarían únicamente EEUU y sus aliados y que habría que interpretar en clave electoral de cara a la reelección presidencial.
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