Libia y los “guardianes de la libertad”
¿Ayudó Noam Chomsky a facilitar una invasión imperialista al exculpar a los rebeldes libios y satanizar al régimen de Gadafi?
Dan Glazebrook
Al-Ahram Weekly
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Fue una entrevista difícil. Noam Chomsky fue el primero que me abrió los ojos a la estructura neocolonial básica del mundo y el papel de los medios corporativos en el disimulo y legitimación de esta estructura.
Chomsky demostró consecuentemente cómo, desde el fin mismo de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. y sus aliados europeos han impuesto regímenes militares al Tercer Mundo con el papel asignado de mantener bajos los salarios (y por lo tanto altas las oportunidades de inversión) eliminando a comunistas, sindicalistas y a cualquiera que se pueda considerar una amenaza potencial para el imperio. Chomsky ha estado en la vanguardia de la denuncia de las mentiras y de los verdaderos motivos de las agresiones a Iraq, Afganistán y Serbia en los últimos años, y contra Centroamérica y el Sudeste Asiático antes de eso. Pero respecto a Libia, a mi juicio, su posición ha sido terrible.
No me malinterpreten: ahora la conquista casi ha terminado, Chomsky puede ser bastante franco en su denuncia, como deja claro durante la entrevista. “Ahora mismo, en este momento, la OTAN bombardea una base de operaciones de la mayor tribu de Libia”, me dice. “No hay muchas informaciones, pero si se leen los informes de la Cruz Roja, describen una horripilante crisis humanitaria en la ciudad que está bajo ataque, los hospitales se derrumban, no hay medicamentos, la gente muere, la gente huye a pie hacia el desierto para tratar de escapar, etc. Eso sucede bajo el mandato de la OTAN de proteger a los civiles”.
Lo que me preocupa es que ése haya sido precisamente el mandato apoyado por Chomsky.
El general estadounidense Wesley Clark, comandante de la OTAN durante el bombardeo de Serbia, reveló hace siete años en la televisión de EE.UU. que el Pentágono había preparado una lista de gobiernos que quería eliminar en cinco años: Iraq, Siria, el Líbano, Somalia, Sudán e Irán. Gracias a la resistencia iraquí y afgana, el plan se ha retrasado, pero evidentemente no se ha abandonado. Deberíamos, por lo tanto, haber esperado la invasión de Libia.
En vista de la torpeza del ex presidente estadounidense George Bush para obtener apoyo global para la guerra contra Iraq, y el compromiso declarado de Obama con el multilateralismo y “el poder blando” deberíamos haber esperado que esta invasión se hubiera planificado meticulosamente a fin de darle un barniz de legitimidad. En vista de la creciente afición de la CIA a la instigación de “revoluciones de color” para causar dolores de cabeza a gobiernos que le disgustan, deberíamos haber esperado algo similar como parte de la preparación de la invasión de Libia. Y en vista de la estrecha relación de trabajo de Obama con los Clinton, deberíamos haber esperado que esta invasión siguiera el modelo altamente exitoso establecido por el ex presidente Bill Clinton en Kosovo: engatusar a movimientos rebeldes en el terreno para que realicen violentas provocaciones al Estado y luego gritar genocidio ante la reacción del Estado a fin de aterrorizar a la opinión mundial para que apoye la intervención.
En otras palabras, deberíamos haber visto lo que se venía, y destacados y ampliamente respetados intelectuales como Chomsky deberían haber utilizado su plataforma para publicitar las revelaciones de Clark, advertir sobre la próxima agresión, y llamar la atención respecto a la naturaleza racista y sectaria de los “movimientos rebeldes” que EE.UU. y Gran Bretaña han empleado tradicionalmente para derrocar a los gobiernos desobedientes. Ciertamente no era necesario recordar a Chomsky las demenciales atrocidades del Ejército de Liberación de Kosovo, de la Contra nicaragüense, o de la Alianza del Norte afgana. Por cierto, él fue uno de los que ayudaron a alertar al mundo de muchas de ellas.
Pero Chomsky no utilizó su plataforma para tratar estos puntos. En su lugar, en una entrevista con la BBC un mes después de comenzada la rebelión -y, crucialmente, solo cuatro días antes de la aprobación de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y del comienzo de la guerra relámpago de la OTAN– prefirió calificar la rebelión de “maravillosa”. En otros sitios se refirió a la toma de la ciudad oriental libia de Bengasi por pandillas racistas como “liberación” y a la rebelión como “inicialmente no violenta”.
En una entrevista con la BBC, incluso afirmó que “Libia es el único sitio [en el Norte de África] donde hubo una reacción estatal muy violenta que reprimió los levantamientos populares”, una afirmación tan divorciada de la realidad que cuesta saber por dónde comenzar. El ex presidente egipcio Hosni Mubarak actualmente está procesado por el asesinato de 850 manifestantes, mientras, según Amnistía Internacional, solo fue posible confirmar 110 muertes en Bengasi antes del inicio de las operaciones de la OTAN, y esto incluyó a gente favorable al gobierno muerta por la milicia rebelde. Lo que hace que Libia sea excepcional en la Primavera Árabe del Norte de África es que fue el único país en el cual la rebelión fue armada, violenta, y orientada abiertamente a facilitar una invasión extranjera.
Ahora, cuando Amnistía ha confirmado que los rebeldes libios han estado utilizando la violencia desde el principio y han estado organizando desde entonces la caza masiva y la ejecución de libios negros y migrantes africanos, comencé la entrevista preguntando a Chomsky si ahora lamenta su apoyo público inicial a ellos.
Se encoge de hombros:
“No. Estoy seguro de que el informe de Amnistía Internacional es correcto, que había elementos armados entre ellos, pero nótese que no dijeron que la rebelión era una rebelión armada. En los hechos, la gran mayoría era probablemente gente como nosotros [sic], oponentes a Gadafi de clase media. En su mayoría fue un levantamiento sin armas. Se convirtió en un levantamiento violento, y por cierto las matanzas que usted describe tienen lugar, pero no comenzó de esa manera. En cuanto se convirtió en una guerra civil, eso sucedió”.
Sin embargo, efectivamente comenzó de esa manera. Los verdaderos colores de los rebeldes se mostraron el segundo día de la rebelión, el 18 de febrero, cuando detuvieron y ejecutaron a un grupo de 50 trabajadores migrantes africanos en la ciudad de Bayda. Una semana después, un testigo presencial aterrorizado dijo a la BBC que otros 70 u 80 trabajadores migrantes habían sido despedazados frente a sus ojos por fuerzas rebeldes. Esos incidentes –y muchos semejantes– dejaron claro el carácter racista de las milicias rebeldes mucho antes de la entrevista de Chomsky con la BBC del 15 de marzo. Pero Chomsky lo rechaza:
“Esas cosas no estaban claras en absoluto, y no se había informado al respecto. E incluso después, cuando se informó, no hablaban del levantamiento. Hablaban de un elemento en su interior”.
Puede que así lo vea Chomsky, pero ambos incidentes fueron presentados en esos días por medios dominantes como la BBC, National Public Radio de EE.UU., y el periódico británico The Guardian. Es obvio que estaban ocultos tras montones de veneno contra Gadafi y justificados con el pretexto usual de que los migrantes eran “presuntos mercenarios”, pero la experiencia de Chomsky en el análisis de los medios debería haberle capacitado para ver a través de eso. Además, la expulsión el mes pasado de toda la población, en su mayoría negra, de la ciudad libia de Tawarga por milicias de Misrata con nombres como “brigada para purgar pieles negras” recibió recientemente la bendición del presidente del Consejo Nacional de Transición (CNT), Mahmud Jibril. Presentar estos crímenes raciales como un elemento insignificante parece intencionalmente falaz.
Pero Chomsky se sigue manteniendo firme:
“Usted habla de lo que pasó después de la guerra civil y de la intervención de la OTAN, mientras que yo no. Dos puntos, que repetiré: Ante todo, no era conocido, y en segundo lugar era una parte muy pequeña del levantamiento.
El levantamiento fue realizado por una oposición de clase media, no violenta, en su abrumadora mayoría. Ahora sabemos que hubo un elemento armado y que se destacó rápidamente después del inicio de la guerra civil. Pero no tenía que ser así, de modo que si la segunda intervención no hubiera tenido lugar, podría haber sido diferente”.
Chomsky caracteriza la intervención de la OTAN como si hubiera tenido dos partes. Argumenta que la intervención inicial, autorizada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para impedir una masacre en Bengasi, fue legítima. Pero la “segunda” intervención, en la cual el triunvirato de EE.UU., Gran Bretaña y Francia actuó como una fuerza aérea de las milicias de Misrata y Bengasi en su conquista del resto del país, fue equivocada e ilegal.
“Tenemos que recordar que hubo dos intervenciones, no una, de la OTAN. Una de ellas duró unos cinco minutos. Es la que se emprendió según la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad, que planteaba una zona de exclusión aérea sobre Bengasi cuando existía la amenaza de una seria masacre, junto con un mandato más prolongado para proteger civiles. No duró casi nada [ya que], casi de inmediato, no la OTAN sino las tres tradicionales potencias imperiales, Francia, Gran Bretaña y EE.UU., realizaron una segunda intervención que no tuvo nada que ver con la protección de civiles y ciertamente no fue una zona de exclusión aérea, sino una participación en un alzamiento rebelde, y es la que hemos estado presenciando”.
“Estuvo casi aislada internacionalmente. Los países africanos se opusieron enérgicamente, pidieron negociaciones y diplomacia desde el principio. Los principales países independientes –los países del BRICS– también se opusieron a la segunda intervención y pidieron negociaciones y diplomacia. Incluso dentro de la participación limitada de la OTAN, fuera del triunvirato, en el mundo árabe, no pasó casi nada: Qatar envió un par de aviones y Egipto, vecino inmediato y fuertemente armado, no hizo nada”.
“Turquía se contuvo bastante tiempo y terminó participando débilmente en la operación del triunvirato. Por lo tanto fue una operación muy aislada. Se ha afirmado que fue realizada por una solicitud de la Liga Árabe, pero eso es sobre todo un fraude. Ante todo, la solicitud de la Liga Árabe fue extremadamente limitada y solo participó una minoría, Arabia Saudí y los Estados del Golfo. En realidad también emitieron una solicitud de dos zonas de exclusión aérea –una sobre Libia y la otra sobre Gaza-. Sobra hablar de lo que sucedió con la segunda”.
Estamos de acuerdo con casi todo esto. Mi argumento, sin embargo, es que siempre fue dolorosamente obvio que la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad tenía el propósito de suministrar una hoja de parra al triunvirato precisamente para la “segunda intervención” que denuncia Chomsky.
“No quedó claro, incluso durante esos cinco minutos, que las potencias imperiales aceptaron la resolución. Solo quedó claro un par de días después, cuando comenzaron a bombardear en apoyo de los rebeldes. Y no tenía que ser así. Podría haber prevalecido la opinión mundial, sobre todo la del BRICS, África, Turquía, etc.”
Parece extraño e ingenuo que un hombre de la visión de Chomsky simule sorpresa ante el hecho de que las potencias imperiales hayan utilizado la Resolución 1973 de la ONU para sus propios fines a fin de derrocar a uno de los gobiernos de su lista de “eliminables”. ¿Para qué otra cosa la iban a utilizar? También es exasperante: si lo hubiese dicho otra persona yo le habría dicho que leyera algo de Chomsky.
Chomsky podría haber dicho que las potencias imperiales no actúan por razones humanitarias, sino por impulsos totalitarios y para defender y ampliar su dominación del mundo y de sus recursos. También habría dicho, a mi entender, que no esperaran que esas potencias implementaran medidas para salvar civiles, sino solo las aprovecharían y harían lo contrario.
Sin embargo, en esta ocasión Chomsky parece haber seguido una lógica diferente. ¿Acepta Chomsky que su exculpación de los rebeldes y su satanización de Gadafi en los días y semanas antes del lanzamiento de la invasión, podría haber ayudado a facilitarla?
“Por cierto no exculpé a los rebeldes. No dije casi nada sobre ellos”.
La entrevista original tuvo lugar antes de todo esto –fue en un período en el cual había que tomar una decisión incluso sobre si había que introducir una resolución de la ONU para plantear una zona de exclusión aérea– y, a propósito, dije después de su aprobación que pensaba que podría defenderse, y diría lo mismo actualmente.
Sin embargo, incluso después de que la agresión británica, francesa y estadounidense a Libia había quedado sobradamente clara, Chomsky publicó otro artículo sobre Libia el 5 de abril. Para entonces, miles, si no decenas de miles, de libios habían sido masacrados por las bombas de la OTAN. Esa vez el artículo de Chomsky comenzó con una crítica a los gobiernos británico y estadounidense no por su guerra relámpago sino por su supuesto apoyo a Gadafi “y sus crímenes”. ¿No contribuyó a la satanización que justificó y perpetuó la agresión de la OTAN?
“Ante todo no acepto su descripción. Yo no la llamaría una agresión de la OTAN, ya que es más compleja que eso. El paso inicial –la primera intervención, la de cinco minutos– pienso que fue justificable. Existía una posibilidad –una posibilidad significativa– de una matanza muy grave en Bengasi. Gadafi tenía un horrible historial de matanzas, y debería conocerse, pero en ese momento, pienso que la reacción adecuada debería haber sido decir la verdad de lo que estaba sucediendo”.
No puedo dejar de preguntar por qué la responsabilidad de “decir la verdad de lo que estaba sucediendo” se aplica solo a Libia. ¿No deberíamos también decir la verdad sobre lo que sucede en Occidente? ¿De su inextinguible sed de reservas de petróleo y gas en disminución, por ejemplo, o de su temor de un África independiente, o su largo historial de apoyo y armamento de brutales gángsteres contra los gobiernos que quieren remover? Chomsky está suficientemente familiarizado con los ejemplos. ¿No deberíamos decir la verdad sobre la crisis que actualmente afecta al sistema económico occidental y lleva a sus elites a basarse cada vez más en el belicismo para mantener su dominación que se derrumba? ¿No es todo realmente mucho más pertinente respecto a la guerra contra Libia que el recuento de los supuestos crímenes de Gadafi de hace veinte años?
Chomsky argumentó con el académico y activista estadounidense James Petras en 2003 por su condena del arresto por parte del gobierno cubano de varias docenas de agentes estadounidenses y la ejecución de tres secuestradores. Petras había argumentado entonces que “los intelectuales tienen la responsabilidad de distinguir entre las medidas defensivas tomadas por países bajo ataque imperial y los métodos ofensivos de potencias imperiales decididas a conquistarlos. Es el colmo de la hipocresía y del fingimiento de piedad plantear equivalencias morales entre la violencia y la represión de países imperiales decididos a conquistarlos con la de países del Tercer Mundo bajo amenaza militar y terrorista”.
En esta ocasión, Chomsky ha hecho algo peor. Lejos de plantear equivalencias morales, simplemente ha borrado del cuadro los crímenes de los aliados libios de la OTAN, mientras amplifica y distorsiona las medidas defensivas tomadas por el gobierno de Libia al enfrentar una rebelión respaldada por EE.UU.
Recuerdo a Chomsky su comentario de hace algunos años de que Libia se utilizó como un chivo expiatorio por parte de los políticos estadounidenses para distraer la atención pública de los problemas internos. “Sí, así era. Pero no significa que fuera un sitio agradable”.
Es mucho menos agradable ahora.
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