Siria: Turquía vuelve a ser “otomana”
Sería difícil encontrar una cara de sorpresa entre los observadores de la crisis siria al saber queTurquía ha impuesto hoy sanciones económicas contra Siria, ya que la posición crítica del ejecutivo de Erdogan frente al régimen de Al-Asad ha ido escalando desde las primeras semanas de la revuelta popular. Lo que sí hay que remarcar es que, con las medidas tomadas hoy, Turquía da un paso grande, y seguramente sin retorno, en el camino de la enemistad con su antiguo “amigo” y aliado. El Gobierno turco había adoptado, hasta ahora, medidas políticas a muy bajo riesgo, ya que adoptó una postura popular y aplaudida tanto dentro como fuera de Turquía. Ahora el riesgo es mayor, ya que, con las decisiones de hoy, el gobierno turco ha congelado una jugosa relación comercial de más de 2000 millones de Dólares de tamaño (2010) articulada sobre un Tratado de Libre Comercio de balanza abusivamente inclinada hacia el lado turco.
La historia de las relaciones turco- sirias tiene un trazado bastante agitado, que se fue balanceando durante décadas entre la frialdad y las proximidades del enfrentamiento armado. Hasta 1998 los turcos, en el imaginario oficialista sirio, eran los herederos de los otomanos, aquellos que ocuparon las tierras de la Nación Árabe y causaron deliberadamente su atraso, tenían territorio sirio ocupado (Iskenderoun) y, para más INRI, eran “siervos” de EEUU e Israel. En 1998, tras una escalada en la tensión de las relaciones a causa del patrocinio sirio de la milicia kurda del PKK, se firmó el Tratado de Adana, donde Hafez Al-Asad, padre del actual presidente sirio, se comprometía a cortar con la milicia kurda y a dejar de reclamar los territorios sirios ocupados por Turquía. A partir de ese año los sirios dejaron de disfrutar enRamadán de la tradicional telenovela anual de ambientación y temática basadas en el sufrimiento del pueblo sirio durante las últimas décadas de ocupación otomana. Los turcos ya no eran “otomanos”.
Pese a que la tregua se inició en 1998, la era dorada de las relaciones entre ambos países no viviría su florecimiento hasta mediados de la década pasada, ya con Bashar Al-Asad como Presidente de Siria y Erdogan como Primer Ministro Turco. Turquía había decidido “girar hacia el Levante” tras los reiterados rechazos de UE, y Siria vivía una etapa más de aislamiento árabe e internacional a causa del acoso de la Administración Bush por un lado, y por ser la principal acusada del asesinato de Rafik Hariri, ex Primer Ministro libanés y hombre de Arabia Saudí en el ese país por el otro. Erdogan le ofreció a Al-Asad patrocinio político ante la UE y EEUU, y más tarde le ejerció de intermediario en las negociaciones indirectas con Israel. A cambio, Al- Asad abrió los mercados sirios a cal y canto a los productos turcos, sin importarle mucho (o nada) el negativísimo impacto que tuvo esta decisión sobre la débil industria siria, sobre todo en el sector del textil. Por supuesto, los círculos económicos afines al régimen tuvieron la oportunidad de beneficiarse de estos tratados. Además de esto, ofrecer a Siria como paso franco para los productos turcos dejó a toda la península arábiga a pocos kilómetros, lo que contribuyo a que Turquía llegara a sextuplicar su volumen de negocio con los países árabes en pocos años. Edrogan, entonces, era un amigo más que querido, y la cercanía de Bashar Al-Asad a un líder ascendente a nivel mundial agradaba mucho al régimen, que ponía mucho esfuerzo en hacer ver estampas de cercanía y camaradería entre ambos líderes y sus familias (imagen). Ya no se hablaba de que Iskenderoun tenía que volver a dominio sirio en los medio de comunicación, sino que se hacían proyectos hidráulicos conjuntos en la frontera de la región legitimando el status quo, y los culebrones turcos que tanto entusiasmaban en el mundo árabese doblaban,orgullosamente, en la Televisión Siria. En aquel momento Erdogan, por supuesto, no era “otomano”.
El inicio de la Primavera Árabe marcó un giro en la política exterior turca, que pasó de llevarse bien con los regímenes árabes al mismo tiempo que se trabajaba la popularidad del “modelo turco” de convivencia entre democracia, modernidad, islam y tradición a una postura más enfilada a posicionarse, políticamente, a favor de las aspiraciones democráticas de los pueblos árabes, incluso ofreciendo cierto patrocinio a los partidos islámicos que querían servirse de la imagen de Turquía para tranquilizar a occidente y a sus propios pueblos sobre sus ansias de democracia (Es casi imposible que un político islamista no cite a Turquía como ejemplo al ser entrevistado por medios occidentales). La inteligente política exterior turco supo leer el momento mucho mejor que los regímenes árabes o que Europa y EEUU, ya que dio muestras tempranas de comprensión de que la corriente de cambio es imparable, y que es mejor unirse a la ola ascendente, las corrientes democratizadoras, e intentar posicionarse bien respecto a ellas, ganar ventaja respecto a las otras potencias regionales e imponerse como actor clave y decisivo ante las potencias internacionales. Por supuesto que Turquía no es una ONG ni se mueve motivada por sensibilidades humanistas hacia el sufrimiento de los pueblos árabes (ni Turquía ni nadie), sino que aspira a ser la principal potencia regional y ve en la ola de cambio su oportunidad de afianzar esa aspiración política y económicamente. Es por eso que no tuvo miramientos a la hora de hacer públicas sus críticas al inmovilismo del régimen sirio y exigirle cambiar radicalmente su política interior a cambio de mantener una amistad que sabía esencial para el régimen de Al-Asad. Desde entonces la brecha no ha hecho más que agrandarse, y según se separaban las orillas de los 800 Km de frontera común los turcos volvían a ser “otomanos” para las agencias estatales y los medios de comunicación del régimen. Prueba de ello es un informe de la Agencia Oficial de Promoción y Desarrollo de Siria, publicado el mes pasado, y que alertaba, siete años después, de que el balance comercial entre Turquía y Siria es injusto, por lo que el TLC de libre comercio debería ser revisado (se dieron cuenta ahora casualmente, claro). Esta magistral conclusión la podía dar, de habérsela pedido, cualquier fabricante sirio de textil o cualquier operario u obrero que quedó en el paro en la época de “amistad” turco- siria, pero en aquel momento las prioridades del régimen no pasaban por los intereses de su población, de hecho nunca lo hicieron.
El empeño de Turquía de ser “la madre de la novia” en la cuestión siria y monitorizar el cambio en su vecino del sur se hace más efectivo al tiempo que crece el número de artículos en la prensa siria que califican a Erdogan como “Neo otomano”. Mientras tanto, la cuestión sobre si realmente vuelven los Otomanos va subiendo de tono.
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