Mursi reajusta sus vínculos con EE.UU.

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M K Bhadrakumar
Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La confusión mental estadounidense sobre Egipto terminó el fin de semana pasado, solo nueve días después que el presidente Barack Obama hiciera su famoso comentario en una entrevista televisada diciendo que no está seguro de que el Egipto post Hosni Mubarak sea un aliado de EE.UU.

En realidad la confusión se originó cuando el portavoz del Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU., Tommy Vietor, se apresuró a decir que “aliado” es un “término legal artístico”, mientras Egipto es un “antiguo y cercano socio” de EE.UU. y, en seguida, la portavoz del Departamento de Estado Victoria Nuland se inmiscuyó para contradecir a Obama y a Vietor al insistir en que Egipto es ciertamente “un importante aliado no perteneciente a la OTAN”.

En una entrevista con The New York Times el sábado, el presidente egipcio Mohamed Mursi se ofreció a aclarar la confusión. Cuando se le preguntó si Egipto es un aliado, Mursi respondió sonriendo: “Depende de su definición de aliado”. Luego sugirió servicialmente que los dos países son “verdaderos amigos”.
Creciendo con los Hermanos

Ahora bien, como probablemente se proponía Mursi, lo que quiere decir con “verdaderos amigos” es que ninguno de ellos espera que el otro sea servil como un caniche movimiendo la cola. Por lo tanto cuando viaje a EE.UU. a dirigirse a la Asamblea General de las Naciones Unidas el miércoles, Mursi no tiene que reunirse con Obama. No obstante, seguirán siendo “verdaderos amigos”, aunque nunca se han reunido.

Según The New York Times, Obama se mostró indiferente ante la solicitud de Mursi de una reunión. El Cairo sostiene que se trata solo de un problema de programa y que la planificación de una visita de Mursi a Washington era un trabajo en curso. Mientras tanto, Mursi tiene “un programa bastante ocupado” en Nueva York y sucede que Obama también tiene un “calendario apretado”, según el ministro de Exteriores egipcio, Mohamed Kamel Amr.

En los hechos, la única reunión de Mursi con funcionarios estadounidenses durante su visita de esta semana a ese país podría tener lugar en la reunión anual de la Iniciativa Global Clinton (a la cual, a propósito, Obama también asistirá).

Ya no vale casi ninguna excusa para que la mente estadounidense se mantenga confundida sobre la cosecha amarga de la Primavera Árabe en la Plaza Tahrir. Los “expertos” de los medios que profetizaron que Egipto bajo la Hermandad Musulmana mantendría ipso facto el camino de Mubarak en política exterior han desaparecido.

Este es particularmente el caso después de ver la sorprendente entrevista televisada del sábado de Mursi, la primera en la televisión estatal egipcia desde su elección en junio. Habló en cierto detalle sobre el caso de Irán, que de alguna manera se ha convertido en la prueba decisiva para estimar dónde se ubica exactamente Egipto como potencia regional.

Mursi afirmó que es importante que Egipto tenga una “fuerte relación” con Irán. Describió a Irán como “un importante protagonista en la región que podría tener un papel activo y alentador en la solución del problema sirio”. Mursi explicó su decisión de incluir a Irán en el grupo de contacto de cuatro miembros sobre la crisis siria que ha formado Egipto, junto con Turquía y Arabia Saudí”.

Mursi agregó: “Y nosotros [Egipto] no tenemos un problema significativo con Irán. [La relación entre Egipto e Irán] es normal, como la que tenemos con el resto de los Estados del mundo”.

De la misma manera, Mursi habló con aire de desafío en su entrevista con The New York Times respecto a los vínculos de Egipto con EE.UU. y las relaciones de este último con el mundo árabe. Dijo: “Yo crecí con la Hermandad Musulmana. Aprendí mis principios en la Hermandad Musulmana. Aprendí a amar a mi país con la Hermandad Musulmana. Aprendí política con la Hermandad. Fui un dirigente de la Hermandad Musulmana”.

“Sucesivos gobiernos estadounidenses compraron, esencialmente con dineros del contribuyente estadounidense, la antipatía, si no el odio, de los pueblos de la región”.

Correspondía a Washington reparar las relaciones con el mundo árabe y revitalizar la alianza con Egipto.

EE.UU. debe respetar la historia y la cultura del mundo árabe, incluso si entran en conflicto con los valores occidentales.

“Si queréis [EE.UU.] juzgar la actuación del pueblo de Egipto según los estándares de la cultura alemana, china o estadounidense, no hay margen para opiniones diversas. Cuando los egipcios deciden algo, probablemente no sea apropiado para EE.UU. Cuando los estadounidenses deciden algo, esto, por supuesto, no es apropiado para Egipto”.

Árabes y estadounidenses tienen “un objetivo compartido, que cada cual viva libre en su propio país, según sus costumbres y valores, de un modo justo y democrático… [en] una coexistencia armoniosa y pacífica”.

Los estadounidenses “tienen una responsabilidad especial” hacia los palestinos porque EE.UU. firmó el acuerdo de Camp David de 1978. “Mientras no se logre la paz y la justicia para los palestinos, el tratado no se habrá cumplido”.

Si Washington está pidiendo a Egipto que cumpla su tratado con Israel, Washington también debería hacer honor a su nombre respecto al compromiso de Camp David hacia el gobierno propio palestino. Esta última parte en particular es aciaga. Mursi podría estar indicando que Egipto se propone buscar cambios al tratado de paz de 1978. El ministro de exteriores israelí, Avigdor Lieberman, se apresuró a declarar el domingo que no existe la “más mínima posibilidad” de que Israel acepte cualquier cambio. “No aceptaremos ninguna modificación de los Acuerdos de Camp David”, dijo Lieberman.

Un ‘rápido’ paso adelante

El refrán de expertos occidentales solía ser que los Hermanos de Egipto dependían de la generosidad estadounidense y saudí para hacer funcionar su gobierno en El Cairo. Más importante aún es que Washington difundió la impresión de que gozaba de una gran influencia en el Nuevo Egipto. Supuestamente EE.UU. debía actuar como mediador entre los militares egipcios y los Hermanos.

Pero Mursi destruyó la tesis. “No, no, no se trata de que ellos [la dirigencia militar] ‘haya decidido’ hacerlo [renunciar]. Es la voluntad del pueblo egipcio a través de su presidente elegido, ¿verdad? El presidente de la República Árabe de Egipto es el comandante de las fuerzas armadas. Punto final… Nos estamos conduciendo según la elección y la voluntad del pueblo egipcio, nada más, ¿está claro?” preguntó a los editores del New York Times.

El cuadro que emerge de la sorprendente entrevista de Mursi es que EE.UU. ha sufrido un inmenso revés en su estrategia regional en Medio Oriente. El hecho de que Obama haya rehuido una reunión con Mursi esta semana subraya la gravedad del profundo enfriamiento en los vínculos entre EE.UU. y Egipto. Y el desaire de Obama tiene lugar después de que tomó la iniciativa de invitar a Mursi a visitar EE.UU. e insistió en que la visita debería tener lugar pronto, enviando incluso al secretario de Estado adjunto William Burns a entregar la carta de invitación, lo que fue seguido por visitas a El Cairo de la secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton y del secretario de Defensa Leon Panetta.

Mursi ha tomado una serie de pasos desde que asumió el mando en julio que, en retrospectiva, tuvieron el principal objetivo de comunicar a Washington que no está de acuerdo con el dictado estadounidense y se propone seguir una política exterior independiente. Su decisión de visitar China e Irán se calculó con el propósito de señalar su empatía con países que cuestionan la hegemonía de EE.UU. en Medio Oriente y subrayar que espera reducir la dependencia de Egipto de EE.UU. Pero Washington siguió pretendiendo que no prestaba atención.

Sin embargo, ha habido un “rápido” paso adelante en los últimos 10 días, desde la película estadounidense contra el Islam, el asesinato del embajador de EE.UU. en Bengasi y el asalto de la embajada de EE.UU. en El Cairo por manifestantes egipcios. Mursi no reaccionó ante el asalto de la embajada durante 36 horas. Dicho simplemente, pudo notar que la calle árabe hervía de furia contra EE.UU. y decidió que sería políticamente falto de juicio hacer cualquier cosa diferente a dejar que la ira popular se manifestara.

El ensordecedor silencio o inercia de Mursi provocó que Obama lo llamara para amonestarlo (según informes estadounidenses filtrados), pero todo lo que Mursi hizo fue enviar refuerzos policiales para proteger el complejo de la embajada. Nunca condenó el asalto a la embajada propiamente tal.

Viviendo con el tirano de ayer

Las cosas nunca podrán volver a ser lo mismo en la relación entre EE.UU. y Egipto. 33 años de historia diplomática en los cuales El Cairo solía ser el confiable aliado de Washington se han escapado y se orientan hacia el horizonte. La diplomacia de EE.UU. en Medio Oriente se mueve en terreno desconocido. Evidentemente, el eje que es fundamental para la estrategia regional de EE.UU. en Medio Oriente, incluyendo Israel y los denominados Estados árabes “moderados” como Arabia Saudí, Catar, Jordania, etc., no se puede mantener sin Egipto, y la estrategia misma está en peligro.

En términos inmediatos, las consecuencias serán serias en Siria. Ahora se puede excluir prácticamente una intervención occidental en Siria. Por otra parte, sin una intervención, un cambio de régimen tardará mucho en ocurrir. Por su parte, Turquía estará en un aprieto, ya que ha mordido más de lo que puede masticar y EE.UU. no está de humor para involucrarse y acelerar la Primavera Árabe en Damasco. (Obama llamó al primer ministro turco Recep Erdogan la semana pasada para expresar su apoyo moral).

La parte buena es que EE.UU. y sus aliados podrían abrirse ahora a la idea de un diálogo nacional con la participación del gobierno sirio. De hecho, las más recientes declaraciones rusas sobre Siria indican un aire de expectativas nacientes. Por el contrario, un nerviosismo con un toque de amargura ya es evidente en el comentario del periódico de propiedad saudí Al-Hayat durante el fin de semana, mientras tomaba nota de las crecientes dificultades de EE.UU. con los Hermanos de Egipto:

¿Permitirá el presidente de EE.UU. que su legado lleve el título de que mantuvo a Bashar al-Asad en el poder? Sería un legado terrible, no importa en qué medida pueda justificarse mediante argumentos cómo la sabiduría de vivir con el tirano de ayer porque el de hoy podría ser peor, y lo que se quiere decir es no solo el tirano de turbas descontroladas, sino también los tiranos del extremismo musulmán y sus relaciones con el islamismo moderado en el poder.

No es sorprendente que Arabia Saudí no haya participado en la reunión del cuarteto sobre Siria que El Cairo recibió el lunes pasado, sin presentar ninguna explicación.

Dicho simplemente, Riad no puede aceptar el retorno de Egipto al primer plano de la política árabe después de tres décadas de ausencia durante las cuales el régimen saudí se adueñó del papel tradicional de El Cairo como corazón latente del arabismo. A Riad le dolerá abandonar su papel como líder del mundo árabe al que se había acostumbrado. Casi cada día, los medios saudíes se conectaron con el régimen para calumniar a los Hermanos de Egipto, llegando a afirmar últimamente que son los hermanos gemelos de al Qaida.

Cólera incontrolable

De nuevo la complicada farsa orquestada por los saudíes –propagando las discordias sectarias musulmanas como el problema principal en la arena política de Medio Oriente– ha dejado de surtir efecto, cuando los dos mayores países suníes y chiíes en la región –Egipto e Irán– se tienen por la mano, demostrando buena voluntad y disposición a colaborar para encarar problemas cruciales de la región. El peor de los casos para el régimen saudí se realizará en los próximos meses si en los próximos meses la Primavera Árabe inicia su funesto viaje hacia Riad, y la Península Arábiga, donde los Hermanos han estado activos durante décadas, le da la bienvenida como una primavera anhelada desde hace tiempo.

Lo más importante del asunto es que en un ámbito regional, el punto de vista iraní de que la Primavera Árabe es por excelencia “islámica” es vindicado. En una entrevista con Financial Times la semana pasada, el presidente del parlamento de Irán, Ali Larijani, hizo la sorprendente revelación de que diplomáticos iraníes se reunieron con miembros de la Hermandad Musulmana en Siria, así como con los salafistas (que están financiados por los saudíes) para alentarlos a aceptar “reformas democráticas mediante una conducta pacífica, no la violencia”. Esto fue una burla total del logaritmo sirio según el punto de vista saudí (y turco y estadounidense) de militancia suní como antídoto para la influencia (chií) de Irán en la región.

Resumiendo, las observaciones amistosas de Mursi respecto a Irán apuntan hacia un realineamiento estratégico regional de una escala épica, incluyendo el aire inventado de los cismas sectarios, que prácticamente ningún experto occidental (o turco) podría haber previsto. Ahora es cosa de tiempo antes que las relaciones entre Egipto e Irán se restauren plenamente poniendo fin a la ruptura de tres décadas.

El mayor beneficiario de este cambio del paradigma en la política en Medio Oriente será Irán. Se puede decir que probablemente ya hayamos pasado el punto de un ataque israelí contra Irán, no importa que el primer ministro Benjamin Netanyahu esté ladeando el molino de viento. En la actual atmósfera sobrecargada, el Medio Oriente musulmán estallaría con violencia incontrolable en caso de un ataque israelí (o estadounidense) contra Irán.

En caso de un ataque semejante, los Hermanos de Egipto probablemente anularían el tratado de paz con Israel y Jordania se vería obligada a hacer lo mismo; Egipto y Jordania podrían romper las relaciones diplomáticas con Israel. Bagdad está furioso porque EE.UU. y Turquía están alentando la secesión de Kurdistán; Hizbulá en Líbano ha estado amenazando con represalias si se ataca a Irán.

Aún más serio que todo el conjunto de lo mencionado sería el efecto dominó del caos en toda la región en la calle árabe sobre la suerte de las oligarquías en el Golfo Pérsico, que carecen de legitimidad y que están aliadas con EE.UU., en las cuales los Hermanos han estado operando en la clandestinidad durante décadas.

El embajador M. K. Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/NI25Ak02.html


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