Refugiados buscan llegar a Europa por donde sea

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Un joven camina cerca del puesto policial de Gundik Shalal, en el noreste de Siria. La guerra en ese país ha aumentado la cantidad de personas que buscan refugio en Europa. Crédito: Karlos Zurutuza/IPS.

 

 

 

 

 

 

Un joven camina cerca del puesto policial de Gundik Shalal, en el noreste de Siria. La guerra en ese país ha aumentado la cantidad de personas que buscan refugio en Europa. Crédito: Karlos Zurutuza/IPS.

ATENAS. IPS.  Mientras la implacable guerra en Siria sigue engrosando las filas de los refugiados que se dirigen a Europa, Grecia se convierte rápidamente en una puerta de entrada que es preferible evitar.

La mayoría de los sirios y otros refugiados que huyen de sus países intentan alcanzar el norte de Europa por diferentes rutas. Y los terribles Balcanes son una de esas alternativas.

Con más inmigrantes de los que puede manejar y una prolongada crisis económica que profundizó la xenofobia de la población local, Grecia decidió endurecer el control de sus fronteras en la primavera boreal de 2012.

Además, alojó a los inmigrantes indocumentados en centros de detención y en los últimos meses han salido a la luz abusos de derechos humanos cometidos por policías contra esas poblaciones.

Para muchos, el territorio griego es el camino menos seguro y entraña un viaje lleno de horrores, dijo Hasam Nazari, un músico afgano de 25 años, que ha intentado varias veces llegar al norte de Europa tras pasar 18 meses en Grecia.

El objetivo de Nazari era llegar a Hungría y desde allí a Austria. Intentó hacerlo en cinco ocasiones antes de quedarse sin dinero y volver a Grecia.

“Vimos a una pandilla violando a un adolescente de 13 años luego de cruzar la frontera” con la ex república yugoslava de Macedonia, relató a IPS. “Si no tienes euros para darles, te mutilan”. Esperan al otro lado de la frontera, en una zona de casas abandonadas camino hacia el interior del territorio, explicó Nazari.

“Andan en bicicleta, en grupos de 10 o 12, y tienen armas”, agregó.

Los saqueos son comunes. “Te llevan al bosque, te desnudan y roban todo lo que tengas. Y eres afortunado si no te golpean también”, dijo Nazari.

La policía lo sabe. En una ocasión “nos golpearon frente a los agentes, y ellos miraron para otro lado”, señaló.

“Están más preocupados en aplicar mano dura a los refugiados e inmigrantes ilegales”, opinó.

La preferencia por la ruta de los Balcanes ha empezado a figurar en las estadísticas desde principios de este año, dijo Izabella Cooper, portavoz de Frontex, la agencia de la Unión Europea para la seguridad de las fronteras externas.

“La ruta de los Balcanes occidentales ha experimentado un aumento de tránsito de 300 por ciento desde el comienzo del año”, dijo a IPS.

Bulgaria es el país que registra el mayor incremento: la cantidad de personas llegadas desde Siria, Argelia, Iraq y Pakistán se multiplicó por seis, agregó.

“Entre 60 y 70 personas, a veces incluso 100, cruzan por día la frontera” desde que empezó el año, dijo Cooper.

“Hemos visto un viraje hacia el este”, reconoció Boris Cheshirkov, de la unidad de información pública en la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en Bulgaria.

“Ahora, los grupos más grandes atraviesan los densos bosques de las montañas de Strandzha (hacia el límite sudoriental de Bulgaria con Turquía). Es un terreno extremadamente difícil, con muy poca visibilidad”, explicó.

Los contrabandistas ya se adaptaron a estas nuevas rutas y empezaron a pedir más dinero a los inmigrantes desesperados para conducirlos a la frontera. Antes cobraban 500 euros (677 dólares) por persona para un traslado a los límites entre Turquía y Grecia a lo largo del río Evros, y ahora subieron sus tarifas a casi 3.500 euros (4.736 dólares).

Y pese a lo que cobran, “los contrabandistas llevan a los grupos apenas cerca de la frontera, no la cruzan con ellos ni los guían”, dijo Cheshirkov.

Citó el ejemplo de Uaheyda Nur, una refugiada siria que ahora cumple una sentencia de prisión en Silven, ciudad búlgara ubicada a 130 kilómetros de la frontera con Grecia y Turquía. Esa mujer de 35 años, madre de cuatro hijos, “llegó a Bulgaria con su esposo Abdul Hanan Nur, de 38, en diciembre de 2012”, dijo Cheshirkov a IPS.

La familia recibió alojamiento en el centro de refugiados de la localidad fronteriza de Pastrogor. Sin embargo, en enero Nur intentó partir a Serbia con una hija y un hijo. Fue detenida por la policía fronteriza, sentenciada a ocho meses de prisión y está en Silven desde febrero.

“Su liberación estaba prevista para agosto, pero hasta donde sé no ha ocurrido”, dijo Cheshirkov.

“Hay 30 solicitantes de asilo en la Prisión Central de Sofía”, agregó.

Serbia también se tambalea bajo un creciente influjo de inmigrantes. Unos 2.000 indocumentados llegaron al país en 2010, en 2011 fueron 9.500, y treparon a 15.000 en 2012, según el Centro Serbio para las Migraciones, creado por la organización no gubernamental Grupa 484. Se estima que otros 20.000 ingresaron al país este año.

Sin embargo, Nenad Banovic, jefe de la policía fronteriza de Serbia, dijo que “hemos visto una pequeña reducción de las llegadas en los primeros seis meses de 2013”. Él la atribuye a la apertura de la ruta Turquía-Bulgaria-Rumania, así como a la de Grecia-Macedonia-Kosovo-Montenegro-Bosnia Herzegovina-Croacia.´

Pero, como ocurre en Grecia, la presión de los inmigrantes supera la capacidad de las instalaciones dedicadas al asilo en Bulgaria y en Serbia.

Los tres centros de refugiados de Bulgaria –uno en Sofía y dos más cerca de la frontera turca, en Banya y Pastrogor- operan por encima de su capacidad, de 1.170 personas.

Hace dos semanas, el gobierno búlgaro destinó el equivalente a 340.000 dólares a costear el alojamiento de otras 500 personas.

El sistema serbio también está intentando afrontar el influjo de refugiados.

“Nos esforzamos para mantenerlos”, dijo Banovic, de la policía fronteriza serbia, pero el país “tiene recursos limitados y ninguna ayuda de Europa”.

Las dificultades no disuaden a los inmigrantes de dirigirse hacia la ciudad fronteriza de Subotica, 184 kilómetros al norte de Belgrado, dijo Nazari, el músico afgano. Muchas familias residen en una vieja fábrica de ladrillos en la ciudad. Otras permanecen en el bosque que está junto a la ciudad hasta que pueden probar suerte en la frontera húngara, pocos kilómetros hacia el norte.

A la mayoría los atrapan cuando intentan cruzar, y los mandan de regreso. “La mayor parte de estos retornos no son oficiales, pero cada tanto a algunos los devuelven formalmente”, dijo Miroslava Jelacic, analista legal en Grupa 484.

Sin embargo, quienes logran cruzar son un aliento para que otros vuelvan a intentarlo, una y otra vez.


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