La pobreza agrava los efectos devastadores del tifón Haiyan
La historia se repite. Un devastador fenómeno natural, en este caso el tifón Haiyan, se ha aliado con la pobreza, y la vulnerabilidad de las viviendas que va unida a ella, para dejar un reguero de devastación y muerte a su paso por Filipinas. El recuento de las víctimas avanza lento. Se espera un balance final de miles de muertos cuando se retiren escombros y se acceda a zonas aún aisladas, mientras la ayuda empieza a llegar y se apela a no repetir los errores cometidos tras el tsumani de 2004.
El supertifón Haiyan, de categoría 5 cuando tocó Filipinas, ha sido considerado uno de los de más intensidad que jamás ha golpeado la tierra y, si se confirman las estimaciones de las autoridades, sería el desastre natural más mortífero en la historia reciente del país, que cada año es golpeado por una veintena de tifones. Por eso, el ministro filipino de Energía, Jericho Petilla, insistió en que las autoridades carecen de equipos y recursos humanos para hacer frente a semejante fenómeno. «Puede usted tomar todas la medidas preventivas que desee, que no servirán de gran cosa frente a algo tan violento», señaló. Sin embargo, el presidente, Benigno Aquino, apuntó a la responsabilidad de las autoridades locales por la falta de preparativos ante la llegada de Haiyan.
Pero cada vez que una catástrofe natural de estas características golpea determinadas zonas del planeta los observadores inciden en algunos problemas estructurales de urbanismo y construcción, algo que se repite en los países pobres y emergentes. Las devastadoras olas de hasta siete metros, los vientos de hasta 370 km/h y la vulnerabilidad de las viviendas en sociedades con un alto índice de pobreza han constituido el trinomio perfecto para que este supertifón haya sembrado un reguero de desolación en Filipinas.
«Las pérdidas (humanas) catastróficas se explican principalmente por la mala calidad de los materiales de construcción y de la construcción en sí», apuntó Norman Cheung, experto de la Universidad Kingston de Londres. El agua y el viento las derrumba con facilidad, incrementando los efectos devastadores de las lluvias y los frecuentes tifones que afectan a Filipinas durante la época del monzón.
Un muro de cinco metros
Esta vez las advertencias catastróficas y las evacuaciones masivas no pudieron evitar el desastre. Tacloban, capital de la provincia de Leyte, en la isla del mismo nombre, de 220.000 habitantes, quedó sumergida por un muro de agua de cinco metros que arrasó todo a su paso, incluidos a los habitantes refugiados en los centros de evacuación (escuelas, iglesias, gimna- sios) designados por las autoridades. No es la primera vez que las olas inundan la ciudad, pero nunca lo habían hecho en estas proporciones.
Las estimaciones del Gobierno apuntaban el domingo a 10.000 víctimas mortales -la mayoría ahogadas- y 2.000 desaparecidos en la isla de Leyte mientras en Samar, punto de entrada de Haiyan, se confirmaban al menos 300 muertos solo en la pequeña ciudad de Basey, mientras que el número de afectados es de casi diez millones de personas -casi cuatro millones de ellos niños-. Sin embargo, el último balance oficial cifraba en 255 el número de muertos en todo el país. Ayer, el Centro Nacional para la Gestión y la Reducción del Riesgo de Desastres (NDRRMC) confirmó 1.774 fallecidos, 1.660 de los cuales se produjeron en las Bisayas Orientales (Leyte y Samar), aunque el número de muertos sigue siendo difícil de determinar y el lento recuento continúa.
La ONU, por su parte, trabaja con los cálculos de que el tifón Haiyan ha causado en torno a 10.000 muertos mencionados por las autoridades, según dijeron ayer fuentes de ayuda humanitaria de la organización, que consideraron esas proyecciones como «bastante estables». «Esperamos que (el balance) no sea mayor», señaló John Ging, director general de operaciones de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). No obstante, pidió prudencia hasta que los equipos de asistencia hayan logrado el acceso completo a las zonas afectadas, muchas de las cuales se encuentra todavía aisladas.
Estado de calamidad
El presidente, Benigno Aquino, declaró el estado de calamidad en todo el país para acelerar las labores de rescate y de ayuda de emergencia a la población, lo que permitirá al Gobierno imponer precios máximos a los artículos de primera necesidad y controlar los artículos para evitar la especulación y el acaparamiento de bienes, como medicamentos y productos derivados del petróleo.
Médicos Sin Fronteras (MSF), que indicó que los efectos devastadores del tifón son «como los de un potente terremoto seguido de fuertes inundaciones», expresó su temor de que la devastación haya alcanzado a cientos de pueblos que se han quedado aislados en Leyte y alertó, sobre todo, de la posibilidad de infecciones de tétanos.
La gente «ha seguido las instrucciones, pero la tormenta ha sido demasiado fuerte», indicó Reynaldo Balido, portavoz del NDRRMC. No obstante, expertos aseguran que los esfuerzos pedagógicos de científicos y políticos hacia la población no han sido suficientes. «El mensaje no ha llegado, no nos hemos hecho entender y la gente no llega a evaluar las consecuencias de estos fenómenos», lamentan.
Pero quizá su intensidad superó todas las previsiones. Según el «cazatormentas» James Reynolds, el tifón Haiyan batió todos los registros. «Está fuera de categoría en cuanto a su poder destructivo y la magnitud de la tragedia humana», manifestó, y equiparó sus consecuencias con las del tsunami de marzo de 2011 en Japón.
La ayuda comenzó a llegar a la devastada zona, donde las autoridades declararon el estado de catástrofe natural, mientras aumentaba la desesperación de los agotados supervivientes, a los que el hambre empujó los primeros días al saqueo, aunque los equipos de rescate aseguraban ayer que ya ni siquiera quedaba algo que saquear.
Las autoridades filipinas declararon el estado de emergencia en Tacloban, donde también se impuso el toque de queda para todos los residentes con el objetivo de frenar los saqueos y la proliferación de otros delitos. El Gobierno envió varios cientos de policías y militares a la ciudad, convertida en una escombrera y una fosa común a cielo abierto, según testigos.
En el arrasado aeropuerto, que ayer fue reabierto solo para recibir la ayuda internacional, una larga hilera de supervivientes que caminó hasta seis kilómetros por el barro esperaba recibir alimentos, agua y medicinas o para que los sacaras de allí.
En medio de caos, y la destrucción surgió la esperanza con la llegada del primer avión del Ejército de EEUU con alimentos y equipos, aunque cientos de personas tratan de abandonar la zona como sea y miles deambulan por las calles de la capital y las carreteras de la isla en busca de alimento y agua.
Pero si en Tacloban, arrasada en un 95% y con el 70% de los edificios destruidos, se estimaba que el número de muertos podría superar los 10.000 y la situación era de «caos absoluto», según la Cruz Roja, se esperaba con ansiedad información sobre Guiuan, el primer punto de contacto del tifón, con 47.000 habitantes, y donde los servicios de rescate tenían dificultades en llegar.
Tej Aljibe, de AFP, informaba de que Guiuan, conocida por sus playas y su rica historia colonial, no es más que un montón de ruinas donde los supervivientes viven atemorizados por la presencia de personas armadas dispuestas a matar por comida y contra los que la Policía dice no poder hacer nada porque «somos muy pocos y ellos son muchos». Muchos más que los fallecidos, porque aunque el balance oficial en la isla de Samar, probablemente infravalorado, es de 433 muertos, los supervivientes de Guiuan creen que en su ciudad han sido «menos de un centenar», ya que fue golpeada especialmente por el viento, pero no por las olas gigantes que arrasaron Leyte.
Aprender de los errores
Expertos en ayuda humanitaria advirtieron ayer contra una repetición en Filipinas de los errores cometidos tras el tsunami que en diciembre de 2004 mató a 275.000 personas en Indonesia, India, Sri Lanka y Tailandia. La respuesta ofrecida entonces generó un vivo debate sobre la organización del rescate, la naturaleza de la asistencia y los medios al servicio de la reconstrucción.
La competencia entre las agencias y ONG, el envío de alimentos y equipos innecesarios que congestionaron puertos y aeropuertos evitando una asistencia más específica, la dificultad para manejar las dotaciones económicas por parte de las organizaciones de ayuda, unido a la corrupción y la mala gestión de importantes sumas y a que parte de los fondos prometidos para la reconstrucción no se entregaron nunca… Los errores fueron numerosos, sobre todo en la asignación de la ayuda para la reconstrucción social a largo plazo, y algunos expertos creen que no se ha aprendido de ellos.
Manila pide un compromiso decidido a la ONU
La ONU inauguró ayer en Varsovia la nueva Cumbre sobre el Cambio Climático (COP19), marcada por el devastador impacto del tifón Haiyan en Filipinas, y urgió a los cerca de 200 países participantes a acelerar las negociaciones para evitar los dramáticos efectos del calentamiento global. «Ahora comenzamos a experimentar los efectos del cambio climático», advirtió la secretaria general de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Christiana Figueras, quien dijo que con la reducción de gases contaminantes «ganamos todos». La delegada filipina Yeb Sano pidió a la ONU un compromiso decidido en la financiación de medidas contra el calentamiento global y en apoyo a los damnificados por los desastres naturales, tras recordar que su país es «el segundo más vulnerable del mundo por el cambio climático, con 22 tifones anuales de media». Anunció, además, su «ayuno voluntario» durante la cumbre, que se prolongará hasta el 22 de noviembre, en solidaridad con sus compatriotas, «que tienen dificultades para encontrar comida», y con el objetivo de lograr avances en la lucha contra el cambio climático. «La crisis climática es una locura y podemos pararla aquí», agregó. La catástrofe de Filipinas evidenció la necesidad de acelerar las conversaciones para alcanzar un acuerdo definitivo en la Conferencia del Clima de París en 2015, aunque los expertos no confirman la relación directa entre fenómenos meteorológicos como los tifones y el calentamiento global. Sí coinciden en que la superficie superior del océano se ha calentado desde 1971 y también, posiblemente. durante la primera mitad del siglo XX. El debate sobre si ese calentamiento se debe a la actividad humana o a la variabilidad natural del planeta continúa, pero los expertos creen que los huracanes serán más violentos y lluviosos.
De la COP19, las ONG esperan que no sea un cumbre de transición y que se alcancen acuerdos claros, algo que parece poco probable. GARA
El tifón llega debilitado a Vietnam y China
Mientras Tacloban seguía esperando la ayuda que llegaba con cuentagotas, el tifón Haiyan entraba de madrugada por el norte de Vietnam, donde las autoridades evacuaron a 800.000 personas de las zonas costeras, y llegaba también a la región autónoma china de Guangxi Zhuang, declarada en estado de alerta, aunque había pasado de categoría 5 a categoría 1. En Vietnam se contabilizaron al menos trece muertos y tres personas seguían desaparecidas. Muchos se quejaron de que habían sido alertados demasiado tarde. En el sur de China se confirmó la muerte de al menos seis personas, y siete continuaban desaparecidas. El fuerte oleaje dejó durante el fin de semana ocho muertos en Taiwán. GARA
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