El poderoso Ejército de Israel aterroriza a los niños palestinos
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Rami Ismael Abu Haniyeh y Raquel Castells.
Raquel Castells denuncia, en su película ‘A tiro de piedra de la cárcel’, la realidad de las detenciones de menores palestinos. Miles de niños son acosados, detenidos, torturados, interrogados y encarcelados cada año
Los niños palestinos se mueren de miedo. No es una expresión. Es literal. Los más pequeños sufren tal angustia y tensión que su corazón de pronto se para, agarrotado por el pánico. La primera vez que públicamente se verbalizó esta aterradora tragedia fue hace diez años, lo hizo la escritora Kenizé Mourad. Ahora, la directora vasca Raquel Castells saca a la luz una realidad ‘invisible’, la de las detenciones de los menores palestinos, que explica buena parte de la ansiedad máxima de estos niños. Los menores palestinos saben que en cualquier momento serán detenidos, interrogados, torturados y encarcelados por el Ejército de Israel. A tiro de piedra de la cárcel, ópera prima de Castells, es la denuncia de esta práctica, una de las más crueles de los israelíes en su guerra contra los palestinos. Solo en el pasado mes de septiembre, el poderoso Ejército de Israel detuvo a 179 niños palestinos. De ellos, casi treinta tenían entre doce y quince años.
“Aquí siento una paz interior que no he sentido nunca allí”. Rami Ismael Abu Haniyeh tiene dieciséis años, nació en el campamento de refugiados donde vive y ésta es la primera vez que sale de él. En Madrid no ha visto ningún jeep con soldados, duerme con la seguridad de que nadie entrará en su habitación de madrugada con rifles en la mano. Hace dos años, tenía catorce, fue detenido. Le acusaron de lanzar piedras contra un coche militar y le condenaron a seis meses de cárcel. Salió a los tres meses gracias a un intercambio de prisioneros. Esa reducción del tiempo le permitió seguir con su curso escolar y no tener que repetir como muchos otros niños que llegan a estar en las prisiones de Israel hasta dos años.
“Piensan que su vida está destrozada”
“La mayoría suele dejar el colegio. Se quedan en casa o están todo el día por la calle. La cárcel les ha creado un trauma, tal frustración que cuando ven un jeep vuelven a tirarle piedras. Piensan que su vida está destrozada. Ellos quieren que los niños palestinos no tengan cultural”, asegura este niño adulto a la fuerza, que quiere ser abogado “para ayudar a los niños y a los no niños, que no vivan mi experiencia”.
En 44 años, 726.000 niños palestinos han sido detenidos. En los últimos once años, han sido 7.500, muchos de ellos de doce años. Eso quiere decir que entre 500 y 700 menores son detenidos cada año, unos dos niños por día. Muchas veces lo hacen en manifestaciones públicas, pero no es extraño que lleguen los soldados israelíes de madrugada, tiren abajo la puerta de una casa, entren en las habitaciones y detengan a los menores.
Generalmente les aíslan. Les torturan, les impiden dormir en un par de días y después les obligan a firmar confesiones, muchas veces falsas. “También abusan de ellos”, añade Raquel Castells. Una vez al año, cuando los chavales acuden a su examen de selectividad, el que les permite acceder a la Universidad, el Ejército de Israel organiza redadas contra ellos. Les detiene y, así, les impide que estudien. Esa será la prueba que Rami pasará el próximo año y la hace, así lo confiesan él y su madre, que cada día que se acercan a ello crezca un poco más su inquietud.
“Si no confiesas, te vamos a joder”
A tiro de piedra de la cárcel no solo presenta el valiosísimo testimonio de algunos menores, niños y niñas, como Rami, y de sus familias, o las declaraciones de personas -palestinas e israelíes- implicadas en la lucha contra esta brutal situación, sino que cuenta con imágenes de detenciones, golpes, incluso interrogatorios. Son documentos que algunas organizaciones y abogados israelíes han cedido a Raquel Castells para que las difunda.
“Corre, deprisa, deprisa”. Son los gritos desesperados de una madre que ve desde la puerta de su casa cómo llega una furgoneta blanca israelí de la que salen soldados armados que se lanzan hacia su niño. Yaled no parece tener ni diez años. Le detienen. Es una de las imágenes más atroces de esta película, donde se muestra a soldados pateando a menores, a tíos enormes interrogando a un niño…
“Me insultaban”, recuerda un menor. “Si no confiesas, te vamos a joder”, dice otro que explica cómo le sacaron de su casa en plena noche, le taparon los ojos, le ataron las manos y le tiraron al suelo. Una niña explica cómo fue interrogada durante 28 días… “Me da miedo que vuelvan y me arresten otra vez. Y tengo miedo por mi hermano pequeño”.
Frustrante y descorazonador
Son confesiones que ha costado reunir, pero que constituyen hoy un documento importantísimo en la lucha contra este ataque salvaje contra los derechos de los niños. Sin embargo, desgraciadamente, demostrar la realidad no es suficiente. Kenizé Mourad lo sabe bien. Autora de best-sellers (De parte de la princesa muerta) muy rentables para las editoriales francesas, cuando contó el día a día de los palestinos en El perfume de nuestra tierra vio cómo se cerraban las puertas del mundo editorial que tanto la había mimado. Ahora, la directora vasca Raquel Castells está viviendo una situación similar con su película A tiro de piedra de la cárcel.
“Hemos entregado la película a varias organizaciones, por supuesto a UNICEF. Nos consta que se ha visto en Nueva York y Ginebra, pero todas estas instituciones tienen muchas líneas rojas”, dice Raquel Castells, quien confiesa: “Es desalentador, frustrante, descorazonador. Sabemos que la película lleva meses en algunas mesas y, al final, siempre es igual. ‘No podemos’, dicen. Esta es una realidad de la que no se habla, yo por lo menos pretendo que con la película se hable de ello”.
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