El pulso de fuerza entre los EE.UU e Irán incorpora nuevos aspectos militares
El derribo de un dron espía norteamericano por las defensas antiaéreas de Irán ha aumentado la tensión política y militar entre ambos países al máximo. El hecho bélico fue precedido por los ataques a dos petroleros en el Estrecho de Ormuz, de los que el Gobierno norteamericano ha acusado, sin pruebas, a Teherán.
El ataque a los petroleros suscitó una amenaza de represalias en contra de Irán por parte del Presidente de los EE.UU a lo que siguió, consecutivamente, el derribo de un dron espía norteamericano y la extraña información de un supuesto ataque norteamericano, suspendido en el último minuto por el propio Trump (confirmado por él mismo), para evitar “víctimas civiles”, algo que a su vez fue respondido por la Jefatura de los Guardianes de la revolución iraní, afirmando que también habrían podido derribar el avión tripulado que acompañaba al dron, (donde según ellos viajaban 55 oficiales de inteligencia norteamericanos), y que no lo hicieron porque no buscan una confrontación militar.
La tercera información extraña provino de nuevo del lado de los EE.UU, donde en este caso fuentes sin identificar se refieren a un ataque informático en contra de los sistemas automáticos de misiles de Irán sin precisar, por supuesto, sus posibles repercusiones.
En este estira y afloja de declaraciones e informaciones imposibles de certificar la verdad parece esconderse en el sorprendente derribo del dron de espionaje norteamericano por parte de la defensa antiaérea iraní.
Aunque calificado por la prensa genéricamente como un dron, la aeronave abatida es en realidad un avión espía no tripulado de última generación, RQ4 Glabel Hawk, fabricado por la empresa Northrop Gruman, que mide 40 metros de ala a ala, es decir que tiene el tamaño de un avión de pasajeros, y que los expertos definen como una “plataforma de espionaje” destinada a barrer el territorio por el que pasa. El citado aparato no tiene funciones de ataque por lo que su única protección es su techo de vuelo, de 20.000 metros. Su costo por unidad, 120 millones de dólares, ilustra bien su valor operativo.
Según las informaciones disponibles Irán no cuenta con baterías de misiles antiaéreos, de fabricación rusa, capaces de abatir con precisión una aeronave a esa altura, por la tanto es obligada la pregunta ¿entonces con qué la derribaron? Y su posible respuesta puede a su vez justificar algunas actitudes preventivas.
Según Irán el objetivo norteamericano fue alcanzado por un misil de fabricación propia, tipo Khordad, que tiene un alcance efectivo de 150 kms y un techo operativo de 27.000 metros de altura.
Irán además proporcionó a la prensa la hoja de vuelo detallada de los dos aviones desde su despegue, en una base aérea de los EE.UU situada en los Emiratos Arabes Unidos, y presentó públicamente los restos de la aeronave, para certificar que la misma violó en profundidad su espacio aéreo.
Más allá de si todos los datos proporcionados por Irán son ciertos o no, la verdad es que han demostrado su capacidad de monitoreo de aeronaves procedentes de una base situada en un país vecino y también su efectividad para derribar con precisión un sofisticado dron espía, lo cual se podría repetir en caso de posibles incursiones por parte de la Fuerza Aérea de combate de los EE.UU, lo cual puede justificar la actual prudencia norteamericana en lo que se refiere a posibles acciones de castigo limitadas en contra de Irán, ante el riesgo de que sus resultados puedan resultar ser todo lo contrario que una demostración de su fuerza.
Como trasfondo en este pulso de capacidades militares planea la posibilidad cierta de que cualquiera de las partes calcule mal las consecuencias de alguna de sus acciones y eso conlleve a un conflicto armado, regional e internacional, de incalculables consecuencias en todos los sentidos.
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