Ghanoushi cae, la Qasba sigue en pie
Alma Allende
Rebelión
Fotos de Ainara Makalilo, Las bombas lacrimógenas
La presión popular ha obtenido una nueva victoria en Túnez: a las 15.30 de la tarde Mohamed Ghanoushi, primer ministro de Ben Ali durante quince años, primer ministro del gobierno provisional desde el 15 de enero, ha anunciado su dimisión a través de la televisión estatal. La “santificación” de la Qasba, junto a la tensión que ondulaba las calles, anticipaba ya desde el viernes un cambio que, en cualquier caso, la UGTT ha rechazado enseguida: el nuevo primer ministro Beji Caïd Essebsi, 85 años, abogado y antiguo ministro de Bourguiba, ha sido nombrado -dice la dirección del sindicato- de manera precipitada y sin previas consultas y por ello debe dimitir, junto al resto del gobierno, para dejar paso a una asamblea constituyente.
Es el muy contestado Abdelssalem
Jrad, secretario general de la UGTT, quien habla, pero es la Qasba quien manda. Los seis muertos de estos días, los asaltos de las milicias, el cierre de la avenida Bourguiba han sido la respuesta al aumento de la presión popular; y su victoria parcial, a su vez, ha dado pábulo a nuevas tentativas de desestabilización. El viernes mataron a Mohamed Al Hanashi; ayer a Aymen Laakidi, Chahid el Mabrouk y a Anis Jellafi; hoy a Hamdi el Bahri y Abdelbasset el Ghéchaoui. Son decenas los heridos y también los detenidos cuyo paradero se desconoce. A uno de ellos, Haythez Hamzaoui, de 17 años, lo busca su padre desesperadamente. Él mismo -nos dice- lo animó a unirse desde Kelibia a las protestas de la capital, donde fue detenido junto a otros muchos jóvenes mientras caminaba por la calle; el viernes por la noche confirmaron su presencia en una comisaría, pero al día siguiente por la mañana, cuando se presentó a buscarlo, ya no estaba allí y nadie supo o quiso decirle dónde lo habían trasladado.
De casa a la Qasba, tenemos que abandonar la avenida de la Libertad porque desde Le Passage se elevan de nuevo nubes de gas por encima de las luces rojas de los coches de la policía. Luego nos contarán que hay civiles armados provocando el terror en Lafayette. Nos enseñan también los proyectiles monstruosos que las fuerzas del orden utilizan para dispersar a los manifestantes: fabricados en USA en 1984, contienen clorobenzilideno malononitrilo, sustancia lacrimógena que en grandes cantidades puede provocar edema pulmonar, pneumonía química y crisis cardíaca.
Cuando llegamos a la Qasba, hacia las 16.30, una hora después del anuncio de la dimisión de Ghanoushi, somos recibidos por un movimiento febril de la multitud; algunos huyen en dirección nuestra; un denso coágulo humano se desplaza velozmente hacia el ministerio de Defensa, custodiado por los soldados. Hay carreras, remolinos, forcejeos. Por un momento nos acordamos del 28 de enero y la violenta evacuación de la primera Qasba. No es eso. Es que han sorprendido a tres pistoleros, han detenido a uno de ellos y lo han entregado al ejército. Se trata, al parecer, de un miembro de la policía política al que ha reconocido un antiguo detenido. A lo largo de la tarde el servicio autogestionado de la seguridad demostrará su eficacia desactivando provocaciones y deteniendo provocadores.
El acceso al recinto mismo de la arboleda, entre el ministerio de Finanzas y la sede del Primer Ministro, está perfectamente controlado por jóvenes que registran a los que quieren entrar. Cada cierto tiempo, advierten a través de un altavoz del peligro de salir por las callejuelas de la Medina, en dirección a la avenida Bourguiba, donde elementos armados tratan de sembrar el terror.
Pero la Qasba es poderosa y está en calma; y hermosa como nunca, limpia y bulliciosa, colonizada por las tiendas irregulares, los colchones, las banderas, los cartelones vocingleros. No está contenta; sigue luchando. Sigue pidiendo la dimisión del gobierno, la disolución del parlamento y la elección de una asamblea constituyente; “Ghanoushi se fue pero sigue el gobierno de la vergüenza”. Cuando llegamos, tras los primeros instantes de tensión, una cadena humana baja por la explanada del Palacio Municipal, extendiendo su abrazo para declarar simbólicamente su voluntad de cerrar y proteger la plaza. La organización se ha ido refinando cada día. En la jaima donde se ha instalado el Comité de Información, receptor y distribuidor también de tabaco y alimentos, un cartel declara: “Prohibidos los donativos en dinero”. La megafonía difunde consignas de lucha, pero también llamadas a la disciplina y la limpieza. Una cámara trasmite en tiempo real imágenes del recinto a través de internet. Hay que contar con ella, con la Qasba: es ágora, academia y ahora también -con enorme conciencia de su poder- un centro de gobierno. Es, en el mejor sentido de la palabra, una institución.
Vendrán aún días difíciles, pero ahora sí -ya no es sólo un rótulo en la pared- hay un ministerio del pueblo. Y tiene mucho trabajo por delante.
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