Destruir África con la “democracia” occidental

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Thomas C. Mountain
Intrepid Report
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

La “democracia” estilo occidental está destruyendo África. Parece que ahí donde uno mire en África se ven elecciones marcadas por la violencia y el derramamiento de sangre. El juego se llama “Compra, amaña o roba” y, si no funciona, envía al ejército francés y a las “tropas de la ONU encargadas de mantener la paz”, bombardea el palacio presidencial y simplemente hazte con el poder por medio de la fuerza bruta.
Se supone que “democracia” significa que los dirigentes de una nación hacen lo que su pueblo quiere que hagan.
Si se pregunta a la mayoría de los africanos que es lo que más desean de sus dirigentes, contestarán:
1) Comida suficiente. 2) Agua limpia para beber. 3) Un techo sobre sus cabezas. 4) Cuidados médicos accesibles y asequibles. 5) Educación para sus hijos.
Las elecciones están muy abajo en la lista de prioridades del africano medio.

Comida, agua, un lugar donde cobijarse y atención médica. Si los dirigentes se preocupan de estas prioridades, entonces realmente están practicando la democracia y si no proporcionan estos servicios a su pueblo, no son democráticos, sin importar si sus amos neocoloniales de Occidente los cubren de elogios.

Todas las naciones de África excepto una están atrapadas en la trampa de las elecciones occidentales. Y toda África, excepto una nación, está desangrándose y en más de un sentido.

Muchos, si no la mayoría, de los países de África pagan más a bancos occidentales por los intereses de sus deudas que la suma total de todos los gastos en atención médica y educación.

Muchos, si no la mayoría, de los países de África padecen dependencia alimentaria: no producen suficiente comida para alimentar a su gente.

Muchos, si no la mayoría, de los países de África dependen completamente de la ayuda económica, incluso Nigeria con su petróleo, tambaleándose de un rescate económico de emergencia de uno de los bankster* occidentales a otro.

Ahí donde uno mire en África parece que se ven conflictos y guerras, y en todas partes a donde se mire se ve “democracia” al estilo occidental, elecciones.

La cosa está tan mal que cuando se celebran elecciones sin que estalle la violencia se considera una “victoria para la democracia africana”, aunque el presidente en ejercicio sea el único que se presenta a ellas (véase “Liberia: Plenty “democracy,” no electricity”, http://www.foreignpolicyjournal.com/2012/02/01/liberia-plenty-democracy-no-electricity/)

Después de la Segunda Guerra Mundial, las potencias coloniales occidentales se dieron cuenta por las malas de que no podían seguir ocupando militarmente sus “posesiones”, así que crearon el neocolonialismo para controlar África y utilizaron la “democracia” estilo occidental para dirigirla.

Tradicionalmente los africanos practicaron sus propias formas de “democracia”, generalmente a través de los consejos de ancianos que persuadían a todas las partes de llegar a consensos en los que todo el mundo conseguía algo.

No se trataba de una situación en la que se gana o se pierde, como ocurre en las elecciones al estilo occidental.

Como todas las partes estaban de acuerdo en la solución final, todas las partes estaban obligadas a respetar lo que habían acordado y así se mantenía la paz y todos se llevaban bien entre sí.

Por lo que se refiere a las decisiones nacionales, había reyes o grandes jefes que casi siempre consultaban a un consejo tribal o a los ancianos del clan. En muchas sociedades, y se trataba de una sociedad rural, a menudo había jefes, pero aún así, lo más frecuente cuando había una discusión era llegar a un consenso, con la mediación de los más ancianos. Se mantenía la paz y se preservaba la unidad de la sociedad.

La “democracia” occidental en África crea justo lo contrario. En Kenia, los kikuyu, una minoría étnica instalada en el poder por Imperio Británico al partir, tenía que ganar las elecciones o arriesgarse a perder todo para que lo ganara sus rivales tribales, los luo. ¿Resultado? Elecciones, miles de muertos y cientos de miles de desplazados. Puede que en las siguientes elecciones sea aún peor.

¿Congo? ¿Etiopía? Incluso el supuesto éxito de la democracia africana, Senegal, conoció sangre en las calles.

No obstante, existe una isla de paz y de estabilidad en medio de todo este caos y de toda esta crisis. Un lugar en el que las personas del país, especialmente las de los pueblos, que sigue siendo aproximadamente el 70%, dirán que el gobierno ha cumplido sus promesas y la prueba está ahí para quien quiera verla. Los pozos de energía solar, los micro diques para la irrigación, las clínicas y escuelas… todo ello llega hasta los pueblos más remotos.

El porcentaje de sida ha descendido un 40%, con mucho el mejor de África; la malaria un 80%, el mayor avance de la historia de la malaria. La mortalidad maternal e infantil conocen una “notable mejora” (según el Banco Mundial, ni más ni menos) y los Objetivos de Desarrollo del Milenio están en vías de lograrse. Y además, tiene el mayor crecimiento económico de África.

El único verdadero éxito de África y el único país que NO tiene elecciones: Eritrea.

Quizá, solo quizá, lo que África necesita para tener éxito es no permitir la “democracia” occidental.

Eritrea y lo eritreos no quieren tener nada que ver con el neocolonialismo ni con la “democracia” al estilo occidental. No, muchas gracias, nosotros tenemos nuestra propia versión de la democracia, la verdadera democracia, y nuestro pueblo está viendo los beneficios de ello.

¿El paraíso? No, la vida sigue siendo difícil para la mayoría, pero la prioridad es aquellas personas que son verdaderamente pobres y sus vidas han cambiado radicalmente.

En África los pobres son la mayoría de la gente y si la prioridad fundamental no es cuidar de ellos NO se es democrático.

Si las elecciones significan democracia y los millones de personas enfermas y de niños hambrientos son un negocio como de costumbre, entonces los eritreos les dirán que se pueden guardar su democracia. Se trata de un país “no democrático”, en el que reina la paz y nuestra vidas están mejorando, especialmente las de aquellas personas más necesitadas.

No disparen contra mí, no soy más que el mensajero, aunque sea uno que cree verdaderamente en el mensaje. Llevo viviendo en Eritrea desde 2006 y les estoy contando aquello de lo que he sido testigo y en lo que he llegado a creer.

En vez de caer en la trampa de la “democracia” occidental, traten de echar una mirada no sesgada a un modelo de conducta aquí en África que no es otra víctima africana desangrándose a causa del neocolonialismo.

Así pues, antes de terminar, permítanme pasar a lo que probablemente es el único relato fidedigno de primera mano de cómo el fundador de la democracia estadounidense, Thomas Jefferson, trató a “sus” africanos:

“Después de cenar el amo [Jefferson] y yo fuimos a ver a los esclavos plantar guisantes. Sus cuerpos de color más marrón sucio que negro, sus sucios harapos, su miserable y espantosa semi desnudez, esas figuras demacradas, ese aire reservado e inquieto, los odiosos aspectos timoratos, todo ello se apoderó de mí con tal sentimiento inicial de terror y de tristeza que tuve que apartar la vista. La indolencia con la que removían la tierra con la azada era extrema. El amo [Jefferson] tomó una fusta para asustarlos e inmediatamente se produjo una escena cómica. Situado en medio del grupo, amenazó girando y moviéndose hacia todas partes. En ese momento, a medida que iba mirándolos, los negros cambiaron de actitud uno a uno: aquellos a los que miraba directamente trabajaban mejor, aquellos a los que veía a medias trabajaban menos y los que no veía en absoluto, dejaron de trabajar completamente; y si se daba de pronto media vuelta, alzaban la azada para que se viera, de otro modo seguía descansando a su espalda”.

Este relato de primera mano es de un miembro fundador de la “Sociedad de Amistad con los Negros” francesa, la primera organización francesa en contra de la esclavitud. Se llamaba Constantine Volney y fue el editor de esta obra histórica clásica centrada en África, “Ruins Or, Meditations on the Revolutions of Empires” [Ruinas o meditaciones sobre las revoluciones de los imperios] de 1791. Es un relato fascinante de su visita al valle del Nilo en África antes de que empezara las últimas profanaciones importantes.

Como era un historiador honesto y antirracista, Volney creía, basándose en lo que había visto con sus propios ojos en las tumbas y templos egipcios, que la civilización empezaba en África, a orillas del río Nilo.

En sus propias palabras: “Ahí fue donde un pueblo ya olvidado descubrió los elementos de la ciencia y del arte en un momento en el que todos los demás hombres eran bárbaros y ahí fue donde una raza, que ahora se considera la escoria de la sociedad debido a que su cabello es crespo y su piel oscura, examinó los fenómenos de la naturaleza, aquellos sistemas civiles y religiosos que la humanidad ha reverenciado desde entonces”.

“Ruinas” fue uno de los libros históricos más leídos de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Se publicó en seis idiomas en más de 15 ediciones.

Volney fue finalmente expulsado de Estados Unidos por la precursora de la Ley de Actos Indeseables, aprobada por un Congreso cuyos miembros poseía esclavos y que aún tenían dificultades para dormir plácidamente durante toda la noche acosados por los sueños de la revolución en Haití y la masacre de sus compañeros dueños de esclavos a manos de sus otrora cautivos, Toussaint y sus compañeros africanos.

Sigue siendo un algo amargo que las obras de Volney, uno de los auténticos eruditos de la historia, continúen siendo un misterio para la mayoría de los estudiantes de historia de nuestros días.

Afirmar que, en resumidas cuentas, Thomas Jefferson fue un “progresista” en su época es hace caso omiso de todo lo que defendió Volney. Utilicemos los recuerdos de primera mano de Volney para dar de una vez por todas honrosa sepultura a la idea de que Estados Unidos fue fundado por personas de carácter noble y principios democráticos .

Estados Unidos fue esencialmente racista en su origen y sigue siendo esencialmente racista hoy. A pesar de un presidente estadounidense negro, un fiscal general negro, un tribunal supremo estadounidense negro, un embajador estadounidense ante la ONU negro y múltiples generales negros, eso no es sino una ilusión que realmente no ha cambiado nada para las masas de ciudadanos negros en Estados Unidos.

¿Y quieren exportar su democracia de dueños de esclavos a África? Al menos aquí en Eritrea “nosotros, el pueblo” sabemos qué queremos y qué es la verdadera democracia, ciudando a todo nuestro pueblo, empezando por los más necesitados.

Thomas C. Mountain es el único periodista occidental independiente en el Cuerno de África, que vive y trabaja en Eritrea desde 2006. Se puede contactar con él en thomascmountain@yahoo.com.

* “Bankster” es un elocuente neologismo inglés acuñado en Estados Unidos en la década de 1930 y formado por la yuxtaposición de “ bank ” (banco) y “ gangster ”. (N. de la T.)

Fuente: http://www.intrepidreport.com/archives/5765


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