Irán-Estados Unidos ¿Nuevo «gran juego»?
Siamak Khatami | Politólogo y profesor universitario
Claro que Irán no es una superpotencia, ni mucho menos. Sin embargo, también está claro que las dos guerras que empezó George Bush hijo -Irak y Afganistán-, que han costado cientos de miles de vidas, dos guerras capitalistas a las que nos hemos opuesto los que nos identificamos con la izquierda, han resultado beneficiosos solo para el régimen teocrático iraní
Es curioso que en pleno siglo XXI, tengamos que explicar lo que está pasando en Oriente Medio y Asia Central basándonos en conceptos del siglo XIX. Pero, cada vez que lo pienso, encuentro la explicación de los sucesos de estas regiones en una nueva aplicación del concepto del «gran juego» que, como se sabe, se desarrolló primero entre los imperios británico y ruso, que se rivalizaban en Asia Central, con cada potencia manteniendo su supremacía en una parte de ese territorio -los británicos en Afganistán, y los rusos en lo que, como término general, en esa época se llamaba «Turkestán» (la región que hoy engloba a Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirgistán)-.
Luego, con la revolución bolchevique de 1917, los soviéticos y los británicos todavía continuaron aquel «gran juego», con el factor añadido de que cuando llegó al poder Stalin (básicamente desde 1924), redibujó las fronteras de «Turkestán», creando, allá por 1937, lo que son ahora las cinco repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS. Las fronteras que Stalin dibujó eran, en gran medida, artificiales -cada república, aunque llevara en su nombre la de una nación específica, tenía grandes minorías de las otras naciones dentro de su territorio, y eso fue a propósito, un plan de Stalin para mantener a esas repúblicas divididas no solo entre ellas, también dentro de cada una de ellas y, así debilitarlas y prevenir cualquier aspiración independentista-.
Desde finales de la década de 1970, fueron EEUU y la antigua URSS los que se involucraron en el mismo «gran juego»: el imperio británico ya casi no existía -bueno, Hong Kong aún seguía siendo colonia británica; Zimbabwe tampoco se había independizado todavía (lo hizo en 1980), y existían otras colonias como Gibraltar, las Malvinas, etc-. Ya no era, ni mucho menos, el mismo imperio británico que existía hasta 1947.
EEUU había empezado a interesarse en ayudar a las fuerzas islamistas en Afganistán para combatir contra la antigua URSS. El propósito no era que Afganistán fuera un país «libre» o «democrático»; se puede decir, incluso, que muchas veces en la política internacional, conceptos como «libertad» o «democracia» importan poco, o absolutamente nada. Más bien, el propósito era usar el «factor islámico» para, primero, expulsar a los soviéticos de Afganistán y, después, desestabilizar a la misma URSS, que en aquellos tiempos tenía alrededor de cincuenta millones de ciudadanos musulmanes. Nadie podía predecir que la URSS iba a destruirse del modo que se destruyó -allá por los años 1970, los dirigentes de EEUU pensaban que su mejor carta para derrotar a la URSS era la «carta islámica»-.
Los islamistas, que pensaron que habían sido ellos quienes habían triunfado en Afganistán, al final, se volvieron contra los EEUU también. Fue ese antiamericanismo el que les llevó a cometer los atentados de 11 de septiembre de 2001. Claro que la mayoría de los que cometieron aquellos atentados eran de Arabia Saudí; también está claro que su «inspiración» era Osama bin Laden que se hizo amigos de los líderes talibán, quienes le protegieron durante gran parte de los últimos años de su vida.
Irán tenía malas relaciones con el régimen de Afganistán y, después de los atentados de 11-s, el Gobierno iraní incluso intentó un acercamiento a EEUU, ofreciéndole ayuda en la lucha contra los responsables de esos atentados. Sin embargo, cuando Bush hijo incluyó Irán en su «eje del mal», eso fue como responder al ofrecimiento de ayuda por parte de Irán insultando a los iraníes de la peor forma posible. Las relaciones entre los dos países nunca han mejorado desde entonces. Irán incluso ha mejorado sus relaciones con Afganistán (apoyando a líderes talibán dándoles cobijo en territorio iraní y facilitando sus movimientos), aunque algunos problemas todavía existen entre los dos países. Cuando EEUU deje Afganistán, el único que va a «ganar» el en nuevo escenario va a ser un Irán que va a gozar de mucha más influencia, tanto política como económica, en Afganistán.
En los países centroasiáticos que se independizaron con el derrumbamiento de la URSS Irán también ha ganado influencia, aunque no tanto como quisiera. Por una parte, aunque la URSS ya no existe, Rusia considera esos países como parte de su «patio trasero» y no quiere perder su estatus como poder dominante.
Por otra, EEUU también quiere extender su influencia en aquellos países, porque tienen grandes reservas de petróleo y gas natural, y porque son una de las vías a través de las cuales pueden transportar sus tropas entre Afganistán y el resto del mundo. Turquía también ha entrado en el «juego de influencias», bajo el argumento de que la mayoría de los países en cuestión -con la excepción de Tayikistán-, son cultural y lingüísticamente afines a Turquía, además del hecho de que también busca abrir mercados. Irán ha ganado algo de influencia cultural (en Tayikistán) y económica, pero no mucha. Incluso Tayikistán, culturalmente afín a Irán por la herencia persa de los dos países, depende más de Rusia que de Irán. Todo se resume a un «nuevo gran juego», solo que los jugadores son diferentes que los del siglo XIX.
Recientemente, también ha habido movimientos diplomáticos entre Turquía y EEUU que han dado algunos resultados. Por ejemplo, por la presión estadounidense Turquía ha mejorado sus relaciones con Israel, relaciones que, en los dos últimos años, se habían deteriorado bastante. Ahora, Turquía e Israel han reanudado su cooperación tanto económica como militar. ¿Por qué? No es solo porque esta mejora beneficie a ambos, es -y esto es muy significativo- también porque los dos países comparten un adversario importante: Irán.
En caso de Israel, ya sabemos de la enemistad que existe entre el régimen actual iraní e Israel. Sin embargo, en el caso de Turquía, es diferente. Turquía es un país musulmán como Irán -aunque pertenecen a distintas ramas del Islam-, y también comercian entre sí, un comercio que ha aumentado con la presión económica de la UE y EEUU contra Irán. Pero, al mismo tiempo, Turquía e Irán también son rivales en el escenario internacional, y su rivalidad tiene dos escenarios importantes: los países centroasiáticos que se independizaron con el derrumbamiento de la URSS; e Irak, donde, con la retirada de las fuerzas estadounidenses, Irán se está quedando como el único ganador. Ahora, Irán es el principal socio económico de Irak; las fuerzas de inteligencia iraníes tienen operaciones bastante extendidas por todo el territorio; el gobierno iraquí considera Irán como su principal amigo; y, también muy significante, Irán usa el espacio aéreo iraquí para enviar ayuda a Siria. Aunque EEUU presiona a Irak para que actúe en contra de ese uso de su espacio aéreo, el gobierno iraquí es militarmente tan débil que incluso si quisiera no podría hacerlo efectivo. Y tampoco creo que quiera hacer nada al respecto. Esto también causa enemistad entre Irak y Turquía, que apoya a la oposición siria.
Mientras tanto, dentro de Siria la situación se está complicando cada día más, porque la oposición a al-Asad está cayendo bajo el control de los islamistas radicales (lo que ha causado la dimisión, en los días recientes, de uno de los líderes más importantes de la resistencia moderada). Esto no importa a Arabia Saudí, cuyo propio régimen es radical islamista, y va a seguir apoyando a la oposición siria; pero, otros países se lo van a pensar dos veces antes dar ningún tipo de ayuda a unos grupos que, en un futuro, pueden convertirse en nuevas versiones de los talibán. Esto beneficia a dos actores de la escena política: el Gobierno sirio, e Irán, que tiene en Siria a su único aliado fiel entre los países árabes, y cuya ayuda necesita para enviar armas a Hizbullah en Líbano y Hamás en Gaza.
Los países árabes del Golfo pérsico también miran a Irán con preocupación -especialmente Bahréin, que tiene una mayoría chií pero cuyo gobierno es suní, y que hasta 1970, era controlado por Irán-. En la propia Arabia Saudí, otro país suní, su minoría chií se concentra justo en la región donde están la mayor parte de las reservas petrolíferas saudíes. Así que, una rebelión chií incitada por Irán sería muy desestabilizadora, desastrosa para Arabia Saudí.
Claro que Irán no es una superpotencia, ni mucho menos. Sin embargo, también está claro que las dos guerras que empezó George Bush hijo -Irak y Afganistán-, que han costado cientos de miles de vidas además de ingentes daños materiales, dos guerras capitalistas a las que nos hemos opuesto los que nos identificamos con la izquierda, han resultado beneficiosos solo para el régimen teocrático iraní, que se está convirtiendo en un actor político cada día más importante en el escenario internacional. ¡Gracias al mismo presidente que inventó y lo incluyó en su «eje del mal»!
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