EEUU suspende las maniobras pero no la ayuda a los golpistas

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Sangrienta operación policial en egipto

Obama cancela unos ejercicios militares conjuntos previstos para el próximo mes, pero mantiene la partida de 1.300 millones de dólares en ayuda militar que entrega a los golpistas. Resurgen en Egipto los «comités populares» para «cazar a los barbudos» tras el llamamiento de Tamarrud.

Egipto despidió ayer al más de medio millar de muertos de la masacre tras el violento desalojo de las acampadas que mantenían en El Cairo los opositores al golpe de Estado, mientras se seguían registrando algunos incidentes aislados que las nuevas autoridades prometieron combatir con mano dura y el presidente estadounidense, Barack Obama, se sentía obligado a comparecer públicamente para anunciar la suspensión de unos ejercicios militares conjuntos y afirmar que la Casa Blanca «no toma partido».

Obama quiso lanzar una advertencia al Gobierno interino egipcio al cancelar unos ejercicios militares, previstos para el próximo mes, que cada dos años desde 1979 reúnen a miles de tropas de ambos países, aunque dijo que su Administración «no toma partido» por ninguna de las partes enfrentadas, olvidando el aval otorgado a quienes derrocaron al primer presidente democráticamente elegido en el país, el islamista Mohamed Morsi.

Tras apostar por mantener su relación con Egipto, señaló que «la cooperación tradicional no puede continuar como de costumbre cuando se está matando a civiles en las calles y se están coartando derechos». Pero ese cambio no afectará a la concesión anual de 1.300 millones de dólares -del total de 1.500- en ayuda militar al país africano, dada «la profundidad de la relación con Egipto y el interés de seguridad nacional» de EEUU «en esa región tan importante». Desde el derrocamiento de Morsi, EEUU se ha resistido a calificar los sucedido en Egipto como «golpe de Estado», lo que le habría forzado a suspender su ayuda.

El último balance ofrecido por el Ministerio egipcio de Salud, cifró en 638 el número de muertos en todo el país, casi seiscientos de de ellos civiles, y en más de 4.000 los heridos, muchos de ellos de gravedad. Los Hermanos Musulmanes insistían en hablar de miles de muertos. Según las autoridades, 228 personas habrían muerto solo en la plaza Rabaa al-Adawiya, donde estaba instalado uno de los campamentos.

El Ministerio de Interior, por su parte, afirmó haber dado instrucciones a sus fuerzas de seguridad para que empleen munición real, como si la víspera no lo hubieran hecho, para hacer frente a cualquier ataque contra instituciones gubernamentales y policías. En una nota, dijo haber tomado esa decisión «a la luz de los ataques terroristas de los Hermanos Musulmanes contra instituciones y la Policía, sus intentos de apoderarse de armas y el corte de caminos para sembrar el caos».

Ante el abismo

La irrupción del Ejército y la detención de muchos de sus máximos líderes ha puesto en jaque a los Hermanos Musulmanes en Egipto. Ilegalizada bajo el régimen de Hosni Mubarak, la mayor cofradía del país se encuentra en su momento más delica- do en años con varios de sus dirigentes encarcelados.

«La Hermandad Musulmana no es patrimonio egipcio, sino de todos los musulmanes del mundo» decía Muhamad Badie en un mitin tras la victoria de Mohamed Morsi. Esta declaración demuestra el carácter internacional de los Hermanos Musulmanes, quienes abogan por un estado basado en el Corán y la aplicación de la sharia para un «correcto orden familiar y de las instituciones de un país».

Los tentáculos de este movimiento se extienden por casi cualquier país musulmán. En Jordania, Libia, Túnez y Palestina tiene amplia representación e incluso han estado o están en el Gobierno, como es el caso de Hamas en Gaza.

Creado en 1928 en el Cairo colonizado por Gran Bretaña sus seguidores han ido creciendo año tras año pese al limbo legal en el que se ha movido. Unas veces legalizados y otras en cambio prohibidos, su política ha ido cambiando hasta ganar las primeras elecciones libres que se celebraron en el país.

De carácter muy conservador, esta cofradía siempre ha sido utilizada por los dirigentes egipcios como moneda de cambio o escudo. Mubarak defendió políticas de seguridad que ahogaban libertades del pueblo llano bajo pretexto del «peligro de los Hermanos Musulmanes se alzaran en armas». También el antiguo primer ministro Ismail Sadqi los utilizó para frenar cualquier intento de «occidentalizar» Egipto. La Hermandad siempre ha sido pretexto y excusa para inclinar la balanza hacia uno u otro lado por quienes verdaderamente mandan en el país: Ejercito y países occidentales.

A la vista de los últimos acontecimientos, el futuro de la organización social más grande del país y de su brazo político, Partido Libertad y Justicia, es una incógnita. Según declaraciones de su portavoz, Gehad El -Haddad en su cuenta de Twitter, las protestas seguirán «hasta derrocar al Gobierno golpista». Sin embargo, no hace aclaración alguna de como llevarán a cabo esas protestas ya que el Ejecutivo interino y los altos mandos militares han prohibido expresamente «por seguridad para la nación cualquier acampada, manifestación o similar». Lo que si recalcan es su defensa de la nación islámica y sus acciones no violentas.

Con Morsi detenido por «espía y alta traición al pueblo egipcio» y varios dirigentes en prisión o en paradero desconocido el barco de la Hermandad zozobra sin rumbo en las primeras horas después de la masacre. Twitter se ha convertido en su medio de comunicación oficial ya que los diarios afines han sido clausurados y periodistas simpatizantes están encarcelados o vigilados.

«Las protestas seguirán, pasé lo que pasé y no descartamos volver a acampar. Los mártires no los olvidaremos. Pero no seremos como aquellos que nos han atacado. Nosotros no tomaremos las armas ni las utilizaremos. Somos hombres de paz que quieren derrocar a un Gobierno ilegítimo y violento con sus ciudadanos», afirmó el doctor Azab, médico del hospital de campaña y miembro de los Hermanos Musulmanes. «Abandonar ahora la lucha sería abandonar a Egipto y a su gente. Volveríamos a dejarlo en manos de dictadores militares títeres de Europa y EEUU», añadió desde el otro lado del teléfono.

En cuanto a la estrategia que tomará la Hermandad, fue claro. «Primero debemos volver a organizarnos. Nuestros dirigentes más preparados han sido detenidos, Morsi está preso. Además, se ha lanzado una campaña por todo Egipto en contra de los simpatizantes del Partido Libertad y Justicia. No hacemos más que contar muertos», aseguró.

Los pocos líderes del partido que aún tienen acceso a las redes sociales hablan una y otra vez de la cantidad de cadáveres y de como familiares reconocen a sus seres queridos entre la pila de muertos. «Se puede decir que Rabaa Al-Adawiya es la plaza Tiananmen de El Cairo», afirmaba Gehad El -Haddad. «La verdadera revolución empieza hoy y aquí», añadía en otro tweet el portavoz.

Con la Hermandad fuera del Gobierno y vetada en toda conversación para pacificar el país, muchos egipcios se quedan sin representación en el nuevo estado post-Mursi. «Tenemos mucha rabia dentro. Esto que han hecho no solo atenta contra los que se manifestaban en Rabaa sino que atenta contra todo egipcio, sea del lado que sea, aunque no lo vean así», explicaba Amr, nombre ficticio de un periodista que prefiere mantener su identidad en el anonimato. Queda por ver como actuará el Gobierno surgido del golpe de Estado contra los manifestantes que osen enfrentarse a los militares y si volverá a utilizar las armas contra ellos.

Pase lo que pase en las manifestaciones previstas -la Cofradía ha llamado a sus seguidores a salir a las calles-, los Hermanos Musulmanes se encuentran ante un abismo que no habían visto en muchos años. «Allah nos protegerá y nos ayudará a derrocar este Gobierno. Habrá mas mártires, pero todos ellos irán al paraíso», añadía Amr.

Ampliar la brecha

En cualquier caso, según analistas citados por AFP, la represión mortal de las manifestaciones de los partidarios de Morsi va a intensificar la violencia y ampliar la brecha que separa a los egipcios partidarios de una sociedad liberal y moderna de los islamistas.

Algunos expertos, que creen que el actual Gobierno no tiene ninguna intención de otorgar un papel político a los Hermanos Musulmanes en las elecciones previstas para 2014, temen una política de venganza y una caza de brujas contra los partidarios de Morsi, lo que cerraría definitivamente la puerta a cualquier posibilidad de cambio político y democratización e incrementaría el derramamiento de sangre.

Ayer resurgieron en el país los «comités populares» para «cazar a los barbudos», después de que el grupo Tamarrud, instigador de las protestas previas al golpe de Estado, instara a los ciudadanos a formarlos para proteger las calles y los templos religiosos.

Mientras tanto, la llamada comunidad internacional sigue censurando la sangrienta represión. El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió anoche para analizar la situación y la Liga Árabe se mostró «preocupada» y llamó a los estados árabes a que respalden a Egipto, aunque evitó condenar a sus autoridades al destacar la adopción de medidas de excepción «para contener la situación y preservar la seguridad y la estabilidad», unas medidas que para muchos suponen el regreso de los fantasmas del antiguo régimen de Mubarak.


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