OBAMA EN LA HABANA. EL HOMBRE QUE VINO CON LA LLUVIA
La Habana Hacía ya dos meses que no llovía en la capital cubana, y el pasado domingo hasta más allá del mediodía nada hacía presagiar que el Dios de la lluvia comenzaría a llorar precisamente en el mismo momento en que el impresionante avión presidencial de los EE.UU, Air Force One, aterrizaba en el aeropuerto habanero José Martí. El titán aéreo transportaba al presidente norteamericano Barack Obama y a su familia (su mujer, sus dos hijas y a la suegra) además de a lo más selecto de su staff. Seguramente hubo un poco de desconcierto fuera y dentro del avión, ante la inesperada inclemencia del clima, y sin duda palabrotas, no grabadas, por parte de las varias decenas de periodistas que esperaban conseguir “su” foto del año, quizás hasta del decenio.
Sin embargo la lluvia no tenía aspecto de amainar sino que fue llamando a más lluvia, y la grisura del cielo amenazaba empeorar aun más el recibimiento. La situación cogió desprevenidas a la mujer y las hijas de Obama, vestidas con ropa ligera, fresca e informal, como para visitar por primera vez, ellas también, una Cuba más propia de postales y de sol que de frentes fríos, procedentes precisamente del Norte de donde ellas mismas llegaban.
El desconcierto en la puerta del avión presidencial sin embargo no duro mucho, y por la puerta apareció por primera vez en Cuba un Obama, caballeroso y muy poco protocolario que protegía a su mujer, Michelle, de la lluvia paragua en mano.
Bajo las escalerillas les esperaba la delegación cubana encargada de la primera recepción, encabezada por el Ministro de Asuntos Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, seguido por Josefina Vidal, la enérgica negociadora cubana en esta nueva etapa de relaciones.
Relajada y sonriente, a pesar del agua, los paraguas, y del nivel más bien intermedio del comité de recepción, la familia Obama ha saludado a sus anfitriones y poco después ha enfilado hacia la “bestia”, ese enorme coche blindado a prueba mil contingencias (al menos en teoría) para dirigirse directamente a la reestrenada, en agosto del año pasado, Embajada de los EE.UU en Cuba, situada en el Malecón habanero.
El trayecto no se había anunciado expresamente así que varios centenares de personas, paraguas en mano y de manera espontanea, se situaron en cruces y bajo algunos puentes para saludarlos, pero el reflejo condicionado de un “recibimiento caluroso” (al estilo última visita del Papa Francisco) fue “por gusto”, como dicen los cubanos, pues la larga y bien asegurada comitiva parece que tomo un circuito norte aún desconocido.
Tras una breve recepción y saludo al personal de la Embajada, y ya reforzados con alguna ropa de abrigo, la familia Obama visitó el Centro Histórico, bajo una lluvia cada vez más intensa, y entre extremas medidas de seguridad que impedían en la práctica un contacto directo con pobladores.
Una visita seguramente más corta y fría de lo que hubiese querido la familia presidencial, que terminó en una Catedral bien iluminada y vacía donde los recibió el Cardenal Ortega. Una imagen bastante extraña si se tiene en cuenta que La Habana está virtualmente tomada desde hace varios meses por un turismo creciente, donde abundan norteamericanos y canadienses (un millón de visitantes solo en lo que va de año).
El lunes la lluvia había desaparecido dejando lugar a un brusca bajada de temperatura y un cielo gris y cubierto. El día fue dedicado a algunas actividades diplomáticas, protocolares (ofrenda floral a José Martí en la Plaza de la Revolución, con las imágenes del Che y Camilo Cienfuegos al fondo) y a la reunión principal de este viaje, un encuentro privado de más de dos horas entre los Presidentes de Cuba y los EE.UU, que ha concluido con un rueda de prensa, retransmitida en directo por la televisión cubana, que ha reflejado una relación distendida y positiva entre ambos mandatarios, sin ocultar diferencias, pero que dio también la imagen de alta tensión frente a las preguntas de algunos medios. Por la tarde Obama participó en un encuentro de negocios entre hombre de negocios y empresas de los dos países. Una reunión aparentemente menor pero fundamental, pues estas nuevas relaciones van a tener finalmente uno de sus cimientos esenciales en el mundo de los negocios y la economía.
Para hoy está anunciada una agenda intensa y de alto nivel público: El discurso de Barck Obama, en el Gran Teatro García Lorca, retransmitido en directo por una conexión única de todas las cadenas cubanas, y por la tarde el juego de pelota, Cuba-Tampa Bay, con matices que van más allá de lo deportivo, (por cierto ¿quién ganará finalmente el partido amistoso?).
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