Los “gigantes” de internet colaboran con el espionaje
EN APOYO A SNOWDEN. Manifestación el 19 de junio contra el presidente de EE UU Obama en Berlín / Mike Herbst
Análisis: la “minería de datos” es capaz de analizar y extraer información útil de nuestros perfiles
Las empresas que ofrecen servicios gratuitos, en las que el producto son nuestros datos, han facilitado esta información a la NSA.
El nombre técnico es data mining (minería de datos en español). Se trata de una serie de métodos muy sofisticados para analizar grandes cantidades de datos y extraer de ellos información útil. Es como escuchar la cacofonía de voces en una fiesta e intentar averiguar si mucha gente está hablando de ti.
En el ambiente de Silicon Valley hay dos tipos de organizaciones interesadas en la minería de datos a gran escala: las empresas de internet que recogen estos datos y las agencias de espionaje, especialmente la NSA (la National Security Agency, que se ocupa de espionaje electrónico, al contrario de la CIA, que se ocupa del espionaje tradicional). Dada esta unidad de métodos y tecnologías era quizá inevitable que hubiera unión de fuerzas. Y hay unión.
Acabamos de enterarnos hace unas semanas de la existencia del programa PRISM, que permite a la NSA analizar la comunicaciones de millones de personas en todo el mundo a su paso por los servidores de las grandes empresas estadounidenses y, a través de técnicas de minería de datos, derivar información sobre personas “de interés”.
Se trata de un programa que, antes del Patriot Act de 2001, hubiera sido totalmente ilegal: el Gobierno sólo podía pedir información sobre comunicaciones específicas con una orden judicial. El espionaje electrónico a gran escala, naturalmente, existía mucho antes del Patriot Act –el programa de interceptación de comunicaciones telefónicas ECHELON es un ejemplo–, pero se hacía de alguna manera al margen de la ley. Hoy, gracias a la nueva cultura de la paranoia y de la seguridad, es todo legal y, desde la aprobación de la enmienda FISA en 2008, las empresas que cooperan con el espionaje no pueden ser llamadas a responder de sus acciones. El programa es tan legal que la NSA, con una idea absolutamente surrealista de estilo muy americano, ha creado incluso un bonito logo para el programa (se puede ver en la página de Wikipedia dedicada a PRISM).
La lista de empresas que colaboran con PRISM es un verdadero “quién es quién” de la informática: Microsoft, Google, Yahoo, Facebook, etc. Estas empresas niegan haber cedido grandes cantidades de datos a la NSA, pero la negativa no debe sorprendernos: las normas de FISA prohíben a las empresas revelar la naturaleza e incluso la existencia de peticiones de la NSA.
Pero las conexiones entre las empresas que hacen negocio con los datos de sus clientes y las agencias de espionaje son muchas y bien conocidas. No es un secreto, por ejemplo, que el exjefe de seguridad de Facebook trabaje ahora para la NSA.
PRISM es probablemente sólo la punta del iceberg. Sabemos que existe sólo porque alguien ha hablado. Pero hoy en EE UU, bajo la protección del Patriot Act, las agencias de espionaje tienen un poder nunca alcanzado antes, y PRISM nos demuestra que saben muy bien cómo usar este poder. Tampoco la NSA parece estar sola: estos días es noticia que los servicios de información del Reino Unido tienen programas parecidos. Y quién sabe quién más.
Estamos frente a una nueva fase en las relaciones entre las grandes empresas y los gobiernos nacionales. Las empresas multinacionales ya han demostrado tener poca simpatía por el proceso democrático de decisión, que a menudo perciben dañino para sus negocios. Por otro lado, ya hemos visto ejemplos de empresas aliadas con los sectores más duros y antidemocráticos de los gobiernos: desde el apoyo a la censura en China hasta la colaboración con PRISM.
Internet está otorgando a agencias como la NSA algo que nunca habían tenido antes: un alcance mundial y una manera sencilla de superar las barreras de las fronteras entre Estados. Hace años, una llamada telefónica entre Madrid y Barcelona era una cuestión completamente española: ninguna señal salía en ningún momento del territorio nacional. Si la NSA quería escuchar esta conversación debía, de alguna manera, conseguir la cooperación de las autoridades españolas. Cosa bastante fácil en el caso de España, más complicada en el caso de otros países. Pero internet no se preocupa de la geografía de las conexiones, sino de su velocidad. Un email o una llamada por Skype de Madrid a Barcelona puede pasar por París, Munich o Nueva York, según la velocidad de las conexiones y de los servidores. Dado que la mayoría de las grandes empresas de internet tienen su sede en EE UU. y que la infraestructura de internet americana es muy buena, una parte relevante del trafico mundial en internet pasa por EE UU, y la NSA ha decidido que, pasando esos datos por territorio americano, puede hacer con ellos lo que quiera.
Es evidente que la relación entre internet y los estados nacionales está llegando a un punto de crisis. El ámbito de los Estados y, consecuentemente, de las decisiones políticas, se está revelando demasiado débil para una infraestructura mundial que no conoce geografía ni distancias.
De alguna manera, en un futuro no muy lejano, saldremos de esta situación. Todavía no sabemos si saldremos hacia una afirmación internacional de los derechos democráticos, de una limitación supranacional de los derechos de empresas y otros organismos no democráticos, o en el sentido de un vaciamiento de la política, de la reducción de la democracia a un mero juego formal, mientras las decisiones verdaderamente importantes se toman en organismos no representativos. Tenemos la obligación de trabajar para que este segundo escenario no se realice.
* Profesor de Informática en la Universidad Autónoma de Madrid
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