Libertad para Jihad y para los condenados de la tierra de Siria
El 10 de agosto de 2013, fuerzas de seguridad sirias detuvieron al periodista sirio y marxista disidente Yihad Mad Asaad Muhammad cerca de la calle Athawra en el centro de Damasco. La noticia de su arresto fue confirmada por su hermana Lina, una activista marxista y anti-régimen obligada a la clandestinidad. Yihad era uno de los pocos activistas revolucionarios que permanecía en la capital siria, una burbuja engañosamente tranquila bajo el puño de hierro asfixiante del régimen, a pesar de la terrible amenaza de arresto que se cernía sobre su cabeza. Poco después de su arresto, se creó una página de Facebook tanto para exigir la inmediata liberación de Yihad como para publicar artículos que había escrito durante y antes del levantamiento.
Existen, de acuerdo con estimaciones conservadoras, decenas de miles de civiles sirios languideciendo de manera similar en miles de centros de detención en toda Siria. La gran mayoría de ellos no son conocidos activistas expertos en tecnología ni escritores; no hablan una lengua extranjera ni poseen cuentas de redes sociales; y nadie, salvo sus familias, se preocupará para pedir por su liberación, o derramará una lágrima si mueren en la cárcel. Pero son precisamente esos -los héroes y heroínas anónimos y desconocidos de la revolución, las mujeres y hombres de los barrios pobres olvidados y marginados del campo, y los condenados de la tierra de Siria- los protagonistas de los textos de Jihad Muhammad.
Sus textos nos hablan de Massoud, el “Lionel Messi de la revolución siria”, un estudiante de 17 años de uno de los cantones más pobres de Damasco. Massoud, el máximo goleador del club de fútbol de su barrio, participó en las manifestaciones vistiendo la camiseta de Messi en el FC Barcelona. Aprovechando su parecido con Messi -en cuanto a la velocidad y el tamaño diminuto, levantó la bandera revolucionaria y señales de libertad sobre los techos, garabateó grafitis contra el régimen, y constantemente esquivó a las fuerzas de seguridad. Massoud fue detenido en su salón de clases y, durante dos meses, torturado durante su detención. Después de su liberación, se unió al Ejército Libre de Siria.
Jihad también nos habla de Umm Haytham, como una de las miles de mujeres sirias que van incansablemente a las cárceles y a las oficinas de seguridad para averiguar el paradero de sus hijos, hermanos, esposos y seres queridos detenidos y desaparecidos por la fuerza. Viajan todos los días bajo los bombardeos y a pesar de los puestos de control, bajo el sol abrasador o las lluvias intensas, y soportan los insultos de los oficiales de policía y soldados. Y se mantienen firmes, impulsadas por la esperanza.
Nos habla de las mujeres revolucionarias de comunidades socialmente conservadoras y patriarcales. A pesar de su papel en la primera línea en el levantamiento, esas mujeres son vistas con repugnancia por las autodenominadas “feministas” y burguesas “de izquierda” que pretenden promover los derechos de las mujeres sin ser capaz de ver más allá del velo de una mujer y su mirada.
Nos habla de Adnan, un soldado alawita de las montañas de Latakia que servía en el ejército de Assad, pero que apoyó el levantamiento con vehemencia. No pudiendo desertar, fue muerto finalmente en un enfrentamiento, lo que llevó a murmurar a su desconsolada e impotente madre: “Sus hijos viven en mansiones mientras que los nuestros van a la tumba”.
Además, Jihad explora las raíces sociales, económicas y políticas del levantamiento en Siria y su evolución en un conflicto civil militarizado y asimétrico, discutiendo con precisión la demografía sectaria y el neoliberalismo voraz que caracteriza a la ostensiblemente secular y socialista Siria de Assad. Cuestiones relativas a la justicia social, la lucha de clases, y la crítica de la burguesía urbana eran núcleos de los artículos de Jihad, junto con temas de libertades civiles y políticas y la lucha contra la tiranía.
Nacido en 1968 en una familia de izquierda en las afueras de Damasco, Jihad es el varón mayor de nueve hermanos. Entre 2003 y 2004, la sede en Damasco de la radio Sawt Asha’ab emitió cuentos que él escribió y editó. El primer punto de inflexión en la carrera periodística de Jihad llegó en 2006 cuando se convirtió en editor en jefe del periódico Qassioun, fundado ese mismo año por el Comité Nacional para la Unidad de los comunistas sirios, por fuera del Partido Comunista Sirio. Pero Jihad era algo más que un editor. Alentaba a los jóvenes escritores sirios para que contribuyeran con sus aportes y mantuvo el periódico contra viento y marea por cinco años. El mismo Jihad escribió columnas sobre una gran variedad de temas que van desde las artes y la cultura hasta la corrupción estatal, el capitalismo y el imperialismo. Su fuerte crítica del gobierno lo convirtió en blanco de persecución por parte de la policía estatal mucho antes de marzo de 2011.
Para él, el levantamiento de Siria pone al descubierto varias verdades. La mayor de ellas, como dice Jihad, es que “son cosa del pasado los tiempos en que la omnipotente, corrupta y pretenciosa elite política y empresarial dominaba a sus súbditos. Ahora que la gente perdió prácticamente lo poco que le habían dado, las personas ya no tienen nada que perder excepto las cadenas que solían dificultar su liberación”. Por otra parte, “el que mata a su pueblo e incendia su país, sus ciudades, su patrimonio y ciudadelas históricas no tiene derecho a reclamar que apoya las luchas de otros pueblos por la libertad”.
Otra verdad que fue expuesta por la revolución siria es que mientras el pueblo comenzaba a liberarse, la corriente principal de la élite izquierdista en Siria reforzó sus propias cadenas. El periódico comunista Qassioun tomó una postura hostil hacia la Revolución -la columna de Jihad existía como el único espacio que realmente se puso del lado de las demandas del pueblo, hasta que dejó el periódico y comenzó a escribir de forma independiente sólo unos pocos meses después de estallar la revolución. Los escritos de Jihad se volvieron más radicales y revolucionarios en tanto que el levantamiento continuaba. Aunque en ocasiones sus artículos podían caer en el populismo y el optimismo excesivo, siempre mantuvo un espacio para el análisis racional y crítico, mientras no pontificaba ni pretendía saber más que las masas en rebelión.
El excompañero de Jihad, Qadri Jamil, co -fundador del periódico Qassioun y del Comité Nacional para la Unidad de los Comunistas de Siria, se convirtió en el Vice Primer Ministro de Asuntos Económicos. Muchos de los veteranos compañeros comunistas sirios de Jamil, que durante décadas habían disertado a los trabajadores sirios sobre la revolución y la liberación, ahora miraban hacia abajo con desagrado y repulsión a la “chusma” que causaba el caos y los disturbios. En uno de sus más elocuentes y mordaces escritos metafóricos, publicado en el primer aniversario del inicio del levantamiento en Deraa, Jihad usó la metáfora de los zapatos para describir a esos viejos “revolucionarios”: un burgués privilegiado descubrió de pronto una empatía nueva con los pobres, por lo que se llamó a sí mismo un revolucionario y comenzó a buscar una manera de ayudar a que los oprimidos y subyugados alcanzaran sus derechos. Empezó a predicar a los habitantes del pueblo, campesinos y agricultores que no entendían nada de sus grandes lemas, su lenguaje complejo y su retórica vacía. Lo visitaron por compasión cuando fue atacado por la policía, los propietarios y los líderes del pueblo. Expulsado, hambriento, desnudo, y decepcionado de que sus discursos apasionados habían fallado para “inspirar a las masas”, el autoproclamado “revolucionario ” se vendió a los nuevos líderes ricos de la aldea, que buscaban metérselo en los bolsillos. El revolucionario rápidamente comenzó a asistir a sus festines abundantes usando los zapatos que le regalaban. Con el paso del tiempo, se vio reducido a un simple par de zapatos, cuya única misión era asistir a las comidas y ser usado por aquellos que le prodigaban su caridad. La metáfora utilizada por Jihad en este artículo se articula con la situación de muchos autoproclamados revolucionarios, no sólo en Siria sino en Medio Oriente y en todo el mundo.
En otro texto afilado, Jihad Muhammad se dirigió a los artistas e intelectuales que pensaban que tenían derecho a un trato de celebridad dentro del movimiento revolucionario. En abril de 2011, cuando masivas protestas se extendieron a los suburbios de la clase trabajadora de Douma, en Ghouta Oriental de Damasco, algunos artistas, intelectuales y actores esperaban para subirse al carro y contratarse a sí mismos como sus guardianes y portavoces. Involucrándose con la revolución como una oportunidad para alimentar sus egos, consideraban al pueblo de Douma una inútil multitud ignorante que debía ser educada. Para su incredulidad, el pueblo de Douma no los miró con asombro. No dispuesto a permitir que otro poder lo dictaminara o le disertara, el pueblo los trataba como manifestantes y no como clientes VIP. Esos artistas abandonaron la revolución cuando dejó de ser “cool y sexy”, y cuando ya no estuvo a la altura de los elevados estándares de sus torres de marfil. La carta que Jihad les dirigió resume la revolución siria de manera sucinta y rigurosa:
“Este levantamiento no necesita de la elite intelectual como sus maestros y teóricos. Más bien, es la élite la que necesita el levantamiento para liberarlos de su ignorancia. Y para merecer ser parte de la revolución, la élite debe estar dispuesta a tomar clases en las calles de Siria sobre el arte de dar, de la vida y de la libertad.”
Habiendo tomado cuenta de los escritos de Jihad y de su participación en el terreno, no es de extrañar en absoluto que finalmente fuera arrestado. Tal vez algunos podrían estar sorprendidos de que, dos años y medio después dentro de lo que se ha convertido en un marcado estancamiento militar, el régimen sirio siga arrestando activistas aparentemente desarmados e inofensivos y escritores. Por supuesto que no todas las acciones del régimen son racionales, pero el intento sistemático de arrestar o asesinar a las personas con la pluma libre y voces fuertes es una deliberada táctica concertada que el régimen desplegará hasta el final.
Traducción por Mariana Morena.
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