Cuando Brian Currin recibió una carta ¿de ETA?

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Juicio por el «caso Bateragune»

Dos posiciones políticamente enfrentadas cohabitaban en el seno de la izquierda abertzale. Pasado más de un año del final del último proceso de negociación, al comienzo del curso 2008-2009 ambos postulados se mostraban ya como difícilmente conciliables. Sólo había dos formas de resolver la cuestión: o una escisión o un debate. La izquierda abertzale, en su conjunto, optó por la segunda.

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Iñaki ALTUNA

En el verano de 2008, el facilitador sudafricano Brian Currin recibía en su casa de Pretoria una misiva firmada por ETA que le conminaba a abandonar cualquier labor relacionada con el conflicto político vasco. En una entrevista posterior, en un reportaje sobre su persona, el propio Currin manifestaba que la carta le produjo perplejidad, aunque no parálisis. Tomó contacto con la izquierda abertzale en Euskal Herria, que le aseguró no tener noticia alguna sobre esa posición de ETA. Después se le hizo saber que la carta era falsa, y finalmente llegó a recibir una nueva comunicación con en el anagrama de ETA, esta vez para reconocerle sus buenos oficios.
El reportaje difundido hace algunos meses por un medio catalán hacía referencia a dos posibles hipótesis para explicar lo ocurrido. Fuentes españolas apuntaban a que la carta podría haber sido obra del «sector intransigente» de ETA, opuesto a un eventual proceso de paz, mientras que otras fuentes señalaban a los servicios de inteligencia españoles, los únicos que podían haber averiguado la residencia real de Currin y haber falsificado con visos de verosimilitud un texto de la organización armada. El hecho cierto es que la misiva fue desmentida por la propia ETA.

Aun así, este suceso, junto con otros síntomas de desconcierto en las filas de la propia izquierda abertzale, mostraban que las aguas no bajaban tranquilas en el movimiento independentista, por injerencias externas o por problemas propios. O por ambas cosas a la vez. No cabe olvidar tampoco que en aquellas mismas fechas se prodigaban en la prensa española informaciones muy detalladas sobre un enfrentamiento abierto en la estructura de ETA después del final del último intento negociador. Una auténtica crisis.

Quizá por ello alguien creyó que una misiva como la recibida por el abogado sudafricano podía tener credibilidad en sectores importantes de la izquierda abertzale que no comprendían cómo se estaba insistiendo en una línea política que, a su juicio, suponía enterrar el anterior proceso de negociación y las condiciones para un cambio político gestadas desde el periodo de Liza- rra-Garazi. Que suponía abrir un ciclo largo de confrontación sin expectativa aparente alguna. O, dicho en términos coloquiales, que suponía «echarse al monte».

Las dudas crecen

Después del final de las negociaciones de 2005-2007 y tras una primera etapa en la que los esfuerzos se centraron en explicar a quién correspondía la responsabilidad de la ruptura, la incertidumbre se instalaba en significativos sectores de la izquierda abertzale. Unas dudas que crecían ante lo que se perfilaba como una apuesta que, por ejemplo, parecía condenar el frente electoral e institucional. En verano de 2008, un comunicado firmado por ETA afirmaba abiertamente que «el Movimiento de Liberación Nacional Vasco no va a desperdiciar ni una micra de fuerza para buscar sitio en esa legalidad extraña». Parecían intuirse posiciones de mero boicot más propias de estrategias insurgentes, descartadas hace décadas por ETA, o anti-sistema, que sólo quedan en la protesta, sin propuestas táctico-estratégicas reales.

Otro factor que provocaba incertidumbre era la posición sobre la definición del objetivo táctico a defender. Así, mientras los anteriores meses se había insistido en socializar la propuesta de Anaitasuna (sendas au- tonomías con derecho a decidir para Hego Euskal Herria e Ipar Euskal Herria), ahora se abogaba por la formulación del «marco democrático nacional», algo en exceso etéreo si se tenía en cuenta el grado de definición con el que se había trabajado poco antes, en las conversaciones de Loiola o en la citada proposición presentada en el Anaitasuna. Después de haber entrado en una fase de concretar la alternativa táctica para el cambio político, parecía pasarse de nuevo a una reclamación general, entendible para un nuevo periodo sin posibilidades de llegar a escenarios de diálogo y negociación. Otra vez, por tanto, la sombra del «ciclo largo de confrontación».

Un elemento más que podía mostrar la diferencia de percepciones que convivían en la izquierda abertzale era la actitud ante el proyecto del Tren de Alta Velocidad. La oposición al mismo resultaba más que compartida, pero otra cosa era la visión del carácter que debía tomar. En algunos sectores existía el miedo a que la línea que se estaba marcando quisiera recrear una especie de «Lemoiz 2», como carril central de la estrategia del MLNV, cuando, según esa sensibilidad muy importante en el seno del movimiento independentista, el objetivo fundamental debía ser jugar la segunda parte del partido en el proceso democrático.

Un texto de Ekin expone diferencias

Un texto de Ekin de la época es concluyente al definir las diferencias existentes entre una posición «oficial», expuesta en documentos de planificación del curso 2008-2009 tanto por la propia Ekin como por Batasuna, y otra latente en destacados mili- tantes, algunos de ellos juzgados estos días en la Audiencia Nacional: por la primera parte, se consideraba que «en estos momentos no existen condiciones para llevar hasta el final el camino con el que lograr el marco democrático para Euskal Herria», así como que «no existen condiciones para dar curso a un proceso de negociación Estado-Organización y, por consiguiente, no hay condiciones para lograr el marco democrático», lo que llevaba a colocar la fase política con una perspectiva de «medio-largo plazo». Por la otra parte, ante estas posiciones entonces calificadas de «oficiales», se afirmaba que «en Euskal Herria existen condiciones políticas y sociales para, junto con el liderazgo de la izquierda abertzale, llevar a este pueblo al marco democrático», así como que «las condiciones deben ser medidas y analizadas mirando a la situación de Euskal Herria, y no solamente en función de un hipotético proceso de negociación Estado-Organización». Por lo tanto, según esta segunda visión, «el objetivo de esta fase política es llevar a Euskal Herria a un nuevo ciclo político», y en ese empeño propiciar el cambio de ciclo también respecto a la estrategia político-militar.

Con el paso del tiempo, la propia Batasuna, en un documento de balance retrospectivo realizado a comienzos del verano de 2010, situaba las coordenadas en la que se había situado la divergencia en el movimiento independentista: «Quienes se colocaban en la primera de las posiciones consideraban que tras la ruptura del intento negociador 2005-2007 no existía condición alguna para encontrar una vía de solución a corto plazo. Por lo tanto, preveían un ciclo largo de confrontación/resistencia. La segunda opción daba prioridad al hecho de que el trabajo realizado en la última década -y, en concreto, lo sembrado en el último proceso de negociación- había abierto la posibilidad del cambio político. Según esa posición, las condiciones existían, y había que incidir en ellas; porque, si no, habría que empezar de nuevo de cero, echando a perder lo ya logrado. Con el paso del tiempo, entre ambas posiciones, será la segunda la que predomine, y la línea política se desarrollará por ahí, aunque no sin contradicciones».

Qué duda cabe que, para que se produjera ese posicionamiento mayoritario, reflejado en el proceso de debate en las bases y que concluyó con la aprobación de la resolución «Zutik Euskal Herria», fue determinante la implicación de los que ahora están siendo juzgados en la Audiencia Nacional. Algo que, por su notoriedad pública, resulta evidente en el caso de Arnaldo Otegi.

Tras su salida de prisión el 30 de agosto de 2008, Otegi comenzó a articular un discurso que dará cuerpo a la renovación estratégica llevada a cabo por el movimiento independentista en estos últimos años. En una entrevista concedida a GARA (30-10-2008), el líder independentista, a título personal, abordaba la necesidad de que la izquierda abertzale, en particular, y los independentistas, en general, articulasen una estrategia eficaz que permitiera superar el muro contra el que se habían estrellado todos los procesos anteriores: la imposibilidad de dar el salto desde el escenario actual, desgastado pero vigente, a otro democrático.

Discurso y hechos que chocan

Las intervenciones públicas de Otegi causaron una expectativa cierta, hasta el punto de servir de guía para la militancia de la izquierda abertzale, que en aquel tiempo venían constatando un riesgo real de marginación política. Una de las intervenciones más destacadas de Otegi se produjo en el Kur- saal, en una acto organizado por GARA y en el que, ante un numeroso público, el portavoz abertzale era entrevistado por Carmen Lira, directora de «La Jornada»; Giuliana Sgrena, periodista de «Il Manifesto» experta en conflictos internacionales, e Iñaki Iriondo, cronista político del diario organizador del encuentro. «Otegi plantea `confrontar con el Estado en su punto débil, en el terreno político’» fue el titular elegido por GARA para resumir las dos horas de charla.

En aquellos meses convivían así diferentes discursos y planteamientos, que chocaban, y de forma abrupta, en los acontecimientos de la vida política del país. La izquierda abertzale había comenzado a dialogar con EA, formación que había decidido ya abandonar su entente con el PNV al interpretar que la expectativa abierta con Ibarretxe había decaído. Se pasó así a hablar de formar otras alianzas, e incluso de participar conjuntamente en futuras elecciones.

Paralelamente, sin embargo, las acciones de ETA habían tomado un cariz que difícilmente podían casar con la posibilidad de forjar alianzas. La muerte a tiros en Azpeitia del empresario Inaxio Uria fue el exponente más claro, que llevó al final del gobierno municipal en ese Ayuntamiento, donde regía un acuerdo, precisamente, entre la izquierda abertzale y EA.

La reacción a través de una nota firmada por la izquierda abertzale fue realmente significativa, ya que afirmaba observar con preocupación «la situación que atraviesa la vida política y social de Euskal Herria, donde el bloqueo, la confrontación y la vulneración de derechos exigen de esfuerzos para encauzar soluciones definitivas». Consideraba indispensable «abordar desde todos los ámbitos y por parte de todas las organizaciones de la izquierda abertzale, y de todos los agentes políticos, sindicales y sociales, un debate y reflexión de carácter estratégico que permita a la sociedad vasca abrir un ciclo de resolución del conflicto desde vías políticas y democráticas».

El 6 de diciembre, con motivo del trigésimo aniversario de la Constitución española, la izquierda abertzale, impregnada ya por las ideas lanzadas por Otegi, hizo público otro comunicado, aunque las circunstancias habían variado sustancialmente el formato inicialmente previsto para su presentación. La previsión era realizar una comparecencia con muchas caras de referencia, al modo de la que se haría un año después en Altsasu, pero los acontecimientos precedentes, como el atentado de Azpeitia, hacían que su resultado final fuese incierto.

El comunicado por escrito sirvió, al menos, para poner en circulación los contenidos políticos con los que se quería reoxigenar al movimiento independentista. En aquel texto de balance, situación y perspectiva futura, se dejaba sentado lo siguiente: «En esta coyuntura los y las independentistas y socialistas vascos tenemos un importante reto: construir una estrategia eficaz para alcanzar nuestros objetivos tácticos y alimentar el planteamiento estratégico, es decir, una estrategia eficaz para alcanzar un escenario democrático, que abra las puertas a la posibilidad de materialización de todas las opciones políticas, y para reforzar el proyecto independentista y socialista».

Así pues, esa situación de contenidos y mensajes contradictorios, y de hechos incompatibles, llevó a plantear la necesidad de un debate sobre estrategia en el seno de la izquierda abertzale. Se hizo abiertamente, ante lo que nadie, absolutamente nadie, se opuso. Aún se necesitarían unos meses para que ese debate se abriese a las bases. Fue a comienzos del curso 2009-2010, y en ese preciso momento se llevaron detenidos a quienes habían auspiciado la reflexión sobre el cambio de ciclo. Se los llevaron acusados, paradójicamente, de intentar perpetuar la estrategia político-militar.


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