El Cártel de la DEA – Humberto Padgett

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Revista Emeequis

Un grupo de agentes encubiertos de la DEA usó el territorio mexicano para realizar con el consentimiento del gobierno federal actividades propias de un cártel del narcotráfico: lavar millones de dólares en cuentas bancarias en EU alimentadas con transferencias hechas desde casas de cambio mexicanas, contrabandear del Distrito Federal a Dallas, Texas, millones de dólares en efectivo al granel y transportar de “manera controlada” y en “aviones encubiertos” cargamentos de cocaína de América a Europa en operaciones acordadas en México.

Los agentes antidrogas de ese país operaron durante meses en México con recursos y mercancía propiedad de un cártel colombiano y de la organización encabezada por los hermanos Beltrán Leyva, según revelan documentos secretos de la propia DEA y del Departamento de Justicia de EU incluidos en un expediente oficial de extradición rubricado por parte del gobierno mexicano con la firma de Patricia Espinosa, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y al cual emeequis tuvo acceso.

Por Humberto Padgett  padgett@m-x.com.mx

Como parte de las 50 operaciones secretas que desarrollan en el mundo, agentes encubiertos de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) usaron de enero a octubre de 2007 el territorio mexicano para realizar actividades propias de un cártel del narco: lavar millones de dólares en cuentas bancarias en EU alimentadas con transferencias hechas desde casas de cambio mexicanas, contrabandear del Distrito Federal a Dallas, Texas, al menos 2.5 millones de dólares en efectivo a granel y transportar de “manera controlada” y en “aviones encubiertos” cargamentos de cocaína de América a Europa en operaciones acordadas en México.

Los agentes antidrogas de ese país operaron durante meses en México con recursos y mercancía propiedad de un cártel colombiano y de la organización encabezada por los hermanos Beltrán Leyva, según revelan documentos de la propia DEA y del Departamento de Justicia de EU incluidos en un expediente oficial de extradición rubricado por parte del gobierno mexicano con la firma de Patricia Espinosa, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

En el legajo obtenido por emeequis, fechado el 6 de mayo de 2011, queda claro que las autoridades mexicanas estuvieron enteradas y consintieron que los agentes en “capacidad encubierta” de la DEA realizaran sus operaciones, auxiliados por narcotraficantes convertidos en informantes, quienes han mantenido largas y complejas negociaciones para el transporte de cocaína y el lavado de millones de dólares del Cártel del Valle del Norte de Colombia y de la organización de los hermanos Beltrán Leyva.

El documento contiene la exposición detallada de una de las llamadas “operaciones exentas” realizadas bajo la aprobación directa del procurador general de Estados Unidos, que sirvió de base para que el Departamento de Justicia armara su acusación en contra del narcotraficante colombiano Harold Mauricio Poveda y otros individuos de nacionalidad colombiana y mexicana.

Las 58 fojas contienen revelaciones de cómo es que en su propósito de identificar los esquemas mediante los cuales las organizaciones criminales mueven su dinero, dónde guardan sus activos y quiénes son sus líderes, la DEA incurre en operaciones de alto riesgo que ponen en duda el sentido ético de las mismas y borran la línea que divide las actividades de vigilancia de la incitación y la facilitación para cometer delitos.

A través de estas operaciones los agentes de la DEA no sólo recabaron información de inteligencia, sino que participaron abiertamente en el traslado de drogas y del dinero proveniente del tráfico de la misma, depositado en al menos dos cuentas bancarias “encubiertas” establecidas en el Bank of America de Dallas, Texas.

Desde ellas, de acuerdo con la declaración jurada de R. Cole Helms, agente especial de la DEA a cargo de supervisar la operación, se hicieron decenas de transferencias electrónicas a bancos de China, Miami, Hong Kong, Canadá y otras ciudades de Estados Unidos.

Esta operación se ha mantenido hasta ahora bajo el más estricto secreto en México y Estados Unidos, tanto que la acusación radicada en la Corte del Distrito Norte de Texas en contra del traficante colombiano cuya extradición se solicitó ha sido “sellada” en su totalidad por el juez que lleva el proceso.

Las autoridades mexicanas han negado saber de la existencia de estas operaciones de lavado y tráfico de droga e incluso prometieron hacer una investigación luego de que en una nota firmada por la reportera Ginger Thompson, el periódico The New York Times revelara a principios de diciembre la existencia en general de las operaciones, sin proporcionar detalles de éstas.

Alejandra Sota, vocera de la Presidencia de la República, dijo recientemente al programa Al Punto de la cadena Univisión: “No, el gobierno mexicano no sabía y hemos iniciado una investigación por parte de la Procuraduría General de la República para deslindar responsabilidades y, en todo caso, investigar si es que hubo este involucramiento”.

Ni la Presidencia de la República ni la Procuraduría General de la República han dado respuesta a la solicitud hecha por emeequis para conocer su postura respecto a la información que aquí se publica.

* * * 

Todo comenzó el 26 de junio de 2003, cuando Juan Carlos Umbacia, colombiano residente en Miami, Florida, fue detenido en esa ciudad y decidió convertirse en un “sapo”, como se llama en su país a los narcos colaboradores con la autoridad.

Confeso y sentenciado a cumplir una larga condena en prisión, aceptó trabajar con la DEA a cambio de atenuar su sentencia. Fue puesto en libertad y desde entonces empezó a operar bajo las órdenes y supervisión de esa agencia estadunidense.

No era un novato. Su historia gerencial en estas lides, según la declaración jurada que hizo a fines de abril de 2010 ante la Corte del Distrito Norte de Texas, ya acumulaba 16 años de experiencia.

Inició en 1987, cuando una organización del narcotráfico –el expediente no puntualiza cuál– lo contactó en Colombia para traducir documentos del inglés al español y luego llevar la contabilidad del grupo. En poco tiempo, Umbacia participaba ya en los arreglos para exportar droga de su país a Estados Unidos y Canadá y para lavar los ingresos provenientes de su venta.

Así que cuando fue puesto en libertad, Umbacia siguió moviéndose con soltura en el mundo del narcotráfico, sólo que ahora bajo la conducción de la DEA, cuyos agentes vigilaban y grababan en audio y video casi cualquier reunión de negocios en la que él participara.

Así ocurrió de manera regular durante varios años, en los cuales lavó, teóricamente de “manera controlada”, grandes cantidades de dinero de diversos grupos del narcotráfico de su país natal.

Pero en enero de 2007 arrancó su intervención en México, en una investigación comenzada por la DEA en marzo de 2006 para tratar de desarticular una red de lavado de dinero del narco colombiano.

Umbacia entró en contacto con Horley Rengifo Pareja, a quien se le conoce como Harry, un colombiano de 43 años de edad, cabello negro y ojos café.

Harry enviaba semanalmente entre 200 y 300 kilos de cocaína a Vancouver, Canadá, y había puesto en marcha una estructura para el blanqueo a través de dos empresas fachada, una con sede en el DF y otra en Cali, Colombia.

Umbacia captó el interés de Harry, quien le propuso un encuentro personal en Texas con una enviada de toda su confianza: su novia, Jenny Hurtado Beltrán.

Así que Umbacia recogió a Jenny el 21 de febrero de 2007 en el Aeropuerto Internacional de Dallas-Fort Worth.

Harry quiere que te ocupes del lavado de dinero a través de Dallas –planteó Jenny a Umbacia–. ¿Tienes contactos interesados en comprar cocaína? –preguntó la mujer, de acuerdo con las declaraciones juradas tanto del colaborador de la DEA como del agente Cole Helms, quienes aseguraron al juez que esos diálogos eran fieles a las grabaciones de audio y video que se habían hecho.

–Puedo encargarme del transporte –respondió.

–Podemos proporcionarte cualquier cantidad, desde 200 o 300 kilos hasta una tonelada de cocaína –comentó la mujer, también de nacionalidad colombiana, que usa el sobrenombre de Britney y tiene 26 años de edad.

Al día siguiente, Umbacia y Jenny se encontraron de nuevo.

–Les cobraría mil dólares por cada kilo de cocaína transportada y los cargamentos de mil kilos o más serían enviados en dos o más entregas –propuso él.

Ella tomó en consideración la oferta y regresó al tema de la plata.

Harry necesita recibir dinero en Dallas y San Antonio; en Nueva York, en Miami, en Atlanta, en Europa, en Japón y en México.

Las negociaciones continuaron y al día siguiente, 23 de febrero de 2007, Umbacia llegó a la cita acompañado de un hombre a quien presentó como su socio, en realidad un agente “en capacidad encubierta” de la DEA sólo identificado en el expediente como UC-1.

–Tengo numerosos negocios nacionales e internacionales con acceso a cuentas bancarias –presumió el agente estadunidense.

–La organización tiene dinero en Guatemala y Costa Rica listo para ser lavado –se interesó Jenny.

–El dinero puede ser transferido a cuentas bancarias en Dallas y de ahí dispersado mediante transferencias electrónicas para que parezca legítimo –comentó UC-1–. El cargo de comisión por transacción es de 8 por ciento y 0.5 a 1 por ciento para transferir grandes cantidades de dinero en efectivo a través de la frontera mexicana.

–¿Puede recibir cocaína en México y transportarla a través de la frontera a Estados Unidos? –quiso saber Jenny.

–Tengo aviones, pero, aunque no puedo recibir cargamentos en México, sí puedo recibirlos en Canadá, Costa Rica, Panamá, Aruba y el Caribe a un costo de mil dólares por kilo.

Las partes se levantaron con la intención de retomar el contacto. El siguiente encuentro se pactó para el 30 de abril, de nuevo en Dallas, al que asistieron no sólo Umbacia y UC-1. También participaron otros dos agentes estadunidenses encubiertos, UC-2 y UC-3, quienes interpretaron el papel de pilotos aéreos.

El propósito de la reunión era mostrarle a Jenny una “aeronave encubierta” útil para el transporte de dinero y cocaína.

Fue la primera vez en que tocaron el tema de “mover” cocaína de Ecuador a España vía Estados Unidos. Jenny y UC-1 hablaron sobre la posibilidad de transportar cuatro cargamentos, cada uno de media tonelada, de Ecuador a Dallas a través de las Islas Caimán o Costa Rica, y de la ciudad texana a España.

Jenny quedó en comentar los detalles con Harry.

* * * 

Harry quiso tratar directamente con Umbacia. Se encontraron el 2 de mayo de 2007 en la ciudad de Panamá. A la reunión se sumó otro paisano de ellos, a quien se identificó como el brazo derecho de Diego Montoya, conocido como Don Diego, jefe del poderoso Cártel del Valle del Norte, quien meses más tarde sería extraditado a Estados Unidos y condenado a 45 años de cárcel, luego de que se le culpara de introducir más de mil toneladas de coca a ese país.

–Mi socio –dijo Umbacia en referencia a UC-1– tiene un avión y trabajaba con Brinks –una empresa con sede en Ecuador– transportando dinero de varios bancos en Sudamérica a Estados Unidos a través de las Islas Caimán o Costa Rica.

Luego de un rato llegaron al acuerdo de que se movería una tonelada de cocaína de Ecuador a España, vía Dallas, y hablaron de los pagos y las comisiones. Pasaron los días y, al final, el trato se rompió.

Pero Umbacia ya se había ganado la confianza de Harry, quien se había ido fortaleciendo como un intermediario y enlace confiable entre los grupos colombianos y la organización de los hermanos Beltrán Leyva. Además, Harry aprovechaba la situación e invertía de su propia bolsa para comprar cargamentos de droga y luego revenderlos.

No pasó ni un mes cuando Harry llamó de nuevo a Umbacia. Quiso probar sus habilidades como lavador y le pidió que le diera un número de una cuenta bancaria en Estados Unidos para transferir un millón de dólares vía electrónica desde México.

Ese mismo día, el 25 de junio de 2007, Umbacia le proporcionó los datos de una “cuenta bancaria encubierta, la cual se controló bajo supervisión de agentes de la DEA, enlazada a una sucursal del Bank of America, en Dallas, Texas”. La cuenta utilizada se abrió a nombre de una empresa ficticia llamada Star Mark Investment.

Harry le confió a Umbacia que quería mover el dinero que tenía en México para evitar que fuera incautado por las autoridades del país, lavarlo en Estados Unidos y luego transportar los recursos a Panamá.

A partir de ese día, se realizó un monitoreo minucioso de la cuenta abierta por la DEA en el Bank of America.

Pasaron unos cuantos días para que desde varias casas de cambio mexicanas se empezara a recibir una lluvia de transferencias electrónicas de miles y miles de dólares, hasta sumar un millón 100 mil en sólo una semana.

Los registros comienzan el 5 de julio y el agente especial R. Cole Helms pormenorizó ante el juez William F. Sanderson las transferencias electrónicas recibidas en la cuenta encubierta:

“El 5 de julio de 2007 se llevaron a cabo tres transferencias electrónicas de ingreso provenientes de una casa de cambio en México por las sumas de $24,000, $36,000 y $80,000 mil dólares, respectivamente”.

Y siguió dando detalles, según la declaración jurada:

El 9 de julio, seis transferencias provenientes de una casa de cambio en México por un total de 583 mil dólares.

El 12 de julio, una transferencia proveniente de una casa de cambio en México por 100 mil dólares.

El 13 de julio, tres transferencias provenientes de una casa de cambio en México por un total de 287 mil dólares.

Al concluir las transferencias, Harry ordenó a Umbacia retirar de la cuenta del Bank of America el dinero y llevar un millón de dólares en efectivo a uno de sus asociados. Había que viajar a Panamá y entregarlo en propia mano.

Esta misión fue realizada por el agente de la DEA identificado como UC-1, quien se hacía pasar por socio de Umbacia. UC-1 llevó el dinero a esa nación “en el maletín de una computadora”, se reunió con la persona que se hizo llamar “Alex” y le hizo entrega del envío.

“El 20 de julio de 2007, UC-1, actuando como mi socio, entregó un millón de dólares a Alex en Panamá. Ese día, más tarde, Alex me informó que le habían robado el millón de dólares”.

Los oficiales de la DEA se iban involucrando más y ejecutaban directamente las tareas de lavado y contrabando de grandes sumas de dinero.

* * * 

Para esas fechas, estaba por llegar el turno a la intervención de los agentes mexicanos. A mediados de julio, Harry le pidió a Umbacia que recogiera dinero en efectivo a granel en la Ciudad de México y que lo transportara a EU, donde sería lavado.

El 19 de julio, “en coordinación con las autoridades mexicanas, Harry se encontró con un agente mexicano en capacidad encubierta, quien se hacía pasar como socio de Umbacia”. R. Cole Helms, agente especial de la DEA encargado del caso, detalló bajo juramento el traslado de dinero:

“El agente mexicano mostró a Harry Rengifo un vehículo equipado con un compartimiento oculto que se utilizaría para transportar el efectivo a granel. Harry hizo una llamada telefónica y un individuo desconocido llegó, entró al vehículo y lo condujo”.

El agente encubierto mexicano le mostró a Harry un vehículo “especialmente equipado con un compartimiento oculto, que se iba a utilizar para transportar el efectivo al granel”.

Harry hizo que se llevaran el auto y, unas horas después, lo regresó al agente encubierto mexicano. Ya estaba cargado con 499 mil 250 dólares en billetes.

En lugar de ser transportado por tierra, las autoridades mexicanas entregaron el efectivo a los agentes de la DEA, quienes le tomaron fotos. Posteriormente, se transportó a Dallas en una “aeronave encubierta bajo el control de agentes del orden público” de Estados Unidos y “se depositó en la cuenta controlada por la DEA”.

Luego, Umbacia recibió instrucciones por correo electrónico para hacer diversas transferencias y el rastro del dinero ya lavado se diluyó.

Varias semanas después, Harry pidió a Umbacia que recogiera más dinero en el Distrito Federal para lavarlo en Estados Unidos. Y así se hizo, pero ahora en mayor cuantía. Crecían la confianza y las actividades.

El 24 de agosto de 2007, el mismo agente mexicano encubierto se reunió con Harry y un individuo desconocido, quien se llevó el auto utilizado para ocultar los dólares. Tres horas después, el hombre volvió con el vehículo cargado de dinero y lo entregó al agente mexicano, quien lo condujo hasta un lugar seguro, donde se extrajo el efectivo.

Horas más tarde, la operación se repitió de manera casi idéntica. En total, las autoridades mexicanas y la DEA recibieron del narco un millón 49 mil dólares que luego enviaron por avión a Texas, para ser depositados en la misma cuenta bancaria controlada por esa agencia de Estados Unidos.

* * * 

La presencia y actuación de la DEA en el territorio mexicano ha sido un motivo de constante polémica por las implicaciones que tiene en torno a la soberanía nacional.

Aunque estas operaciones se hacen de manera común en otras naciones, en México apenas se han efectuado en años recientes, en la medida en que se ha intensificado la guerra contra el narco emprendida por el gobierno del presidente Felipe Calderón y se ha estrechado la colaboración con su par estadunidense, comentaron ex agentes de la DEA citados en la nota del The New York Times.

En México no son pocos los críticos de estas “operaciones controladas” de lavado y de traslado de cargamentos de droga y de dinero. Cuando se publicó la información del diario neoyorquino, legisladores de oposición anunciaron que citarán a comparecer en el Senado a Marisela Morales, titular de la Procuraduría General de la República, para que informe si las autoridades mexicanas tenían conocimiento de las operaciones realizadas por la DEA y explique, en todo caso, por qué se permitieron y en qué términos.

Además, diversas voces dentro y fuera del país han puesto en duda la efectividad de estas herramientas para desmantelar la estructura de las organizaciones del crimen organizado. En la medida en que la DEA está lavando dinero, argumentan, permite que se mantengan las operaciones de los narcos durante meses e incluso años antes de que se hagan arrestos o decomisos si es que se realizan.

Bruce Bagley, un prestigiado académico de la Universidad de Miami experto en narcotráfico y seguridad, hace un planteamiento lógico: si la DEA utiliza recursos públicos para infiltrar las actividades de las organizaciones criminales, ¿no las financia al mismo tiempo?

Y cita el caso del fallido operativo Rápido y furioso para subrayar que nada garantiza que no se pierda el control de cualquier operación encubierta basada en la infiltración.

“El resultado ha sido mixto, si no es que negativo, pues cuando lavan dinero financian actividades ilícitas: importación de armas, asesinatos, robos y demás actividades de los narcotraficantes”. Bagley, como otros críticos, destaca que, en algunos casos por lo menos, han facilitado las actividades ilícitas que buscan parar”.

Quienes respaldan estas “operaciones exentas” dicen que gracias a ellas se han desarticulado algunas organizaciones, pero esta argumentación no convence mucho a Bagley, autor de varios libros sobre el tema, entre ellos Drug Trafficking in the Americas.

Observa que no existen suficientes datos para articular un diagnóstico, pero sí hace un par de observaciones. La primera es que el colapso de un cártel, si es que se logra, no representa mucho en un mercado en el que abundan las estructuras criminales.

La otra cuestión es que “no es un programa ético”, sino uno hecho a espaldas de los ciudadanos y de algunos gobiernos. La falta de transparencia, ejemplifica Bagley, crea la oportunidad de que se desvíen recursos públicos, de que haya errores, de que se pierda dinero y se financien actividades ilícitas.

“¿Vale la pena, pregunta el especialista, que un gobierno como el estadunidense corra todos los riesgos de financiar, al menos, algunas actividades ilícitas? Yo digo que no. Los riesgos son mayores y cuando estas operaciones se descubren, como está pasando, se ocasionan problemas domésticos en los países en que se realizan”.

* * * 

Pero Harry y Umbacia se encontraban ajenos, por supuesto, a cualquier reflexión sobre la naturaleza ética de sus tratos y el 30 de agosto de 2007 se reunieron en México para planear próximas operaciones. Aprovecharon para hablar sobre el papel de algunos de los miembros de la organización, en particular de Harold Mauricio Poveda.

Harry comentó que, debido al rango de Poveda y sus nexos con los cárteles, era prioritario atenderlo, pues era “un jefe colombiano de alto nivel que manejaba todos los negocios de Arturo Beltrán Leyva” y quien tomaba las decisiones finales en materia de negocios, desde la recepción de los ingresos provenientes de las drogas hasta las gestiones para los embarques de las mismas.

Más tarde se les unió a la plática un empresario mexicano vinculado con el narco: Joaquín Senderos Higuera, un hombre canoso, ojos cafés, peso medio, que andaba en sus cincuentas.

La charla giró entonces hacia temas de interés mutuo: que si Umbacia debería abrir cuentas bancarias en Hong Kong para Senderos, que si era más conveniente comprar y vender droga en distintas monedas, que cuán “útiles eran el Bank of America y el Banco Santander para mover dinero en efectivo”.

Senderos habló con tranquilidad de blanquear dinero y abrir cuentas en Dallas y en Hong Kong para que se lavaran las grandes cantidades de efectivo que recibía en México. Comentaron sobre la logística de las transacciones electrónicas y sus riesgos.

–No me gusta enviar transferencias en dólares por sumas superiores a 10 mil dólares cerradas en cero debido a que han establecido sistemas de rastreo bancario para monitorearlas –comentó Senderos, quien entonces planteó que a través de su negocio, Herbalife, podía moverse dinero en efectivo.

Era cháchara de socios y amigos, pues, en un ambiente agradable, muy distinto al que Senderos experimentaría cuatro años después, en septiembre de 2011, cuando fue encontrado muerto a las dos de la mañana en su celda del Reclusorio Norte de la Ciudad de México mientras esperaba a que se autorizara su extradición a Estados Unidos.

Ni él ni Umbacia podían prever el futuro a tan largo plazo. Tenían si acaso una idea de lo que ocurriría al día siguiente, pero nada más.

Y el día siguiente, 31 de agosto, resultó para Umbacia significativo: luego de conversar con Harry sobre el embarque de una de carga de prueba de cocaína a España desde Ecuador, se encontró en un centro comercial con un hombre que lo llevó a donde ya lo esperaban: una casa en el DF en el que departían Harold Poveda y uno de sus socios más relevantes, que usaba barba: Arturo Beltrán Leyva.

En ese momento, en medio de cruentas batallas con grupos rivales para dominar el negocio en varios estados, Beltrán era un personaje muy importante en la esfera del narcotráfico, con órdenes de captura en México y Estados Unidos.

Sin embargo, y de manera extraña, las declaraciones juradas del agente especial de la DEA y de Umbacia prácticamente no reparan en él ni hacen mención de la relevancia de ese encuentro en la residencia del propio Beltrán Leyva.

A pesar de haber logrado penetrar su círculo cercano, ni la DEA ni su contraparte mexicana hicieron movimiento alguno. Beltrán Leyva permaneció en libertad durante otros dos años en los cuales México vivió una de las etapas más cruentas de la lucha contra el narcotráfico.

Pero ninguna de esas consideraciones se escuchó en la Corte del Distrito Norte de Texas. Lo que Umbacia declaró ante el juez es que él, Harold Poveda y otros individuos presentes en la casa de Beltrán Leyva discutieron los términos en que se haría un embarque de cocaína de Ecuador a España. No sería una tonelada como se había dicho, sino sólo 330 kilos. Querían probar la capacidad operativa y logística de Umbacia y reducir el riesgo de su inversión.

Durante la reunión se enteró de que los inversionistas a partes iguales en ese cargamento eran Poveda, Beltrán Leyva y otro narcotraficante colombiano. Otros tres personajes, incluido él, recibirían 10 kilos de cocaína por persona como pago a sus servicios.

Umbacia se adentraba en ese círculo y crecía el compromiso y riesgo. La operación se echó a andar.

El 6 de octubre, otro informante confidencial que fungía como socio de Umbacia bajo la supervisión de agentes, recibió 320 kilos de cocaína en Quito en un autobús de excursiones turísticas de manos de socios de Poveda.

Esta droga “fue entregada a las autoridades del orden público ecuatorianas”, mismas que fotografiaron el flete, dijo el agente Cole.

Añadió: ese mismo día los 320 kilogramos de cocaína “se enviaron por avión desde Ecuador a Dallas, Texas, bajo el control de los encargados del orden público. Una fotografía de la cocaína bajo la custodia de la DEA se anexa a esta declaración jurada”.

Dos semanas después, se realizó la segunda etapa del embarque: el 24 de octubre la cocaína se envío en una aeronave encubierta a Madrid, “bajo el control de los agentes de la DEA y se entregó a las autoridades españolas para su posterior entrega controlada a los socios de Poveda”.

Sin embargo, “complicaciones operativas” no detalladas impidieron a la DEA hacer la “entrega controlada” a la agencia española colaboradora. En vez de esto, la policía de España aseguró el alcaloide.

* * *

Julio y agosto habían sido meses marcados por la intensidad en el transporte de cargamento de efectivo y transferencias electrónicas. Con la colaboración de la DEA y las autoridades mexicanas, los narcos colombianos habían movido casi 2.5 millones de dólares desde México a Estados Unidos.

Pero pronto llegaría un septiembre negro para ellos. La detención del jefe del Cártel del Valle del Norte en la primera quincena del mes provocó una sacudida en sus filas. Era hora de huir con la mayor cantidad de recursos en las bolsas.

Así que entre el 5 de septiembre y el 17 de octubre de 2007, Umbacia recibió instrucciones por correo electrónico y por teléfono para que llevara a cabo transferencias electrónicas de salida. “Él, a su vez, pasó estas instrucciones a un agente encubierto, quien hizo las transferencias desde la cuenta bancaria encubierta número 004785785536, ubicada en Texas y que se  mantenía a nombre de Cleo Investments”.

Fonte: http://www.m-x.com.mx/2012-01-08/el-cartel-de-la-dea/

 


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