¿Ya es demasiado tarde para Siria?
Alain Gresh
Le Monde diplomatique
Traducido para Rebelión por Caty R.
Desde hace varios meses la crisis siria ha dividido a numerosos lectores de este blog. Y más allá, a muchos movimientos de izquierda, especialmente en el mundo árabe.
Dos puntos de vista se enfrentaron:
– El primero veía en la insurrección siria una prolongación de las revoluciones del mundo árabe provocada por las mismas causas (autoritarismo del régimen, corrupción, aspiración de la juventud a la libertad, etc.)
– El segundo, admitiendo las deficiencias del régimen, consideraba que esencialmente era un complot contra un régimen opuesto a Estados Unidos e Israel.
Por mi parte expliqué que ese levantamiento no se diferenciaba en esencia de los que barrieron el régimen tunecino y el egipcio. Que la violencia del régimen no tenía ninguna excusa y había acelerado la militarización de la insurrección. Al mismo tiempo me di cuenta de que Siria es un asunto geopolítico importante y que la intervención de Catar y Arabia Saudí no estaba dictada por el amor de ese país a la democracia.
En agosto de 2012 señalé el impasse de Siria y las dramáticas consecuencias de la prolongación del conflicto, «¿Qué hacer en Siria?». El reciente informe de la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, « Independent International Commission of Inquiry on the Syrian Arab Republic established pursuant to United Nations Human Rights Council Resolutions S-17/1, 19/22 and 21/26», aporta una aclaración inquietante y debería empujarnos a todos a privilegiar una salida política de la crisis, lo que significa declarar el alto el fuego y emprender negociaciones.
Ya no se trata de saber si el régimen se mantendrá o no, sino si Siria seguirá siendo una entidad unida o se convertirá en un campo de batalla confesional y étnico. El enviado especial de las Naciones Unidas, el 20 de diciembre, alertó contra los genocidios que afectarían a las minorías, en particular a la alauí, U.N. anti-genocide envoy: Syria minorities face reprisal risk. (Lea en el número de enero de 2013 de Le Monde diplomatique , el artículo de Sabrina Mervin «L’étrange destin des alaouites syriens».
Lo que dice el informe de la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas confirma ese pesimismo:
«El incremento de las tensiones ha conducido a enfrentamientos entre los distintos grupos armados a lo largo de una línea confesional. Tales incidentes han tenido lugar en comunidades mixtas o cuando los grupos armados han intentado apoderarse de zonas habitadas mayoritariamente por comunidades minoritarias pro gubernamentales. Algunas comunidades minoritarias, en particular las alauíes y las cristianas, han formado grupos de autodefensa para proteger sus barrios de las fuerzas antigubernamentales, instalando puestos de control alrededor de esas zonas. Algunos de esos grupos locales, conocidos con el nombre de comités populares, habrían participado junto a las fuerzas del gobierno en operaciones militares en los alrededores de Damasco, en los barrios de Tadamon y Sayeda Zeinab. Las personas interrogadas afirman que el gobierno proporcionó armas y uniformes a esos grupos (…)»
«En los últimos meses ha habido una clara evolución en la manera en que los encuestados presentaron el conflicto. Al describir el bombardeo de un pueblo de la gobernación de Lattaquié por las fuerzas del gobierno, una persona entrevistada señaló que los bombardeos procedían de los «pueblos alauíes» Otra persona interrogada describió los ataques terrestre de Bosra, en la gobernación del sur de Deraá, y declaró que las tensiones entre las comunidades chií y suní en la ciudad se han incrementado con una violencia cada vez más inevitable».
«Los grupos minoritarios del país como los armenios, cristianos, drusos, palestinos, kurdos y turcomanos se vieron envueltos en el conflicto. Sin embargo, las líneas confesionales son más evidentes en la comunidad alauí, de donde proceden la mayoría de los cuadros superiores del gobierno y el ejército, y en la mayoría suní, que apoya en conjunto (pero no de manera uniforme) a los grupos antigubernamentales armados».
«Los ataques, las represalias y los temores de aquéllos condujeron a que las comunidades se armaran y entrasen en el conflicto. Una persona preguntada, un turcomano de Lattaquié resumía así la situación: “Es muy peligroso vivir junto a vecinos armados (a los que consideras rebeldes) mientras tú no tienes armas”».
«Las fuerzas gubernamentales y las milicias alineadas con el gobierno atacaron a los civiles suníes. Una persona interrogada, presente en Bosra a finales de octubre, informó de que “los miembros de una milicia chií” de personas de su vecindario dirigieron las redadas. Declaró que los miembros de la milicia le dijeron “que matarían a todos los suníes de la región y que la región les pertenecía” Otra persona declaró que había visto regularmente que sacaban a los suníes de sus coches y los golpeaban en los puestos de control del ejército a lo largo de la carretera principal entre Deraá y Damasco».
«La Comisión recibió informaciones creíbles según las cuales los grupos armados antigubernamentales atacan a los alauíes y otras comunidades minoritarias pro gubernamentales. Una de las personas interrogadas, un combatiente del Ejército Libre Sirio en Lattaquié, explicó detalladamente cómo capturaron a los miembros de las fuerzas gubernamentales: los suníes fueron hechos prisioneros mientras que los alauíes fueron ejecutados inmediatamente».
«La mayoría de los combatientes extranjeros que se infiltran en Siria para unirse a los grupos antigubernamentales armados (o para luchar independientemente junto a ellos) son suníes originarios de países de Oriente Medio y del norte de África. La naturaleza cada vez más confesional del conflicto impulsa a otros actores a entrar. El Hizbulá chií confirmó que sus miembros participan en la lucha en Siria al lado del gobierno. También existen informes, todavía sin confirmar, que indican que los chiíes iraquíes llegan a luchar a Siria. Irán confirmó el 14 de septiembre que los miembros de la Guardia de la Revolución aportan “apoyo intelectual y consultivo” en Siria».
Sobre el papel y el lugar de los salafistas en la insurrección, lejos de los rumores y las fabulaciones de una parte y otra, podemos leer el interesante, como siempre, informe de International Crisis Group, Tentative Jihad: Syria’s Fundamentalist Opposition , del 12 de octubre de 2012.
Volviendo al informe de las Naciones Unidas:
«Antes del conflicto los cristianos estaban repartidos por toda Siria, en grandes comunidades, y vivían en las gobernaciones de Alepo, Damasco y Homs. En la ciudad de Homs vivían alrededor de 80.000 cristianos, de los que la mayoría huyeron de Damasco, algunos a Beirut. Solo permanecen en Homs algunos centenares. Una persona interrogada, hablando de los sucesos recientes de la gobernación de Al-Suweida, confirmó que las comunidades suní y drusa se enfrentaron y causaron varios muertos. El 29 de octubre explotó un coche bomba frente a una panadería en Jaramana, un barrio de mayoría cristiana y drusa de Damasco».
Los testimonios recogidos indican que los grupos antigubernamentales intentan sistemáticamente no diferenciarse de la población civil. La obligación de ambas partes en conflicto, según el derecho internacional consuetudinario, de separar a las personas y bienes civiles de los objetivos militares es especialmente pertinente cuando los objetivos militares se encuentran en zonas densamente pobladas. El fracaso manifiesto de hacer esas distinciones ha dado lugar a la huída de civiles de sus casas y contribuye al aumento alarmante de personas desplazadas y refugiadas».
La guerra de desgaste que se lleva a cabo en Siria da lugar a destrucciones y a un sufrimiento humano inconmensurables en la población civil. Mientras el conflicto se eterniza, las partes cada vez se vuelven más violentas e imprevisibles, lo que les conduce a comportamientos que infringen el derecho internacional. El único medio de llegar a un cese inmediato de la violencia es un acuerdo político negociado que responda a las aspiraciones legítimas del pueblo sirio. La Comisión apoya firmemente la misión de Lakhdar Brahimi, el Representante Especial Conjunto de la ONU y la Liga de los Estados árabes, en sus esfuerzos para conducir a las partes a un acuerdo».
Creo que no se trata de saber quién tiene la culpa de esta situación (pienso que el primer responsable es el régimen), sino de saber cómo salir de esta espiral para preservar a Siria y al pueblo sirio.
Es desolador comprobar que el portavoz de Asuntos Exteriores francés omite en su informe un llamamiento a una solución negociada y afirma únicamente (el 21 de diciembre) que:
«El informe de la Comisión de Investigación confirma los grandes sufrimientos que soporta el pueblo debido a la obstinación criminal de un régimen cuyo único objetivo es su propia supervivencia. Semejante régimen no tiene ninguna legitimidad. Bashar al-Assad debe irse de inmediato y dejar su lugar a un gobierno de transición que responda a las legítimas aspiraciones de libertad del pueblo sirio. Francia llama a la Coalición Nacional Siria a comprometerse a que sus grupos armados respeten los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. Todos los culpables, sin excepción, de los crímenes denunciados por la Comisión de Investigación deberán responder de sus actos ante la justicia».
Fuente: http://blog.mondediplo.net/2012-12-24-Syrie-est-il-deja-trop-tard
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