El mensaje de Bildu atrajo a más de 70.000 nuevos votos
Tras el 22-M
Bildu rompió el domingo el mito de la inmovilidad de los bloques electorales y la imposibilidad de penetrar en nichos de voto ajenos. El resultado anterior de las tres fuerzas agrupadas en esta coalición se quedaba muy por debajo de los 315.977 votos del 22-M, a al menos 70.000 sufragios. A Bildu le votaron desde presos a monjas, desde parados a empresarios, pasando por un ex lehendakari y, sobre todo, muchos jóvenes.
Ramón SOLA
Los expertos en prospecciones electorales tienen trabajo para diseccionar los resultados del pasado domingo. Los 315.977 votos acumulados por una candidatura nueva, que estuvo proscrita hasta la misma noche de inicio de campaña y que presentaba mayoría de candidatos totalmente vírgenes en política, obligan a un estudio numérico, pero sobre todo a un trabajo de campo sociológico. Un trabajo que permita explicar, por ejemplo, cómo Bildu arrasó en zonas rurales de Gipuzkoa, Bizkaia o Araba, pero venció a la vez en zonas de alto nivel adquisitivo como el barrio donostiarra de Gros y obtuvo en paralelo un ascenso llamativo en ciudades de la zona media navarra como Tafalla, Lizarra, Agoitz…
Los dirigentes de Bildu son los primeros que no han ocultado su sorpresa por el «pelotazo». En la recta final de campaña, el cabeza de lista en Gipuzkoa, Martin Garitano, remarcaba que habían percibido en sus actos simpatizantes de un espectro «más ancho» que el correspondiente a las tres fuerzas socias. Dirigentes de otros partidos vaticinaban también una fuerte irrupción a partir de sus encuestas secretas. La impresión se fue consolidando hasta que el sábado, en petit comité, representantes de Bildu pronosticaban que era posible llegar a los 300.000 votos. Se quedaron cortos. Ni ellos ni ninguno de sus rivales políticos, según admiten ahora, calcularon por ejemplo la victoria en Donostia; el estupor consiguiente se ha reflejado en los erráticos movimientos del PSE para intentar retener la Alcaldía.
Cuando al filo de las 20.00 del domingo se conoció el sondeo de EiTB a pie de urna, los dirigentes de Bildu también optaron por la prudencia. Los resultados superaban cualquier previsión. Pero el sondeo se cumplió, lo que demostró de paso que los votantes de Bildu no se habían escondido ni camuflado a la salida de los colegios. Habían votado en masa… y habían votado orgullosos.
En términos meramente aritméticos, el efecto-suma que preveía Bildu fue en realidad casi más parecido a una multiplicación. Para hacer una estimación previa, lo lógico resultaba sumar los votos de la izquierda abertzale, EA y Alternatiba (este último imposible de medir al no haber competido nunca en solitario), bien en las anteriores forales de 2007, o bien en las del Parlamento de Gasteiz de 2009 (que aportaban más actualidad) junto a las del Parlamento navarro de hace cuatro años.
Pues bien, en contraste con lo ocurrido hace cuatro años los socios de Bildu no sólo sumaron sus cifras, sino que atrajeron a además al menos 70.000 votantes más (casi 100.000 si descontáramos los que se han quedado aún en el voto nulo o bien en Hamaikabat, la escisión de EA en disconformidad con su nueva apuesta estratégica). Y si la comparación es con las últimas elecciones a los parlamentos, el impacto del efecto-suma se dispara ya hasta cerca de 130.000 votos extra.
Jóvenes y abstencionistas
Esta constatación lleva a un segundo ejercicio, ya no aritmético sino sociológico. ¿Qué tipo de gente que antes no apoyaba a la izquierda abertzale ni a EA ni a Alternatiba sí escogió esta vez la papeleta de Bildu?
Para empezar, jóvenes, muchos de los cuales votaban por vez primera. Dos casos significativos: Raúl donostiarra, 32 años, y Alaitz, zarauztarra, 18 años. El primero explica que fue a las urnas por primera vez animado por su pareja: «Me insistía desde hace diez años, pero esta vez hice caso porque pienso que sí puede servir para algo». Alaitz, por su parte, se animó a última hora: «En esta campaña por primera vez hemos hablado de política en casa, lo pensé y me decidí por Bildu». Un alto dirigen- te de EA explicaba recientemente que el nuevo escenario político ha traído un rebrote del debate y la militancia política: «Hace bien poco en familias próximas, abertzales de toda la vida, te decían que habían dejado de hablar de política con sus hijos. Es duro decirlo, pero lo consideraban `peligroso’ para ellos por el nivel de represión».
La implicación de la juventud con la opción de Bildu se ha evidenciado en otros dos detalles. La media de edad advertida en sus actos ha sido notablemente más joven que la de mítines de otros partidos. Y el movimiento 15-M ha tenido un impacto claramente menor en Euskal Herria que en el resto del Estado, donde los jóvenes no encontraban una opción política capaz de recoger su exigencia de un cambio radical de política.
Desde varias localidades se remarca además la gran identificación con las candidaturas, caracterizadas por su juventud. En Iruñea, por ejemplo, los tres ediles de Bildu están por debajo de la media de 47 años del Pleno: Eva Aranguren tiene 35 años, Pello Martinez de Eulate 31 y Arantxa Oskoz 44. Habrá muchos alcaldes veinteañeros en las nuevas corporaciones. La sensación de proximidad no sólo deriva de la edad, sino también de sus ocupaciones. Volviendo al caso de la capital navarra, los elegidos son una periodista, un pelotari y una ex presidenta de peña. Juan Karlos Izagirre, el candidato más votado en Donostia, viene de una asociación de vecinos. En resumen, Bildu ha sabido convertir en virtud la necesidad de pasar el filtro de los tribunales españoles.
Agente activo por la solución
Un segundo factor que ha impulsado a Bildu es la constatación general de que se trata de un agente activo hacia la solución política y la paz. Lo han reconocido ya, de modo directo o indirecto, políticos de diferentes formaciones, como Jesús Eguiguren (PSE), Jokin Bildarratz (PNV) e Iñaki Galdos (Hamaikabat). Eguiguren ha añadido que el PSOE metió la pata al perseguir a Bildu: «La gente nos ha visto como que estamos en contra de todo», ha dicho.
Desde este punto de vista se entienden hechos ciertamente insólitos hasta la fecha, como el producido en un convento guipuzcoano. Según ha podido confirmar GARA, resultaba habitual que una simpatizante del PNV llevara papeletas de voto para ofrecerlas a las monjas. En esta ocasión también se recibió la visita, pero la religiosa que la atendió le advirtió de que «este año las cosas van a cambiar un poco». Poco después, a miembros de Bildu de la localidad les llegaba el inesperado encargo del convento, y hasta hubo una segunda petición días más tarde. Querían algunas papeletas más. En el primer momento, en el pueblo se tomó como una simple anécdota, pero era más: toda una señal de cara al 22-M.
Trabajo de militancia
El «tsunami Bildu» era un movimiento espontáneo de fondo, pero en muchos puntos multiplicó su fuerza por el trabajo de militancia. Es el caso de Irun, donde se lanzó una potente campaña: Bildu x 4. Cien personas implicadas en el proyecto se comprometieron a contactar con cuatro más cada una, para animarles a votar a Bildu. Utilizaban como material una hoja de libreta en la que se exponían las razones: la necesidad del cambio, el momento, los pasos dados por la izquierda abertzale… A su vez, se pedía que cada uno de ellos hiciera lo mismo con otros cuatro. El objetivo final era llegar a 1.600 vecinos y pelear por un cuarto concejal.
Bildu sumó 4.406 votos en Irun. Cinco concejales.
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